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Los «Papeles de Afganistán», el Estado profundo controla el relato

Fuentes: Off Guardian

Seamos honestos, la mayoría de las «filtraciones» modernas no hacen más que reforzar el establishment. La Gran Revelación del Washington Post (WaPo) esta semana es la publicación de los Papeles de Afganistán. Una serie de entrevistas y documentos «compilados en secreto» y luego la causa de una «disputa legal» por parte del gobierno estadounidense. El […]

Seamos honestos, la mayoría de las «filtraciones» modernas no hacen más que reforzar el establishment.

La Gran Revelación del Washington Post (WaPo) esta semana es la publicación de los Papeles de Afganistán. Una serie de entrevistas y documentos «compilados en secreto» y luego la causa de una «disputa legal» por parte del gobierno estadounidense.

El WaPo lo llama llanamente: «Una historia secreta de la guerra».

Pero no hay nada aquí que sea realmente secreto y, de hecho, hay muy poca historia. ¿Qué es lo que nos dicen? Absolutamente nada, excepto lo que se supone que debemos creer.

Una gran parte de las «filtraciones» modernas no lo son en absoluto. Son ejercicios orwellianos de control de la conversación. Y esta no es la excepción, se aseguran cuidadosamente de que el «establishment» y lo «alternativo» se cruzan en medio, controlados desde la misma fuente.

Se nos presentan apologías, simplificaciones y falsificaciones deliberadas como si fueran información clasificada.

Nos hablan de «inteligencia deficiente» y la «falta de una estrategia coherente», como si ESOS fueran los mayores crímenes de la OTAN en Afganistán.

Los artículos de The Guardian sobre la publicación refuerzan la versión oficial del 11 de septiembre, mientras el WaPo mismo sigue asintiendo ante la muerte mitológica de Osama Bin Laden.

Se trata de sostener la línea del establishment, disfrazada de crítica. Se ignoran los crímenes reales, mientras que los «errores bien intencionados» menores, simplones, se reconocen a regañadientes.

En ninguna parte eses discute la ilegalidad de la invasión.

Ni una sola vez se acusa a alguien de crímenes de guerra.

Los reportes de The Guardian no mencionan la palabra «opio», lo cual es suficientemente malo. El Washington Post va incluso más allá y se atreve a relatar la lucha del ejército estadounidense contra el auge del comercio de opio.

Esta es una mentira atroz. Previo a la invasión de 2001,los talibán habían erradicado el comercio de opio.

Los talibán había prohibido la producción de heroína en 2001 (poco antes de la invasión). Se había desplomado casi totalmente para finales de ese año.

Desde la llegada de Estados Unidos la producción de heroína en la región se ha incrementado casi cada año. A día de hoy Afganistán produce 90% de la heroína en el mundo.

Todo esto, se nos dice, mientras el ejército más poderoso del mundo intenta desesperadamente combatirlo. Los talibán hicieron en seis meses lo que el ejército estadounidense ha sido incapaz de hacer en dieciocho años.

Así nos lo dicen y esperan que lo creamos. Es una tontería.

Todo es muy patético. Un débil intento por limpiar veinte años del mismo cochinero. Un pobre esfuerzo por establecer un relato de falsa «controversia» al presentarnos ante una «opinión alternativa» preparada como sopa instantánea, lista para comer, para de este modo darle oportunidad a toda esa gente que se cree «antiestablishment» de desgañitarse en indignación y nunca tener que plantearse la difícil tarea de cancelar sus suscripciones al periódico e investigar por su cuenta.

Aquí tienen la verdadera «historia secreta» de la guerra de Afganistán: no ha sido un fracaso, sino todo un éxito.

En cada faceta, en cada frente Afganistán es exactamente lo que Estados Unidos necesita que sea.

Se alimentan por goteo de la sangre de jóvenes estadounidenses, destruyen cientos de miles de vidas afganas y cosechan los frutos que siempre desearon cosechar:

1. Este conflicto permanente, cocinado a fuego lento, les da la excusa para mantener a miles de efectivos militares estadounidenses en un país que tiene fronteras con Irán, Pakistán y China (por no mencionar todo un grupo de exestados soviéticos).

2. Mantiene el gasto militar elevado, para que el congresista, los generales retirados y toda la junta de administración de Boeing o Lockheed Martin obtengan grandes bonos todos los años.

3. Les permite tener acceso exclusivo a las tierras raras y otros minerales vitales de las montañas afganas. El litio, principalmente.

4. Controlan la industria mundial del opio. Un engrane fundamental en las relaciones de las agencias estadounidenses de inteligencia y el crimen organizado. Es esencialmente lavado de dinero a la inversa: convierten fondos públicos en dinero oscuro que se puede gastar para contratar mercenarios, organizar asesinatos, organizar golpes de Estado… o simplemente, se puede robar.

5. Tienen acceso a todos los jóvenes varones «radicalizados» que quieran. Una pequeña granja de yihadistas donde se puede nombrar, adiestrar y enviar a los «terroristas» a pelear guerras de proximidad en Siria o a sembrar el miedo y el caos en Occidente.

Afganistán es un gran activo del Imperio. El Departamento de Estado estadounidense ha gastado una fortuna en ello. Al menos podrían ser honestos al respecto.

Traducido del inglés por Epicuro Aristipo

Fuente: https://off-guardian.org/2019/12/15/the-afghanistan-papers-deep-state-narrative-management/