Superados en América Latina los periodos de dictaduras de tan infausto recuerdo, podemos afirmar que, a pesar de las grandes desigualdades que asolan el continente, las instituciones se están dotando de una adecuada y legítima representación de la voluntad popular. Poco a pocos a los gobiernos a los parlamentos y a otras muchas instituciones van […]
Superados en América Latina los periodos de dictaduras de tan infausto recuerdo, podemos afirmar que, a pesar de las grandes desigualdades que asolan el continente, las instituciones se están dotando de una adecuada y legítima representación de la voluntad popular. Poco a pocos a los gobiernos a los parlamentos y a otras muchas instituciones van llegando las voces de los ciudadanos, pero hay un ámbito en el que no existe el más mínimo atisbo de democracia ni representación de los ciudadanos: los medios de comunicación. Ellos, que nacieron como sistema ciudadano vigilante de los otros tres poderes, se han convertido en el más ilegítimo de todos, porque sólo al criterio y a las órdenes de sus dueños empresariales obedecen.
Y no solamente eso, escudados en un mal interpretado concepto de la libertad de expresión, en los medios de comunicación impera la impunidad para aplicar constantemente la mentira, la manipulación, la agresión y hasta el golpe de estado si hace falta contra los gobiernos dignos que están liderando procesos de esperanza en América Latina.
El presidente Evo Morales ha hablado de la «dictadura mediática», el vicepresidente Alvaro García Linera ha denunciado esta situación. Mi preocupación es que no superamos lo que yo llamaría la fase plañidera, que en el caso de nuestros gobernantes es doblemente preocupante. Cuando los representantes dignos de un pueblo llegan al gobierno no se quejan del estado de las carreteras, las arreglan; no denuncia la falta de asistencia sanitaria, construyen hospitales; no protestan por el alto nivel de analfabetismo, alfabetizan. Y yo me pregunto ¿por qué pasan los años y nuestros gobiernos siguen quejándose del abuso, atropello y manipulación al que se ven sometidos por los medio?
Si los medios mienten, hagamos leyes que castiguen la mentira.
Si los medios silencian a nuestros legítimos representantes y sólo permiten la voz de los infames, que esos representantes creen medios donde poder llevar su mensaje al pueblo ¿o están esperando que los haga el mercado?
Si las opiniones de los pueblos no son recogidas en los medios, que los gobernantes representantes de esos pueblos, establezcan las normas y las condiciones para que la voz de esos pueblos pueda ser oída.
Todo eso no se hará en los países -como el mío- donde la complicidad entre gobernantes y oligarquías mediáticas es absoluta. Lo grave es comprobar la forma habitual en que los gobiernos dignos se instalan en el discurso plañidero sin enfrentar el modelo mediático dominante. Para eso se eligen gobiernos dignos, para que no permitan dictaduras mediáticas, ellas no se van a ir solas.
Somos los dueños de nuestro futuro, no hay nadie por encima de un pueblo, por encima de sus leyes, ni ninguna persona por encima de sus representantes. Los medios tendrán el tremendo poder y la impunidad que les permitamos con nuestra legislación y podrán ser neutralizados en su oligopolio mediático en la medida en que nosotros creemos alternativas que acaben con sus privilegios.
Los campesinos se levantaron para conseguir la propiedad de la tierra, los mineros para recuperar sus recursos naturales, exijamos los trabajadores de la palabra, la imagen o el sonido también el control público de los medios que nos silencian y atentan contra los procesos de cambio.