Los medios de comunicación han arremetido estos días contra la huelga efectuada el pasado viernes por los trabajadores de Iberia, quienes al parecer se lanzaron a una protesta espontánea cuando vieron peligrar sus condiciones laborales ante el eventual traspaso de competencias de «handling» (carga y descarga de aviones) de Iberia a nuevos operadores como consecuencia […]
Los medios de comunicación han arremetido estos días contra la huelga efectuada el pasado viernes por los trabajadores de Iberia, quienes al parecer se lanzaron a una protesta espontánea cuando vieron peligrar sus condiciones laborales ante el eventual traspaso de competencias de «handling» (carga y descarga de aviones) de Iberia a nuevos operadores como consecuencia del proceso de liberalización del sector. La lluvia de críticas no se circunscribió solamente a la prensa conservadora, sino también a los representantes mediáticos del progresismo liberal (por llamarlo de alguna manera). Véase la editorial de El País del pasado sábado 29 de julio en la que se ponía a parir a los trabajadores y se pedía una actuación contundente por parte de la administración contra quienes promovieron la protesta.
Parece ser que el señor Director y compañía se escandalizan de que se produzca una huelga directamente surgida de los trabajadores. Sin embargo, su ilustre periódico no parece escandalizarse lo más mínimo por las consecuencias laborales resultantes de la continua liberalización y desregulación laboral y el consecuente traspaso de trabajadores de unas empresas a otras como si fueran simple mercancía al servicio del capital (dicho sea de paso que muchos de los afectados por la huelga no deben ser en absoluto ajenos a dichas consecuencias). En cualquier caso, basta echar un vistazo a la sección de economía del periódico en cuestión para entender que las liberalizaciones, el traspaso de contratas de unas empresas a otras y los reajustes de plantilla que permite la creciente «flexibilidad laboral», no son solo inevitables, sino también buenos para nuestra economía, nuestro crecimiento y nuestra competitividad en el mercado internacional. Por supuesto, los trabajadores de Iberia no deberían cometer semejantes escándalos, sino que deberían acatar sumisamente el rigor del mercado y en todo caso comprender que sus representantes sindicales siempre pactan «la solución menos mala para ellos». Es más, los trabajadores deberían sonreír felizmente al leer en los periódicos que, gracias a sus continuos despidos y precarización, la economía española va viento en popa, y que aquellos misteriosos numeritos que miden nuestro bienestar suben vertiginosamente. ¡¡Mira la sección de negocios, las bolsas suben, cada día nos va mejor a los españoles!! Es deprimente que el único periódico de masas que no está controlado por el partido de derechas persista en su retórica neoliberal.
Resulta que el pasado viernes algo falló. Los trabajadores de tierra de Iberia se organizaron por su cuenta, sin intermediarios liberados que se encargaran de firmar un acuerdo antes de que se produjera una protesta efectiva. Resultado: una huelga de verdad, es decir una huelga con repercusión y por tanto con capacidad de negociación real frente a los intereses mercantiles. Esta vez, la administración y los complejos empresariales no habían tenido tiempo de organizar todos los previos para evitar que una huelga cuidadosamente pactada alterase la normalidad y trascendiese un carácter meramente simbólico. Tampoco había tenido tiempo para que su aparato mediático silenciara las consecuencias de la huelga. Esta vez no estaba el Pío Cabanillas de turno, periódico en mano, dispuesto a asegurar antes del comienzo mismo de la huelga, que ésta había sido un rotundo fracaso.
Pertenezco a esa joven generación que le ha tocado empezar a buscar trabajo en el siglo XXI, que ha aprendido a entrar en las empresas con la cabeza gacha, a asumir que las vacaciones no existen, a hacer la pelota al jefe y agradecerle encarecidamente la obtención de un contrato basura con un sueldo basura. Así nos va. Si efectivamente los trabajadores de Iberia efectuaron la protesta porque vieron amenazadas sus condiciones laborales, seguramente tenían motivos para ello. No creo que lo hicieran a la ligera, ya que todo el mundo es consciente de las represalias y riesgos que supone organizar protestas fuera de los cauces establecidos por la «paz social subvencionada». Desconozco los detalles que motivaron a los trabajadores de Iberia a efectuar la huelga del pasado viernes. En cualquier caso dicha huelga fue, ante todo, una muestra de fuerza de los trabajadores frente a las entidades empresariales que se los traspasan como si intercambiaran cromos. Lo cierto, es que dicha muestra de fuerza hacía falta ahora más que nunca en este país, y desde luego harán falta muchas más si queremos salir de la actual situación, en la que la precariedad y la injusticia laboral se han institucionalizado.