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Léxico para tiempos de huelgas y manifestaciones (Versión 2010)

Fuentes: Acrimed

El léxico que publicamos en 2003 ha de ser corregido y aumentado permanentemente. He aquí una versión actualizada e ilustrada por algunos artículos, más o menos recientes. Los automatismos del lenguaje oficial son una letanía oficial El consenso bajo vigilancia Reforma: cuando una propuesta de reforma se impone se la suele llamar «LA Reforma». Y […]


El léxico que publicamos en 2003 ha de ser corregido y aumentado permanentemente. He aquí una versión actualizada e ilustrada por algunos artículos, más o menos recientes.

Los automatismos del lenguaje oficial son una letanía oficial

  1. El consenso bajo vigilancia

Reforma: cuando una propuesta de reforma se impone se la suele llamar «LA Reforma». Y oponerse a LA Reforma se convierte en un «rechazo de la reforma». No hay que decir que «los trabajadores se oponen a las políticas liberales que están favoreciendo, cada vez más, a las rentas de capital y están contribuyendo, de paso, a la desaparición del Estado del Bienestar». Más bien hay que señalar que «si hay algo de lo que se puede estar seguros es de la naturaleza, complicada, de las relaciones sociales en Francia, un país acartonado e imposible de reformar. Aquí siempre prima la conflictividad sobre el consenso: es una herencia de la vieja cultura obrera reivindicativa del siglo XIX, adquirida por organizaciones sindicales que crispan el ambiente al defender derechos adquiridos» (Le Monde Économie, martes 7 de junio de 2005, página I). Dicha perorata se lanzó a propósito del sistema de pensiones no contributivas. En 2003, «En France 2 [NDT: canal público, francés, de televisión] Arlette Chabot «reformó Francia»; otro programa llamado «Cruce de palabras» llevó por título «¿Por qué es imposible reformar Francia?». En 2007, a propósito de los regímenes especiales [NDT: de la Seguridad Social] vuelta a los guardianes del consenso y a «LA Reforma».

Reformistas: designa o califica a las personas o sindicatos que apoyan abiertamente las reformas gubernamentales o como mucho, plantean retoques menores. Los partidarios de otro tipo de reformas forman parte, más bien, de un frente del NO.

Modernización: sinónimo de reforma o del efecto de «La Reforma». «LA modernización» es, por principio, tan buena como «LA Reforma»… porque como bien lo comprendió el Sr. De La Palisse, fundador del periodismo moderno, «la modernización permite ser modernos y para ser modernos, basta con modernizarse. El modernismo se contrapone al arcaísmo. Solo las mentes arcaicas son capaces de oponerse a la modernización y solo las mentes arcaicas, reaccionarias y sediciosas son capaces de tener la audacia y el mal gusto de proponer una subordinación de «LA modernización» al progreso». De hecho, «LA modernización» es indiferente a una justicia social que, en la modernidad, es reemplazada por la «equidad». Véase esta palabra.

Apertura: dícese de operaciones de campañas de prensa del Gobierno de turno. La «apertura» se traduce en «signos». Los «signos de apertura» demuestran una voluntad de «moderación». A no confundir con otros tipos de apertura como la «apertura de negociaciones», que suelen ser negativas.

Moderación: dícese de la voluntad gubernamental. Se contrapone al «endurecimiento» de las movilizaciones. Véase «apertura».

Concertación: dícese de las reuniones convocadas por un ministro con el objeto de presentar a las organizaciones sindicales la actitud que va a adoptar para escuchar sus lamentos, aunque no vaya a tenerlos en cuenta. Dependiendo de las necesidades, la «concertación» puede ser presentada como equivalente de «negociación» o incluso, como sustitutivo. Todo Gobierno se muestra indefectiblemente «abierto» a la concertación. Véase «apertura».

Negociación: dependiendo de las necesidades de cada momento, puede ser sinónimo o antónimo de «concertación». Se ruega no insistir en que, a diferencia de la «concertación», la «negociación» suele terminar antes, incluso, de haber comenzado realmente. No hay por qué explicar tamaño milagro: en la primavera de 2003, diez horas de «negociación» le sirvieron la Gobierno para ceder, tan solo, en los puntos en los que ya había previsto ceder.

Diálogo social: Dícese de los encuentros en los que un ministro le habla a los sindicatos, al contrario de lo que ocurre cuando hay «conflicto social» (como si el «diálogo» no fueran más que simples formas destinadas a camuflar o a desatascar el «conflicto»).

Pedagogía: Deber que el Gobierno suele imponer a los periodistas (con mayo ahínco, incluso, que a los docentes). Así es como todo Gobierno da muestras (o debe darlas) de «pedagogía»: se dirige, con paciencia, a un pueblo infantil que no incapaz de pensar. Si «La Reforma» es aprobada es que la pedagogía (y no la fuerza) se impone. Challenges se congratuló de algo así, por anticipado, el 13 de septiembre de 2007. Con ocasión de la reforma de los regímenes especiales [NDT: de la Seguridad Social] afirmó: «Si esta reforma es aprobada sin grandes conflictos, eso demostraría que la pedagogía siempre funciona».

II. La sinrazón de las masas

Crispación: Una palabra como cualquier otra que se refiere a la actitud de los asalariados opuestos a deslocalizaciones, desempleo, dumping social, a la destrucción del derecho al trabajo, del sistema de salud pública y de las pensiones no contributivas. La Francia «crispada» es rígida y se contrapone a la Francia moderna y flexible.

Egoísmo: es lo que caracteriza a los desempleados, a los trabajadores precarios y en general, a las clases populares. Por ejemplo: el rechazo al dumping social es un síntoma claro de egoísmo que, por supuesto, no tiene nada que ver con aquellos que se benefician de las stock options.

Individualismo: puede ser un vicio o una virtud. Es un vicio cuando implica solidaridad entre dominados y una virtud cuando carcome los movimientos sociales.

Corporativismo: mal que aqueja a los asalariados que defienden sus derechos, con excepción de los propietarios de los medios de comunicación. En este último caso se puede decir, como Jean-Michel Aphatie: «Encuentren un argumento mejor que el corporativismo ¡por favor!». La acusación de corporativismo es, de hecho, un argumento sólido, excepto cuando se le achaca a conocidos periodistas.

Malestar: dícese del «problema» más o menos grave, que puede llegar hasta un profundo «mal rollo», vivido o padecido por una profesión entera. Desde la Primavera de 2003, el malestar afecta notablemente a los docentes. El malestar puede suponer «reivindicaciones» que, entonces, se convierten en «síntomas». El malestar y sus síntomas, cuando son diagnosticados por periodistas y por «expertos», necesitan de tratamientos específicos.

Cabreo: es uno de los síntomas más graves del malestar. Es un signo de salvajismo. Véase «cabreados», analícese y compréndase cotejando, por ejemplo, los «cabreados» universitarios a los «licenciados» de los que siempre habla en Gobierno.

  1. Parole, parole, parole

Quejas: son una expresión del cabreo.

Testigos presenciales: ejemplares que pululan entre la masa de huelguistas y de manifestantes y que protagonizan un par de minutos de gloria en la tele o de líneas en los periódicos del día siguiente. El testigo, expresa sus emociones, jamás se le pregunta por sus razones o por el sentido de las acciones. Los que de verdad saben de eso son los «expertos», la élite de los medios de comunicación es la que argumenta, la que conoce las motivaciones y entiende, realmente, el sentido último de las cosas. La élite piensa; los testigos solo se «quejan». Véase dicho término.

Experto: suele ser el invitado por los medios de comunicación para explicar a los huelguistas y a los manifestantes que el Gobierno ha tomado la única medida posible pensando, por supuesto, en el interés general. Los expertos suelen lamentar las «quejas» de los «extremistas» (véase esta palabra) y de los «irreductibles», esos privilegiados egoístas e irresponsables (véase «corporativismo») que impiden escuchar el «discurso razonable» de los arquitectos del «diálogo social».

Editorialismo: rama del periodismo encargada de redactar editoriales. Como los editorialistas siempre son muy sensatos, suelen multiplicar sus apariciones en diversos medios de comunicación. En algunos de ellos se convierten en «cronistas»; en otros, se les «entrevista» y en todos, se les «invita». Ejemplo locuaz: Alain Duhamel. Ejemplo de «cronista»: Pierre-Luc Séguillon, especialmente en 2003.

Entrevistador: periodista encargado de entrevistar. Los mejores, son modestos editorialistas que se limitan a plantear preguntas capciosas. El entrevistador es un editorialista constreñido por los puntos de interrogación. O casi: Christine Ockrent es una entrevistadora; Jean-Pierre Elkabbach, también; Aphatie, no cabe duda.

Debate: dícese de las gritaderas que se intercambia la élite pensante, de «expertos» y «editorialistas», alrededor de una mesa. Algunos de ellos son capaces, incluso, de «rehacer el mundo».

Tribuna libre: suele organizarse para dar respuesta a aquellos que se inquietan por el estado del pluralismo en los medios de comunicación. Se trata de espacios reservados a los «expertos» dominantes. De vez en cuando puede aparecer en ellos algún contestatario perdido cuyo único mérito real, suele consistir en una ausencia total de crítica hacia los medios de comunicación.

Cartas al director: en la prensa escrita se le llama así a las firmas relegadas, de textos cuidadosamente tratados, por supuesto, escritos por no-expertos.

Llamadas de los oyentes: equivalente audiovisual de las «cartas al director». Esta forma avanzada de democracia directa, competencia directa de los SMS, permite conocer y dar a conocer la opinión de la «gente». Técnica recomendada para permitir expresar en no más de quince segundos, lo que se espera que digan, ejemplares cuidadosamente seleccionados provenientes de toda la escala social. No confundir con las «entrevistas», que son demasiado largas. Hay casos de libro, por todas partes, todos los días.

Opinión pública: suele expresarse en sondeos dados a conocer, generalmente, a través de «grandes periodistas» que interpretan los datos erigiéndose, así, en sus portavoces. Algunos ejemplares de la opinión pública suelen ser entrevistados, incluso, en los telediarios. Los huelguistas y los manifestantes no forman parte de la «opinión pública» que, más bien, se les contrapone.

Contribuyentes: nombre con el que se conoce a la parte de la opinión pública que paga impuestos que financian los servicios públicos. Cuando el dinero público se despilfarra en subvenciones a empresas nadie se acuerda de su origen. Lo que más bien tiende a subrayarse es que «las pensiones de los funcionarios se financian con el dinero de los contribuyentes». Jamás se recuerda que «las exoneraciones fiscales a las empresas se hacen a costa del erario público».

  1. Movimientos de tropas

Tropas: forma de acción colectiva de huelguistas y manifestantes cuando responden a los llamamientos y consignas de los sindicatos. Suele hablarse, entonces, de «ejércitos de manifestantes», de «tropas sindicales», pertenecientes a sindicatos que, aunque «movilizan» a su gente, después «no la controlan».

Confrontación social: dícese de los efectos de la movilización de «tropas». Un periodista riguroso no suele hablar, jamás, de «sobresaltos» (como lo hizo, en el telediario estrella de TF1, el miércoles 28 de mayo de 2003, el bueno de Jean-Pierre Raffarin [NDT: ex Primer Ministro francés, entre 2002 y 2005]

Afectados: dícese de los sectores sociales o de las personas a las que les afecta, inmediatamente, «LA Reforma». Se puede decir: «a los ferrocarrileros no les afecta la reforma de las pensiones» o «a los docentes no les afecta la descentralización». Se puede, incluso, ser más riguroso llegando a afirmar que «a los ferrocarrileros no les afecta directamente«. En ambos casos, se puede llegar, incluso, a afirmar que «se sienten amenazados». De donde puede colegirse que no es lo mismo sentirse amenazado que estar directamente amenazado. De todos modos, sentirse o estar directamente amenazado no quiere decir, necesariamente, que se esté afectado por algo. («La CGT [el sindicato mayoritario en Francia] de la SNCF [la compañía nacional de ferrocarriles] que no está directamente afectado por los contratos [NDT: precarios] de primer empleo ha amenazado con convocar una huelga nacional para el martes 28 de mayo», informó Jean-Pierre Pernaut (que también deploró, el 21 de marzo de 2006, «el corporativismo de los ferrocarrileros»).

Usuarios: dícese del adversario natural de los huelguistas. También se les puede llamar «alumnos que preparan las selectividad» o «padres de alumnos, preocupados». «La huelga tiene pinta de ser masiva y dura. Sobre todo, para los ususarios», precisó David Pujadas, dando muestras de una evidente preocupación por el futuro de los ferrocarrileros, el 13 de noviembre de 2007.

Rehenes: sinónimo de «usuarios». Término que viene al pelo para describir las dificultades que padecen como consecuencia, no de la intransigencia del Gobierno de turno, sino de la obstinación de los huelguistas. Son las «víctimas» de las huelgas. Los rehenes aparecen como inmejorables «clientes» en las llamadas de los oyentes: cualquier reportaje que se precie debe presentarlos como sobrepasados o resignados y a veces, incluso, como, ligeramente solidarios. De entre los «rehenes», algunos merecen una especial compasión ¿adivinan cuáles?

Desmadre: dícese de los inconvenientes que genera un día de huelga en el transporte. Eso por oposición, sin duda, a la idílica armonía que reina en los días sin huelga.

Tortura: decíase (y aún puede decirse) de las condiciones de vida de los asalariados sin empleo y de los jóvenes sin futuro cuyos horizontes están trufados de ingresos miserables, kurros precarios y cursillos de reinserción laboral y que, además, viven en barrios periféricos carentes de servicios públicos, actividades para el ocio y de un transporte público digno de tal nombre. Se trata de un fenómeno prácticamente invisible para las teles y cuando no lo es, a lo más que se llega, es a atribuirle la culpa a los residentes. Además, cada vez más tortura es más bien sinónimo de las dificultades para utilizar el transporte público en días de huelga. Lo que las teles suelen hacer es poner las imágenes y colgarle el sambenito a un culpable muy concreto: el huelguista.

Negro: calificativo que suele asignársele a un día cualquiera de huelga. En 2005 fue martes. En 2009, jueves («jueves negro», «día tirando a gris claro», según la poética descripción del contemplativo Jean-Pierre Pernaut. A otros días de la semana pueden asignárseles otros colores: los días «rojos» o «naranjas», por ejemplo, suelen tener que ver con operaciones entrada y salida -de tráfico. Los días de huelga en cambio, no: son siempre «negros», el color del «caos».

Caos: dícese, descriptivamente, de las consecuencias de los «días negros». También es utilizado para referirse a las consecuencias de un tsunami o de un terremoto.

Suspicacias: dícese, sobre todo en el Figaro [NDT: el periódico de derecha más importante de Francia] de cualquier tipo de duda generada por medidas impuestas por el Gobierno de turno cuya actitud, por el contrario, suele caracterizarse por la claridad y por la firmeza.

Endurecimiento: dícese de la resistencia de los huelguistas y de los manifestantes a la «firmeza» del Gobierno de turno no exenta, empero, de un toque de «apertura». Véase dicha palabra.

Viento fresco: dícese de las movilizaciones que reivindican lo mismo que la prensa desea.

Radicales: se refiere, sobre todo en el Figaro, a los huelguistas y manifestantes cuyas reivindicaciones no coinciden, precisamente, con el «viento fresco». Se trata, más o menos, de un sinónimo de ultraizquierdistas que, a su vez, también puede ser sinónimo de -entre otras cosas- «integristas».

Violencia: inaplicable a la explotación, a las formas modernas de gerencia o a los despidos laborales. El término se refiere, más precisamente, a los denunciantes de abusos y al discurso que emplea par referirse a dicha circunstancia (por ejemplo, cuando se califica, a los gerentes de Caterpillar, de «perros»). Siempre y cuando se respeten las normas de la buena educación, la «violencia» suele ser casi siempre «condenable» y condenada…

Traducción: Juan Agulló

Fuente original: http://www.acrimed.org/article3367.html