El Telégrafo es uno de los diarios más importantes de Ecuador. Si bien tiene una larga tradición centenaria, recién en 2008, bajo el gobierno de Rafael Correa, se convirtió en un medio público. Conversamos con su director, Orlando Pérez, sobre la tensión medios privados-medios públicos en la actual coyuntura que vive América Latina, y […]
El Telégrafo es uno de los diarios más importantes de Ecuador. Si bien tiene una larga tradición centenaria, recién en 2008, bajo el gobierno de Rafael Correa, se convirtió en un medio público. Conversamos con su director, Orlando Pérez, sobre la tensión medios privados-medios públicos en la actual coyuntura que vive América Latina, y sobre las nuevas legislaciones progresivas en materia comunicacional que diversos países se dieron en los últimos años -legislaciones enfrentadas por el poder económico concentrado en cada uno de estos países-.
Pérez, quien caracteriza de «actores políticos» a los medios masivos privados, destaca la cercanía comunicacional entre los presidentes posneoliberales y el pueblo, y da cuenta de la importancia de jerarquizar a los medios públicos, intentando siempre brindar periodismo de calidad.
-¿Cuál cree que es el papel que actualmente están jugando los medios masivos privados de comunicación en la coyuntura que vive América Latina? ¿Cómo cree que se han parado estos medios frente a los cambios políticos en la región en los últimos diez años?
-Yo diría con mucha tranquilidad y hasta con mucha confianza, que se han revelado y se han mostrado tal cual son. Es decir, en este momento, en nuestras democracias, los medios privados comerciales, mercantilistas, son actores políticos. Han reemplazado a la oposición política a los gobiernos progresistas en América Latina, y ocupan un lugar preponderante en la agenda política.
Y no son ya los «mediadores» entre la sociedad, los poderes, la ciudadanía; sino que en la práctica, en su quehacer diario, en sus posturas cotidianas, asumen disputas políticas. Lo hacen desde una supuesta neutralidad, desde un altar en el que nadie los ha colocado -pero se lo han colocado automáticamente ellos-: dictan cátedra de moral, de justicia, de leyes, de constitucionalismo, de lo que deben hacer los actores culturales, de lo que debe hacer el gobierno. Y si fuese como parte de los editorialistas, especialistas, de los investigadores del tema, estaría bien, pero lastimosamente estos actores políticos ahora llamados medios de comunicación privados lo que están haciendo es hacer política desde los titulares. En algunos casos incluso han llegado a ser tribunas y tribunales de la realidad general, ecuatoriana, boliviana, argentina, brasilera, etc.
-Países con gobiernos posneoliberales en nuestro continente han avanzado en nuevas herramientas legales para intentar avanzar en una democratización de la tenencia de los medios de comunicación. Hablamos de Venezuela -Ley Resorte-, Argentina y Uruguay -Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, en ambos casos-, y Ecuador -Ley Orgánica de Comunicación-. ¿Cuáles cree que han sido los cambios más importantes en estos casos? ¿Hay nuevos medios o nuevas formas de comunicar?
-Este punto es interesante, y hay que todavía profundizarlo más. En este proceso, lo que ocurrió por parte de actores políticos nuevos, democráticos, progresistas, revolucionarios en algunos casos, es que usufructuaron el rol de autoridad política que tenía primero la derecha, y sus voceros que estaban en los medios de comunicación. Lo que se ha logrado incluso es que la ciudadanía vinculada a la cuestión política por lo menos ya pueda contar con otros elementos para contextualizar lo que se está viviendo, con otros medios. En esa perspectiva me parecen interesantes el establecimiento de líneas directas de estos presidentes con la población, esto que algunos llaman «telepolítica». Son líneas directas de conexión con la ciudadanía, con los habitantes, y sirven para poder desmontar algunas verdades a medias que se publicaban, y también para disputar el terreno de la credibilidad, de la verdad de la noticia que se estaba dando.
Al mismo tiempo creo que son muy importantes las nuevas legislaciones: generan unos campos de disputa en lo legal fuertes, duros, y esa disputa se ha ido ganando porque creo que los gobiernos han alcanzado una legitimidad política. Se han creados voces alternativas: la expansión de las redes sociales, de blogs, de radios comunitarias en Ecuador, Brasil y Argentina. Estas herramientas han constituido un nuevo bloque de referencia informativa y de opinión. Cuando ellos -por los medios masivos privados- dicen que se censura o que se restringe la información están revelando lo que están perdiendo, porque en realidad lo que ha pasado es una expansión del campo de la comunicación. Se amplió, se expandió rotundamente, y quien quiera ahora informarse no se supedita a Clarín, a Comercio, sino que tiene la posibilidad de buscar nuevas fuentes de comunicación. En la medida en que esto siga ocurriendo, las nuevas generaciones de estudiantes, de periodistas, de comunicadores, sabrán que se encuentran con un escenario distinto al anterior. Ya no tienen que arrodillarse ante un medio de comunicación, ya no hay una sola voz. En el caso de Ecuador, por ejemplo, hay una migración fuerte de lectores que se han volcado a El Telégrafo en los últimos años.
-Un reciente informe de la ONG estadounidense «Freedom House» incluye a Ecuador entre los países donde no hay «libertad de prensa» en América Latina. ¿Cuál es su evaluación sobre este estudio?
-Existe una sintonía entre Freedom House y Fundamedios, una fundación de derecha acá en Ecuador. Son ideológicamente afines, trabajan conjuntamente. Los informes de Freedom House son replicados por Fundamedios, y están financiados por grupos que ya sabemos de donde son. Pero así como sale ese informe, Ecuador no figura entre los grupos que censuran a la prensa según un nuevo estudio del Comité para la Protección de Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés). Es decir, según este estudio, en Ecuador no hay elementos que muestren censura.
Hay un elemento muy importante sobre este tema: existe una estrategia mundial de confluencia de algunas personas, de algunas ONG -que como dice Correa, muchas veces no son Organizaciones No Gubernamentales, sino organizaciones que representan a otros gobiernos en otros países- para que jueguen este rol. Primero porque creo que la oposición política en América Latina, esos viejos políticos de derecha, perdieron credibilidad. Segundo, porque desde una supuesta neutralidad, y desde una supuesta presencia en la sociedad civil, indudablemente generan una tendencia política. Los organismos internacionales muchas veces parecerían tener una neutralidad: los creó Dios y todo lo que venga desde ahí es celestial. Me parece que eso es absurdo, porque cualquier entidad internacional también tiene una visión, una ideología. Ya sabemos lo que pasó con esas entidades y las dictaduras en Argentina, Chile, Brasil, y Ecuador mismo: nunca mencionaron nada, ni hicieron nada. Se manejaron de ese modo: con una supuesta neutralidad favorecieron por ejemplo que Pinochet permanezca en Londres mucho tiempo.
-En el Primer Encuentro de Medios Públicos, realizado en Mar del Plata días atrás, Ignacio Ramonet afirmó que los medios públicos han funcionado en los últimos años como «contrapeso» a la hegemonía que en el área tenían los medios privados durante los gobiernos neoliberales de los 90´. ¿Qué papel, a su juicio, tienen que cumplir los medios públicos en la actual coyuntura que vive América Latina?
-Estando de acuerdo con Ignacio en eso, yo agregaría algo más: por lo menos los medios públicos gestaron esa referencia a otra realidad. Lo que nosotros buscamos desde El Télegrafo, por ejemplo, es estar en la construcción del concepto de «periodismo público»: primero logramos ser creíbles, y luego logramos hacer periodismo de calidad, de investigación. Ganamos casi veinte premios internacionales, no dados ni por entidades chavistas ni bolivarianas: hemos ganado premios hasta de la SIP, por ejemplo. Creo que había una corriente muy fuerte, y varias generaciones de periodistas, que queríamos hacer esto: por fin se abrió el espacio, y ahora también está abierto a la juventud. Somos un periodismo de verdad independiente, no dependemos de poderes económicos, empresariales.
Hay un elemento final importantísimo: este periodismo público pone a pensar a la gente. Pone a debatir a la gente y le da elementos para que tome decisiones. Mientras mejor periodismo hagamos hay elementos para tomar mejores decisiones en distintos ámbitos de la sociedad. Lo que pasaba es que antes se hacían cosas y se tomaban decisiones sobre una sola visión de las cosas: sólo lo liberal era bueno. Creemos que el diario público hoy pone a pensar a la sociedad. Estamos haciendo un periodismo ciudadano, al servicio de la ciudadanía, y el objetivo al que queremos llegar necesita de nuevas herramientas todos los días.
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