I. Marco de referencia En la era digital y en el proceso de globalización tanto económica como tecnológica los medios de comunicación no solo se limitan a transportar información. Por el contrario, actúan, deciden, orientan y discriminan. En ese sentido juegan un rol determinante en los procesos políticos de las democracias y más aún en […]
I. Marco de referencia
En la era digital y en el proceso de globalización tanto económica como tecnológica los medios de comunicación no solo se limitan a transportar información. Por el contrario, actúan, deciden, orientan y discriminan. En ese sentido juegan un rol determinante en los procesos políticos de las democracias y más aún en un hemisferio como el de América Latina en que con dificultades se avanza en participación ciudadana para que las Constituciones de los países no sean letra muerta sino posibilidades ciertas de Estados Sociales de Derecho.
Dentro de este contexto, la comunicación se encuentra referida a unos espacios sociales específicos: cada territorio nos revela la existencia de diversos campos de conflicto que son estructurados por múltiples actores sociales. No hay campos de conflicto social exentos de lógica de control, manipulación, ocultamiento, visibilización, y en esa medida la comunicación asume formas distintas que cambian conforme las estrategias que los actores viabilizan frente a los conflictos que enfrentan y las posiciones que asumen.
En ese sentido, la democracia en América Latina está en mora de abrir un debate a fondo para repensar las relaciones entre capital, poder, audiencias y medios de comunicación, habida cuenta que éstos últimos se han consolidado como actores políticos que defienden los fines e intereses de los conglomerados a los que pertenecen y representan.
«La ‘plaza pública’ donde se debatían los asuntos públicos fue sustituida por los medios de comunicación electrónica que – si bien propician el debate – lo hacen a través de sus propias agendas, contextos y prioridades. En tanto discusión ‘mediatizada’, la que surge de los medios de comunicación es – por definición – parcial». (1)
De esta manera, la información, como coinciden en señalar varios autores, se ha convertido en un arma de guerra que propende en muchos casos de Latinoamérica por «horadar proyectos políticos que resisten a los planteos hegemónicos» (Stella Calloni, 2008).
La realidad muestra que los medios masivos de comunicación como las grandes cadenas de radio y televisión son dispositivos de control social que controlan, restringen y clasifican los flujos de información.
Por ello Noam Chomsky ha señalado que «la propaganda es para la democracia lo que es un fusil para un Estado totalitario».
La poliarquía (2) en el sentido del gobierno de élites que es el caso que ha dominado el devenir político de América Latina «emplea la comunicación como su arma principal para reprimir y controlar los pueblos…En este modelo el pueblo está excluido del poder y su acceso al conocimiento y a la información está rígidamente limitado por una minoría elitesca que mantiene acaparado el poder económico mediático y político». (3)
II. Conglomerados de la comunicación vs. gobiernos progresistas
El influjo y la capacidad de manipulación de los grandes medios de comunicación en los procesos políticos de América Latina se ha evidenciado en la forma militante en como han intervenido en las coyunturas electorales de países como Venezuela, Ecuador, Bolivia y recientemente en Paraguay con la escogencia de Fernando Lugo, como Presidente de la República, a quien en plena campaña electoral buscaron vincularlo con el grupo guerrillero colombiano de las Farc.
En Venezuela y Ecuador se hace un periodismo político militante, lo cual resta credibilidad en muchos casos. Si bien la noticia es sagrada y la opinión es libre, se ha caído en la práctica de que se editorializa la información, acudiendo al insulto, la tergiversación y la estigmatización.
Ello ha contribuido a generar un clima de mayor pugnacidad política y a deslegitimar la institucionalidad y la democracia.
Respecto del caso venezolano, los medios de comunicación auparon el golpe de estado contra el presidente Hugo Chávez en abril de 2002; en Bolivia se ha tratado de deslegitimar al presidente Evo Morales; y en Ecuador periodistas de reconocidas y tradicionales cadenas de televisión han insultado y desprestigiado al presidente Rafael Correa.
Dentro de esta realidad, «la consabida libertad de los medios de comunicación es un mito». (4) Y es un mito porque la «concentración empresarial en el sector de la comunicación y la progresiva transformación de la información en mercancía implica una negación» de los derechos ciudadanos, a «la libertad de expresión, a la diversidad y pluralidad mediática». (5)
Por eso la decisión del presidente venezolano Hugo Chávez de no renovar la concesión de la frecuencia RCTV que venció en 2007 fue presentada por los conglomerados mediáticos como una medida dictatorial que suprimía el «derecho a la libre expresión» y amenazaba la libertad de prensa.
Igualmente ha ocurrido en Ecuador con el gobierno del presidente Rafael Correa que ha incautado bienes, entre ellos canales de televisión, de banqueros corruptos que timaron a la población ecuatoriana.
La disputa de Chávez y Correa con los conglomerados mediáticos «en realidad, nada tienen que ver con las demandas de ‘libertad de expresión’, o de ‘libertad de prensa’, con las cuales el poder quiere mantener su control y hegemonía sobre la semiótica de los discursos, sino con la vigencia del modelo neoliberal, entendiendo a éste en su sentido más amplio y epistemológico, es decir, como un modelo hecho, de una parte, para alterar de manera profunda y radical las relaciones de poder en beneficio del capital financiero; y, de otra, para clausurar de manera definitiva los horizontes emancipatorios y posicionar al liberalismo como única perspectiva de las posibilidades humanas». (6)
El caso de manipulación mediática en Bolivia se asemeja a los de Venezuela y Ecuador. Si a Chávez varios medios lo tildan de dictador», al de Evo Morales lo califican de «gobierno terrorista».
Para desarrollar su campaña de desinformación, la denominada «gran prensa» que hoy es multimedia utiliza uno de tantos métodos malintencionados consistente en seleccionar imágenes, palabras y videos, sacarlos de su contexto y ponerlos en otro totalmente diferente, de tal manera que se distorsiona total o parcialmente la información.
Caso concreto la manera como «informa» el diario El País de España sobre el acontecer político de Bolivia. Este diario madrileño promueve en forma sistemática una «versión de los hechos» que busca hacer ver que el consorcio Repsol viene siendo atropellado por el gobierno boliviano en sus actividades empresariales en ese país.
La razón es que del consejo directivo del citado periódico hacen parte varios inversionistas del mencionado consorcio de capital español, multinacional de petróleo y gas, que hace parte de las diez mayores petroleras privadas a nivel mundial. A raíz de la nacionalización del petróleo y el gas en Bolivia, los intereses de esta empresa fueron afectados al tener que ceder la mayoría de sus acciones al gobierno. Por lo que se ha vuelto costumbre que sus accionistas manifiesten su descontento a través de uno de sus canales de manipulación de la opinión pública, el periódico El País, del Grupo Prisa.
Los denominados mass media han fabricado una «matriz» informática para calificar de «populistas» y «caudillistas» a los gobiernos de izquierda que vienen irrumpiendo en América Latina y de esta manera descalificarlos y deslegitimarlos de plano, pues buena parte de ellos están contra el pernicioso modelo neoliberal que defienden a capa y espada los grandes empresarios de los medios de comunicación.
III. Cuando los medios cohonestan con el gobierno (caso colombiano)
Contrario sensu a los casos reseñados anteriormente, en Colombia la situación es la de alianza de los grandes conglomerados de la comunicación con el gobierno del presidente Álvaro Uribe Vélez para respaldar en forma contundente un proyecto neoliberal y ultraconservador, alineado a Washington, dado que el mismo permite defender sus intereses económicos y corporativos.
En efecto, gracias a la complicidad de los grandes medios de comunicación de propiedad de los oligopolios y de los sectores de la más recalcitrante ultraderecha como son los canales privados de radio y televisión RCN y Caracol, los diarios El Tiempo de Bogotá (del grupo neofranquista Planeta de España y de la familia Santos que está incrustada en el gobierno), El Colombiano de Medellín y El País de Cali, entre otros, el presidente Uribe ha logrado consolidar todo un aparato sistemático que, a través de operaciones psicológicas mediáticas que cuentan con asesoría norteamericana, no solo ha conseguido demonizar a sus adversarios sino que políticamente le ha permitido el aprovechamiento social, político y militar en su afán de estigmatizar y condenar a las Farc, cerrando toda posibilidad de una aproximación, así sea para lograr un acuerdo humanitario que permita la liberación de decenas de secuestrados.
En esta guerra psicológica el colombiano del común es víctima de los titulares sueltos, los cuales constituyen simples consignas propagandísticas. Se deja a un lado el análisis, no hay contexto y en contrate, se disparan titulares e imágenes con demoledora precisión que deforman los hechos de acuerdo con los intereses rentísticos de los dueños de los medios de comunicación.
Es evidente que esta estrategia de imposición en Colombia del «Pensamiento Único», como diría Ignacio Ramonet, responde a los intereses hegemónicos norteamericanos en estrecha conexión con los de la más recalcitrante ultraderecha que en este país andino representan el gobierno del presidente Uribe Vélez, los terratenientes, los especuladores financieros, los grandes empresarios, lo más retardatario del bipartidismo tradicional, corrupto y deslegitimado, y los sectores emergentes vinculados al paramilitarismo, el narcotráfico y el contrabando.
Para el eje Washington-Bogotá, o mejor Bush-Uribe, la Estrategia Psicológica Mediática constituye el arma dominante de la guerra de cuarta generación, en su variante «contraterrorista», para lo cual los medios de comunicación se han convertido en los nuevos ejércitos de conquista con el propósito fundamental de direccionar conductas y opiniones en la búsqueda de objetivos de control social, político o militar. Así como la religión católica sirvió de elemento ideológico en la conquista española de América Latina para disculpar y dar vía libre a todas las atrocidades y saqueos que cometieron los ibéricos en estos territorios, hoy los medios cumplen el mismo rol en beneficio del gran hegemón y sus áulicos y cipayos en los países tercermundistas.
En este contexto, los ejércitos militares, son sustituidos por especialistas en insurgencia y contrainsurgencia, y por expertos en comunicación y psicología de masas. Los blancos ya no son físicos sino psicológicos y sociales. El objetivo ya no apunta a la destrucción de elementos materiales (bases militares, soldados, infraestructuras civiles, etc.), sino al control del cerebro humano. Las grandes unidades militares (barcos, aviones, tanques, submarinos, etc.) son sustituidas por un gran aparato mediático compuesto por las sofisticadas redacciones y estudios de radio y televisión. El objetivo estratégico ya no es el apoderamiento y control de áreas físicas, sino el dominio y control de la conducta social masiva.
Cuando en Colombia el gobierno y los medios de comunicación se refieren a las Farc buscan que los ciudadanos asocien en su mente consignas de miedo vinculadas con «terrorismo», sin analizar los qué, los por qué y los para qué. Al mismo tiempo estigmatizan y descalifican a mandatarios latinoamericanos como Hugo Chávez, Rafael Correa y Evo Morales, señalándolos como «adversarios» del gobierno colombiano. De esta manera, Washington y su ejecutor, el gobierno de Uribe Vélez, han logrado que los colombianos estén inmersos en la Guerra de Cuarta Generación.
Simultáneamente, la Casa Blanca, el Pentágono, el Comando Sur, el Departamento de Estado, el Congreso norteamericano y agencias de cooperación estadounidenses, son presentados en los mass media colombianos como instancias políticas que contribuyen eficazmente al desarrollo sociopolítico y económico de este país suramericano. No hay semana que un funcionario o militar norteamericano deje de visitar Bogotá y su presencia constituye titular de primera plana en periódicos, telediarios y radionoticieros, puesto que para los «gurús» del periodismo colombiano, «Washington locuta, causa finita».
Tanto la administración Uribe como la «gran prensa» buscan generar en el imaginario colectivo el convencimiento de que el gobierno estadounidense es pieza clave y determinante para buena parte de la solución de los problemas de Colombia. De esta manera, disimulan su verdadera política consistente en beneficiar a los inversionistas estadounidenses vía TLC para abrir las puertas de este país a los capitales golondrina, a la especulación financiera, el lavado de activos y a las exportaciones norteamericanas que terminarán por hundir el campo, a los agricultores y a los pequeños industriales colombianos.
IV. Efectos perversos para la democracia
La gran carga ideológica de los monopólicos conglomerados de la comunicación y la falta de un ejercicio dialéctico para entender, analizar e interpretar los fenómenos sociales, políticos, económicos y culturales afectan la transparencia y el derecho a la información en los procesos democráticos de América Latina.
Sobre todo los «rasgos básicos de la democracia», es decir: «pluralismo, competencia, elecciones, principio de mayoría y constitucionalismo». (7)
Al tratar de imponer un «pensamiento único» con el propósito de defender intereses privados es evidente que se atenta contra el principio de pluralidad, generando pugnacidad al interior de las sociedades.
La competencia y los procesos electorales se cargan de animosidad y los gobernantes se ven obligados a tornar sus discursos en pronunciamientos agresivos y a enfrentarse y a polemizar con los medios de comunicación.
Esta situación de confrontación entre el poder político y el poder mediático no solamente polariza a la sociedad sino que resta posibilidades de participación ciudadana en la discusión de las agendas nacionales, pues la voz del ciudadano queda ahogada frente a la de los principales contendientes.
Ante este fenómeno de enfrentamiento y manipulación, pues tanto los medios como los gobernantes buscan atraer audiencias, se hace prioritario que en América Latina se comience a dar el debate sobre la necesidad de abrir posibilidades de construcción de nuevos referentes éticos y políticos en los procesos comunicacionales, así como en posibilitar mayores canales de participación.
En concepto del sociólogo brasileño, Emir Sader, actual secretario ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), la democracia puede mejorar sus niveles de participación ciudadana si logra abrir espacios de pluralidad que permitan disputarle audiencia a la «gran prensa» que en este continente tiene condición de monopolio, «frecuentemente familiar y con estrechos vínculos tanto con el partido político hegemónico como con el establecimiento».Para ello plantea como alternativa abrir paso a «una prensa pública que permita revertir la hegemonía neoliberal». En esta lucha por el «posneoliberalismo» que se viene dando en diversos países del hemisferio, señala Sader, «un rol central es la construcción de una prensa pública que no debe ser solo de debate sino también de consolidación de nuevos valores, porque no hay otra forma de vida hoy día que dispute la hegemonía capitalista de la vida norteamericana. Ella penetra en el mundo prácticamente sin defensa, sin resistencia fuerte, no hay otra forma de sociabilidad que se le oponga con fuerza a nivel global y bastante también a nivel local. La esencia entonces de generar una prensa pública es la de abrir espacios de construcción, de identidades diversificadas, de identidades autónomas, y consensos alternativos». (8)
Coincide en ese sentido con Sader, el filósofo español Carlos Fernández Liria, para quien «la libertad de expresión y la prensa privada son incompatibles», por lo cual se hace indispensable que el Estado cuente con medios de comunicación pero a partir de un proceso de enseñanza pública.
En concepto de Fernández Liria, «la enseñanza estatal es, en realidad, el único reducto institucional de libertad que todavía queda para el uso público de la palabra, el único recinto de autonomía que todavía resiste a las presiones del mercado. Y eso ocurre, simplemente, porque sus profesores no pueden ser cesados de su cargo por lo que enseñan en sus clases». (9)
No obstante el gran monopolio de las comunicaciones, el fin del siglo XX marca un hito en el proceso de las tecnologías de la información con el uso masivo del Internet, que al decir del escritor uruguayo Eduardo Galeano, «ha abierto espacios de comunicación alternativa muy importantes y es una paradoja al revés, por fin una paradoja linda, una paradoja buena, porque Internet es un sistema mundial de comunicación organizado por el Pentágono al servicio de fines militares, o sea, nace al servicio de la cultura de la muerte, de la programación universal de la muerte y, sin embargo, se ha convertido en un centro de resonancia, de voces alternativas que antes resonaban en campanas de palo y hoy en día a través de este sistema encuentran un espacio muchísimo más amplio y esto permite también articular movimientos inspirados en la lindísima idea de que el planeta tierra puede ser salvado todavía, de que la condición humana no es tan jodida como creemos, de que la solidaridad es todavía posible, todos estos movimientos por miles que hay: ecologistas, feministas, de derechos humanos, de defensa de la diversidad sexual, de la recuperación cultural, de las radios comunitarias, de montones de cosas que existen, han encontrado espacios de comunicación como para tejer una red».
Lo importante, agrega Galeano, es que «es un medio no un fin, aunque se enredan muchos los medios y los fines, sobre todo en el mundo de hoy en el que los medios han ocupado el lugar de los fines». (10)
Aunque es notable este avance, hay que señalar que entre más novedosa sea la tecnología se piensa por lo general que igualmente mayores son las posibilidades de un ejercicio democrático a través de ella, cuando en realidad la cualificación de la participación social y política depende de la transformación de las relaciones de poder en las que estamos insertos.
Siendo la comunicación una dimensión fundamental en la construcción de lo público, en la medida en que haya iniciativas de origen local, cuyas dinámicas por el proceso de globalización son ocultadas, adquieren una gran relevancia dado que son capaces de permear a partir de los territorios y regiones a la sociedad en su conjunto.
Estos experimentos si bien incipientes ya se están dando en varios países latinoamericanos mediante lo que se ha denominado la comunicación comunitaria.
Para cualificar los procesos de construcción de la comunicación pública se hace necesario hacer un mapa de la pluralidad de escenarios, formas y lenguajes con los cuales las comunidades visibilizan sus prácticas y discursos sobre determinados conflictos y debates.
De esta manera se posibilita una comunicación más pluralista y democrática, evitando los efectos perversos que el actual esquema de los mass media está causando en el proceso sociopolítico de América Latina.
V. Conclusiones
Luego de este somero ejercicio de aproximación al fenómeno de la comunicación en los países de América Latina, se puede colegir en primer término que los medios masivos de prensa se han consolidado como instrumentos de formación de opinión cuyo propósito fundamental es defender sus intereses económicos y por eso apoyan sin ambages el esquema político que más les es favorable.
Como lo bien señala Galeano, «los medios han ocupado el lugar de los fines». Se podría agregar que hoy los grandes medios de comunicación son al mismo tiempo fines, y son fines particulares, fines privados, a los que poco importa el bien común y los derechos de los ciudadanos. Compiten por el mercado y en consecuencia por una buena participación de la pauta publicitaria nacional o global.
De esta manera, la prensa deja de ser un servicio social responsable y en vez de contribuir a construir ciudadanía y democracia participativa y pluralista, su fin es el de conquistar amplias audiencias de consumidores para dinamizar sus mercados.
En ese sentido, la comunicación es utilizada como estrategia de guerra y de propaganda. De guerra entre modelos económicos y sociales. De ahí que el ascenso de líderes progresistas al poder político en varios países de América Latina haya traído como consecuencia la confrontación entre medios y gobiernos, generando fuertes contradicciones que terminan horadando los procesos democráticos e institucionales en no pocas naciones del continente.
Este proceso de manipulación mediática y confrontación que vive América Latina ha generado sin embargo que amplios sectores sociales y populares busquen múltiples caminos de resistencia como los medios alternativos, la utilización de Internet y las nuevas tecnologías de información, porque existe la necesidad de democratizar el acceso a la comunicación y ello se logrará si se comienza por recuperar el derecho a la palabra, al disentimiento, al pluralismo, a las formas auténticas de expresión y a las culturas adormecidas.
El pluralismo informativo y el acceso de diversos puntos de vista a los canales masivos de comunicación contribuirán en forma definitiva a construir una «democracia de ciudadanas y ciudadanos», dado que «la falta de información y de debate constituye una carencia grave, porque la democracia -que se basa en la reflexión y el debate de los ciudadanos y sus líderes- es la única forma de organización política que tiene capacidad para rectificarse a sí misma. Ésa es la principal ventaja para hacer de la democracia un sistema justo y eficaz». (11)
Notas bibliográficas
1.- Beltrán Yuri Gabriel, comentario-aporte a trabajo avance de Fernando Arellano Ortiz en el curso Democracia en América Latina, Escuela PNUD, diciembre 7 de 2008.
2.- Dahl Robert, La Poliarquía, Tecnos Madrid, 1989.
3.- Golinger, Eva, El terrorismo mediático, las operaciones psicológicas, la SIP y la necesidad de un movimiento internacional de comunicación revolucionaria, febrero 2 de 2008, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=65444
4.- Del Valle, Amaury, entrevista a Pascual Serrano, La información es una guerra, mayo 3 de 2005, http://laventana.casa.cult.cu/modules.php?name=News&file=article&sid=2526.
5.- Otra comunicación es posible, julio 24 de 2004, http://choike.org/nuevo/informes/2051html.
6.- Dávalos, Pablo, Ecuador y Venezuela. Semiótica y Poder, abril de 2007, http://www.cronicon.net/paginas/edicanter/UltimaEd/15.htm
7.- Gómez Buendía, Hernando; Arciniegas Elizabeth; Hernández Andrés; Definición inicial de democracia, Escuela Virtual PNUD, 2008.
8.- Arellano Ortiz, Fernando, entrevista con Emir Sader, mayo de 2008, http://www.cronicon.net/paginas/edicanter/ediciones24/nota2.htm.
9.- Fernández Liria, Carlos, Periodismo: vergüenza y crimen, mayo 28 de 2002, http://www.analitica.com/bitblio/liria/periodismo.asp
10.- Arellano Ortiz, Fernando, entrevista con Eduardo Galeano en Las fronteras no existen. Por la integración latinoamericana, Editorial Abya-Yala, Quito, Ecuador, 2005.
11.- PNUD, La Democracia en América Latina: Hacia una democracia de ciudadanas y ciudadanos, Alfaguara, 2004.
*Trabajo final presentado por el periodista colombiano Fernando Arellano Ortiz en desarrollo del Curso Democracia en América Latina realizado por la Escuela Virtual del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), entre agosto 25 y diciembre 18 de 2008, bajo la conducción de los docentes José Natanson y Ana Cabria Mellace.