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Los Nuevos Medios: Mito y Error

Fuentes: Rebelión

I Se afirma que las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) han introducido el intercambio global de informaciones, la comunicación democrática, el acceso de todos al conocimiento, la culminación del progreso humano, es decir, el fin de la historia, entendida como lucha de clases, y así sucesivamente. Se califica el momento histórico actual […]

I

Se afirma que las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) han introducido el intercambio global de informaciones, la comunicación democrática, el acceso de todos al conocimiento, la culminación del progreso humano, es decir, el fin de la historia, entendida como lucha de clases, y así sucesivamente. Se califica el momento histórico actual como sociedad de la información, de los medios (de comunicación, se entiende), como era digital, etc. Las contradicciones parecen haberse esfumado por arte de birlibirloque, puesto que ya nadie habla o se atreve a hablar de ellas.

Sin embargo, ante esta mitificación de las nuevas tecnologías y del desarrollo tecnológico, interesadamente presentado como progreso en general, conviene hacerse algunas preguntas y aclarar algunos conceptos. Ante tantos términos confusos resulta saludable llamar a las cosas por su nombre.

Así, en la pequeña parte del mundo que dispone de esas NT, de esos nuevos medios, la Europa rica y Norteamérica, cabe preguntarse si vivimos en una realidad reflejada por los medios de comunicación o en una realidad de los medios. Cada día afluyen con mayor rapidez más datos y noticias a los ciudadanos. Pero no se tiene en cuenta su limitada capacidad de percepción y mucho menos de asimilación. Con las nuevas combinaciones técnicas a base de satélites, teléfonos, cables de fibra óptica, ordenadores, TV, etc, se crean a nivel mundial nuevas redes de comunicación. Los «multimedia», el «ciberespacio» y la «Internet», por nombrar tan sólo los términos más usados, cautivan el instinto lúdico de millones de seres humanos en una red mediática mundial. ¿Qué sitio queda para el lenguaje y la fantasía en esta era digital, en esta sociedad de medios? ¿Qué valor le corresponde aún a la prensa y al libro en cuanto «espacios de la memoria»? ¿Olvidamos el arte de la imaginación practicado al escuchar la radio? ¿Hacia dónde apunta esta evolución? ¿Se puede y debe intervenir regulando este desarrollo?

Esta cultura electrónica, como cualquier otra, está determinada por la manera en que los seres humanos se tratan y relacionan entre sí y con su entorno natural. En este sentido, la red de medios plantea cuestiones socioculturales y políticas.

II

Desde el punto de vista sociopolítico, se han tomado y se están tomando decisiones fundamentales sin debate público. Históricamente sí se hizo, y de ese debate surgieron los sistemas nacionales de comunicación entendidos como servicio público.

La participación de los ciudadanos en la elaboración de la política de comunicación puede ser un baremo del nivel de democracia existente en la sociedad. Los ciudadanos deben acordar la índole de su sistema de comunicación a través de un debate político abierto, en vez de limitarlo a una elite, o, como mucho, a la democracia capitalista. Pues, hasta ahora, ésta sólo se rige por criterios de rentabilidad financiera, de beneficio privado de los pocos, y no por criterios de rentabilidad social, de mayor calidad de vida para los muchos.

Por otra parte, a la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas se les imponen nuevos términos que poco o nada tienen que ver con su formación y sus conocimientos previos. Hay que aprender el nuevo código, pero no entenderlo. Los usuarios de la técnica no necesitan comprenderla. Basta con apretar un botón o una tecla. Esta simplificación ahorra comprensión.

Sin embargo, siempre es útil hacer el esfuerzo necesario para conocer el origen y la significación, es decir, el contexto, de las palabras. Este conocimiento permite desentrañar sus misterios y coacciones y, por consiguiente, ampliar la conciencia individual y colectiva, facilitando así el posible dominio del entorno natural y social. Porque, como decía el poeta y filósofo materialista Lucrecio criticando el lenguaje obscuro de Heráclito: «… los necios aman y admiran más lo que está envuelto en misteriosos términos; su oreja suavemente puede ser herida y embelesada con gracioso ruido: y el dulce halago a la verdad prefieren» (De la naturaleza, Libro I, 810-815).

Otra dificultad añadida estriba en que el inglés, la lengua del imperio, también es hoy la lengua científica. Además, la oferta excesiva de textos impresos agrava el problema. Muchos están ya anticuados antes de que se publiquen en las revistas especializadas y a menudo ni siquiera se pueden publicar por no poder costear la impresión.

Aquí nos limitaremos a unos cuantos términos, los más usados y difundidos, tales como : analógico, digital, multimedio, ciberespacio e Internet.

III

En la comunicación, el axioma que sintetiza la evolución histórica de los medios es el que H. Pross ha denominado «la economía de señales», esto es: el afán del comunicador (productor) por llegar al mayor número posible de receptores (consumidores) a través de los espacios más amplios posibles con la mayor rapidez y el menor gasto de señales.

Hasta el desarrollo de la electrónica y de la informática, la comunicación se efectuaba mediante un sistema analógico de señales. La señal analógica es la forma de onda natural de la mayoría de los fenómenos naturales, tal como la luz o el sonido.

Pero es mucho más eficaz trasmitir estos fenómenos análogos en forma digital, que se representa por una señal simple de 2 posiciones: 0 y 1, on-off, encendido-apagado, abierto-cerrado.

En el tráfico mundial, el problema no es la escritura, sino los muchos escritos. La facilidad de las comunicaciones requiere signos simples. El código digital (del latín digitus, dedo), esto es, el código de los dedos, de 1 a 10, se aplica para representar una magnitud con cifras del 0 al 9, con cifras y letras (representación alfanumérica) y con pares de signos. En virtud de su simplificación resultan muy prácticos para los cálculos reducirlos a dos elementos, denominados «signos binarios» .

En una sociedad racionalmente organizada, el código digital podría resultar muy estimulante. Los últimos avances de la comunicación digital se podrían emplear para la educación, el intercambio mundial de conocimientos, la participación política en áreas remotas, etc.

La digitalicación (simplificación) favorece la comercialización mundial, así como la concentración e integración vertical, puesto que todas las formas de comunicación se reducen a formato digital, y los productos mediales pueden transferirse mejor. Por otro lado, la comunicación digital, simplificada, puede minar el control jerárquico al posibilitar la producción y distribución de material de calidad.

La digitalización permite también la convergencia de los medios, las telecomunicaciones (sobre todo la telefonía), con la industria de los ordenadores. De este modo, las compañías telefónicas pueden suministrar TV y las TV’s teléfono. Pero esta convergencia presenta problemas que todavía no se han resuelto.

La explosión actual de las plataformas digitales, de TV digital por satélite, constituye la base para la radiodifusión comercial barata a nivel mundial. En la mayoría de los casos se convertirá probablemente en un monopolio o duopolio.

El término colectivo «multimedia» adoptado a través del inglés, no significa más que «muchos medios», del latín «multus»= mucho y «medium» = medio, mediador, es decir, muchos medios de signos lingüísticos, gráficos, sonoros, gestuales y mímicos.

«Ciberespacio» (del inglés cyberspace) lo utilizó el escritor de ciencia-ficción William Gibson para describir una red de ordenadores en donde cada cual puede entrar a fin de hacer nuevas experiencias en ese mundo artificial.

Internet (inter-red) proviene de la vinculación electrónica de cuatro estaciones de ordenadores del ejército estadounidense («Arpanet», 1969), las redes internas de universidades y centros de investigación (Intranet) para el intercambio de datos entre ellos. Estas instituciones financiaban sus propios «nudos» de conexión electrónica a la red. De este modo la organización mundial de la red no necesita ninguna institución internacional. Quien esté interesado (del latín inter-esse = estar entre), puede intervenir gratuitamente en tanto en cuanto tenga acceso a un «nudo» de la red debidamente registrado y obligado a pagar los costes. (Véase H. Pross: Der Mensch im Mediennetz, 1996).

Esta circunstancia despertó gran euforia en las universidades, donde, debido a la escasez de aparatos, los estudiantes privatizan las conexiones institucionales que ha financiado el contribuyente. Se ahorran las cuotas que deberían pagar a un «proveedor» que los conecte a través de un «nudo» a la red. Conversan unos con otros a nivel mundial y, como clientes potenciales, pueden admirar las «Homepages» (páginas locales) que colocan ofertantes de todo tipo en la «World Wide Web» (tejido mundial) en el marco de una «infraestructura nacional de información». Estas páginas son mucho más visibles que las vallas de las carreteras, que, en muchos estados, perturban la visión del paisaje.

Las autoridades y los bancos favorecen las conexiones a Internet porque ahorran gastos de personal y de oficina cuando el ciudadano puede enterarse desde su casa en vez de ir a la ventanilla. Todo esto resulta en una ventaja de la economía de señales, en ahorro de tiempo y la consiguiente ambivalencia entre trabajo remunerado y no remunerado.

IV

Las grandes transnacionales de los medios están íntimamente unidas al capitalismo mundial y a menudo diseñan la programación. Su presente y su futuro se caracteriza por su acusada comercialización, desregulación y privatización de los sistemas de radio y TV.

Dentro de esta línea neoliberal, Internet se está entregando a empresas privadas. Se requieren grandes inversiones de capital para mantener su crecimiento y las demandas de mejor servicio.

La comercialización de Internet implica que los usuarios tengan que vadear una serie creciente de anuncios publicitarios antes de acceder a las fuentes deseadas. Y sólo los usuarios que paguen elevadas tasas tendrán acceso rápido a Internet.

Establecida como empresa capitalista, Internet no va a permitir que la humanidad se salte el capitalismo, que se socialice la propiedad. Por eso está pasando de ser un medio al servicio del público a un medio donde los consorcios privados suministran información comercializada. La interactividad tiende a reducirse a la televenta y al correo electrónico.

Sí, las NT reducen el trabajo. Pero el aprendizaje de un nuevo código lo aumenta. Esto no significa, claro está, que las NT creen nuevos puestos de trabajo: crean otros puestos de trabajo. Quienes los obtienen se ven obligados con cargo a su bolsillo, a seguir la política de los productores de aparatos si quieren mantenerse al último nivel de la economía.

La privatización de las telecomunicaciones es como entregar la infraestructura de los transportes (carreteras, autovías, puentes) a empresas privadas y aplicar luego tarifas exorbitantes a los viajeros.

A pesar de su progresivo abaratamiento, navegar por el espacio cibernético exige todavía unas inversiones que sólo una minoría puede permitirse. Para poder participar en este teatro de ilusiones, de «realidad virtual», el forofo de los ordenadores necesita en su mesa de juego o de trabajo: una conexión telefónica, un ordenador personal, un monitor o pantalla, una impresora, un «modem», CD-ROM, cajas activas, Pentium, etc., etc. En suma, un mínimo de 2000 a 3000 €. Y todo esto quedándose ya obseleto desde el momento de ponerse en el mercado.

Este «deporte» se vincula interesadamente al futuro profesional, equiparándose a puestos de trabajo y conexiones a la red, a autoempleo, a trabajadores autónomos, como se denomina en términos laborales españoles. Los empleados, los tomadores de trabajo, se convierten así en subempresarios.

V

Al convertirse las telecomunicaciones en un «producto» controlado por la empresa privada a escala mundial no cabe la menor duda de que a un sector enorme de la población mundial se le negarán los beneficios de los medios de comunicación a alta velocidad. Todavía se le niega a un tercio de la población del mundo el agua potable y el pan, amén de la escuela.

La tecnología irá donde produzca dinero, ganancias. Bill Gates y sus «visionarios» no son humanistas ni altruistas. Son capitalistas movidos por el afán de aumentar cada vez más sus beneficios privados. Por eso, la oferta de la red va reduciendo las «mallas» a fin de pescar peces cada vez más pequeños: programas infantiles, juegos de ordenador, videos para adolescentes, etc.

Si la autopista va en esta dirección no es que lleve al apocalipsis, sino que tan sólo prolongará la explotación de unos seres humanos por otros y la acelerará ante una población mundial de 6.400 millones.

De ahí que las rebeliones de los desposeídos, de los que nada tienen, de los «sin»: sin tierra, sin techo, sin trabajo, sin agua, sin pan, sin afecto, etc., etc., irán hacia la posesión de estaciones de radio, redes de ordenadores, etc., porque estos medios fundamentan el poder de los que tienen, de los poseedores.

VI

La tendencia apunta a que el mercado mundial de los medios estará dominado por un oligopolio de 5 a 8 grandes gigantes con una o dos docenas de otros menos grandes que cubrirán el mercado regional, en conexión con los primeros. El mercado estará diversificado regionalmente, pero vinculado a consorcios mundiales y determinado por la rentabilidad financiera.

La mayoría del entretenimiento y del periodismo lo suministrarán un puñado de empresas enormes regidas por la ley del beneficio privado y por el afán de conquistar y mantener posiciones mundiales de mercado.

La combinación de los distintos medios, las telecomunicaciones y la industria de los ordenadores constituyen el sector de mayor y más rápido crecimiento de la economía. La comunicación se ha convertido, pues, en el sector estratégico del capitalismo mundial.

Esta convergencia introduce incertidumbres para el futuro. Se calculan efectuará transacciones comerciales por valor de un billón de dólares anuales para Internet.

Si Internet o cualquier otra red llega a dominar el mercado, ¿qué va a pasar con los medios tradicionales?

El comunicólogo y humanista alemán Harry Pross prevé las consecuencias siguientes (véase el libro antes mencionado, pp. 25-26 ):

1) La división del trabajo se desplaza al cliente (bancos, teletiendas, etc.). Se va hacia la autorregulación del mercado en la electrónica doméstica, en el sentido originario del término «economía», administración del hogar.

2) Se reduce el monopolio estatal de la violencia y de las ideas morales, al reducirse su soberanía.

3) Habría que cuestionar el principio continuado por el que se rigen las instituciones jurídicas del estado, los poderes de la administración y, asimismo, del universo simbólico de las religiones, artes, ciencias, literaturas, lenguas y músicas.

VII

Que la autoría de la información termine en un callejón sin salida no es tanto una cuestión de su técnica como de las cualidades que se ven en peligro. La técnica de la información mide la cantidad en bits (= binary digits = dígitos binarios). Pero, socialmente, la cantidad sólo lo es por muchas cualidades , y cada una de ellas se activa por contraste.

Durante bastante tiempo, la humanidad seguirá dividida aún en minorías conectadas a la red y una imensa mayoría no conectada, o sólo de un modo marginal, ignorante de las directivas asociadas a ella.

Cuando la estructura de una sociedad estriba en la ausencia de democracia, ésta dependerá de la lucha y de las fuerzas sociales con intereses, voluntad e inteligencia para pugnar por ella. La tecnología desempeña su papel aquí, pero no ofrece ningún atajo. No se puede adquirir la democracia en el estante de un supermercado ni sacarla de una red informática. Se requiere coraje, valor y organización política. Microsoft (la gran empresa mundial de programas) todavía no ha diseñado el programa informático que proporcione todo esto. La producción basada en la explotación y el control de los trabajadores y trabajadoras no permite que las Nuevas Tecnologías desarrollen su potencial democrático.

¿Cómo se compagina el aspecto global de este desarrollo tecnológico con el local? ¿Cómo se acopla la rectificación macrosociológica con el proceso micropsicológico del ánimo individual, puesto que la paz del mundo, del país, de la casa y del espíritu están unidas a través de las antenas de los sentidos, en donde la corporeidad es indivisible?

Los partidarios de la paz pueden entenderse hoy a nivel mundial, pero la tortura de sus adversarios atormenta a cada uno. Este es el mensaje que envían a todas las organizaciones humanitarias.

Una estrategia de cambio progresista, de izquierdas, implica colocar la comunicación en el orden del día político y trabajar por alternativas no comerciales y no lucrativas. El núcleo de este movimiento debe partir de los sectores de la población ya organizados para el activismo político. Habría que establecer alianzas con los sindicatos progresistas de maestros, bibliotecarios, etc., que también se oponen a la privatización de sus campos. Así como con las organizaciones de trabajadores de la comunicación y los periodistas que se oponen a este tipo de periodismo comercializado.

El objetivo inmediato pasa por parar esta ola de privatizaciones y, si no es posible, conseguir al menos regulaciones estrictas del servicio público sobre las actividades privadas en el campo de la comunicación pública.

Hay que negarse a la venta del espectro electromagnético, de soberanía nacional. Son los sistemas nacionales de telecomunicaciones los que pueden proporcionar un servicio universal, público, que resulta inimaginable en un sistema centrado en el lucro privado.

Esta es una cuestión primordial en la era de la Internet, donde el acceso puede marcar la divisoria entre quienes disponen de información y los que carecen de ella. La brecha del conocimiento entre los que saben y los que ignoran no se cierra sino que se abre cada vez más.

Los trabajadores de las telecomunicaciones y de la comunicación en general deberían tomar en cuenta y participar en el movimiento antiprivatización.

En suma, los progresistas necesitan organizar y mantener un periodismo sano, vibrante, ameno, alejado del entretenimiento banal, de los crímenes y desastres naturales. Un periodismo más preocupado por la historia propia y no exclusivamente ocupado con la historia de los demás.