Nadie puede confundirse. El que crea que derrotar al gobierno de la mano de la derecha y los capitalistas del campo sirve a los intereses de los trabajadores, está perdido. Es un triunfo político de las patronales agrarias que no quieren ninguna injerencia en su «derecho» a enriquecerse exportando soja a 600 dólares la tonelada […]
Nadie puede confundirse. El que crea que derrotar al gobierno de la mano de la derecha y los capitalistas del campo sirve a los intereses de los trabajadores, está perdido. Es un triunfo político de las patronales agrarias que no quieren ninguna injerencia en su «derecho» a enriquecerse exportando soja a 600 dólares la tonelada sin importar que aumenten los precios de los alimentos; es decir que baje el poder de compra de los salarios que cobramos en pesos. El «lomo a 80 pesos» y para la mayoría de la población «los cortes populares» de la carne, llegó a decir el empresario contratista Alfredo De Angeli de la Federación Agraria.
El gobierno pierde la pulseada porque, en los hechos, también sostiene un programa de «cortes populares», inflación, bajos salarios y planes sociales de $150 para los desocupados. Por eso nadie le cree, a pesar del discurso de «distribución de la riqueza». Mientras los ruralistas son apoyados por las clases medias, el PJ de Kirchner y el gobierno de Cristina no es un aliado de la clase trabajadora que lo votó mayoritariamente. Su alianza es con la cúpula privilegiada de los Moyano y los Andrés Rodríguez de la CGT, y el aparato de intendentes del conurbano bonaerense.
Profunda crisis de gobierno
Lo que el kirchnerismo al enviar el proyecto al Congreso imaginó como una maniobra para hacer pasar la resolución 125, se le volvió en contra y lo dejó en una profunda crisis de gobierno.
El vicepresidente Cobos definió la votación del Senado derrotando el proyecto de retenciones móviles de su propio gobierno. Tan inesperado fue para el oficialismo que, antes del desempate, Página/12 se apresuró a comunicar en internet que «las retenciones ya son ley» gracias al «voto afirmativo del vicepresidente de la Nación». Por el contrario, la opción que Cobos justificó como un voto por la «paz social» alejó definitivamente a los ruralistas de las rutas, pero llevó a la quiebra al gobierno a seis meses de asumir. Las patronales agrarias y amplios sectores de clases medias que fueron tras las banderas de la «defensa de la rentabilidad», festejan en todo el país. Ha triunfado una ofensiva reaccionaria de la clase capitalista del campo apoyada por los grandes medios de comunicación y todo un arco de viejos políticos patronales. En este frente empresarial ha colaborado la izquierda sojera, el PCR, el MST de Vilma Ripoll y todos los que flamearon banderas junto a la Sociedad Rural.
«Los traidores»
La oposición «republicana» liderada por Carrió y los restos de la vieja UCR, deberán explicar cómo es que el hombre que le «abrió las puertas a la democracia» fundamentó su voto diciendo que entre «la institucionalidad» y «el corazón», votaba con el corazón. La ruptura con los radicales K fue definitoria en la pulseada a favor de la burguesía agraria, clase a la que en toda la historia han sido fieles los radicales, de todo corazón. El éxodo radical significó, primero, la ajustada votación en la Cámara de Diputados; luego, el empate en el Senado por la «traición» del santiagueño Rached y, por último, el «golpe» de Cobos, el gol en contra sobre la hora.
El jefe de la bancada kirchnerista, el ex -menemista senador Pichetto se confesó, en su desesperada intervención de cierre, contra «este modelo de construcción» de la llamada «concertación plural» de los Kirchner, y le enrostró la traición a Cobos y a los peronistas disidentes con la frase de Jesús a Judas: lo que vayan a hacer, háganlo rápido.
Y lo hicieron: allí estaba Reutemann cuyo discurso fue una apología de la producción sojera y de un «modelo agroexportador» de la gran burguesía rural, junto al hasta ayer kirchnerista, el senador Roberto Urquía de la familia propietaria de Aceitera General Dehesa. A medida que iba avanzando la crisis política entre el gobierno y el campo, la ingeniería elaborada por Kirchner hace tan solo unos meses en el Congreso del Partido Justicialista y en la relación con los gobernadores se desarmaba. La fractura del PJ, la pérdida del control de provincias decisivas como Córdoba, Santa Fé, Entre Ríos y el interior rural de la provincia de Buenos Aires, se sintieron en el Senado. Volvieron a la palestra los Duhalde y Barrionuevo que -tras bambalinas- conspiraron, junto a Rodríguez Saá de San Luis y Romero de Salta. Hasta reapareció el senador Carlos Saúl Menem que ni con neumonía se perdía semejante vendetta. Todo este frente se conjuró en la aristocrática Cámara de Senadores donde sobreviven los dinosaurios de la casta política patronal.
Los Kirchner en su laberinto
Al no intervenir la clase trabajadora, la crisis política iniciada hace cuatro meses ha tenido un primer resultado hacia la derecha. Pero la crisis no ha concluido, sino que ha escalado a un punto más alto.
La oposición sabe que no puede reemplazar al gobierno en lo inmediato. Cobos ha declarado que quiere «acompañar a la presidenta hasta el 2011». Necesitan tiempo para rearmar los distintos proyectos políticos que conviven por ahora dentro del frente agrario. Las fuerzas sociales que se expresaron en las rutas, en el lock out agrario, los cacerolazos y los actos de Rosario y Palermo, no se pueden traducir en una fuerza política unificada. Entre los «medianos y pequeños chacareros» de la soja y las clases medias se asienta la figura de Carrió que junto a la revitalizada UCR y la vuelta de los radicales K, tiende a recomponer el viejo partido gorila tras las banderas «republicanas». Pero en perspectiva, así como los Kirchner no pueden seguir gobernando como hasta ahora, con las clases medias en la oposición, sería también muy inestable un gobierno de los representantes de la burguesía agraria apoyado solo en las clases medias, como Carrió, y sin el concurso de la clase trabajadora y sectores populares como lo fue el de De la Rúa. La solución para las clases dominantes volvería a estar en el peronismo pero los gobernadores y figuras como Solá o Reutemann no constituyen aún una renovación para disputar el liderazgo en el PJ.
Néstor Kirchner sostuvo en el acto de Plaza Congreso, en nombre de Cristina, que el gobierno iba a «respetar la resolución del parlamento, sea cual sea». Pero por entonces pensaba en una segura victoria en el Senado. Ahora, la derrota lo obligaría a ir a una negociación con la patronal rural para pactar una ley consensuada en la cámara de diputados. Pero los Kirchner venían de reafirmar en el acto de Plaza Congreso, su identidad «nacional y popular» («populista» como definió Menem en el Senado) y centrada en la polarización contra los que llamó una reedición de los «comandos civiles del 55 o los grupos del tareas del 76». Todo lo contrario a la «unidad nacional» y el «consenso» que le reclaman los Miguens, Llambías y el peronismo sojero. Por eso es que el oligárquico La Nación augura que «Una administración débil deberá afrontar un destino de tres años y medio más de vida. Podrán citarse muchos ejemplos de gobiernos del mundo que perdieron votaciones en los parlamentos y tuvieron luego una vida lozana. Son ciertos. La única y crucial diferencia es que ninguno de esos gobiernos mandaba como mandaban los Kirchner». No está descartado que el kirchnerismo intente, tardíamente, medidas para lograr recuperar base social como venían anunciando con aumento de asignaciones familiares y jubilaciones, así como presentarán el salvataje a los empresarios españoles que vaciaron Aerolíneas como una «gesta nacional». Pero la constante en los gobiernos «progresistas» que sufren embates de la derecha es la tendencia a pactar y negociar con ella, como lo ha hecho Chávez en Venezuela y Evo Morales en Bolivia. Es decir, más concesiones que pagaremos los trabajadores y el pueblo.
Llamado urgente a unificar la «tercera posición»
En el terreno de la izquierda, la crisis dejó, en primer lugar, una importante clarificación. Se terminó el despolitizado discurso de «la unidad de la izquierda» más allá de los programas y las políticas. Se desenmascaró la izquierda que no tiene ningún anclaje de clase y fue detrás de la Sociedad Rural, como el PCR, el MST y otros grupos que vergonzosamente manifestaron en Palermo y ahora festejan la baja de las retenciones, es decir la suba de precios y la mayor caída del salario, junto a la superexplotación del peón rural.
Desde el PTS proponemos al Partido Obrero, al Bloque Piquetero Nacional, al MAS y a todas las organizaciones sociales, sindicales, estudiantiles y organismos de derechos humanos- trabajar para la convocatoria a una Asamblea Nacional de la «tercera posición» que se convierta en un fuerte polo político en la crisis nacional, con independencia política de ambos bandos patronales y en defensa de las reivindicaciones obreras y populares. Aumento general para los planes sociales y los salarios, el fin del trabajo precario empezando por la derogación de la ley Videlista que rige al trabajador del campo. Salario igual a la canasta familiar indexado mes a mes según la inflación. Abolición del IVA y los impuestos al consumo, y establecimiento de impuestos progresivos a las grandes fortunas. Nacionalización del comercio exterior, los puertos privados y las grandes propiedades de tierras y empresas agropecuarias. No pago de la deuda externa y nacionalización de la banca. Ante la crisis a la que nos han llevado los dos bandos capitalistas, opongamos una salida de los trabajadores y socialista.