Los periodistas palestinos han sido objeto de todas las formas de violencia de Estado que Israel ha lanzado contra ellos para impedir la difusión de información. Ya sea a través de medios de intimidación, como llamadas telefónicas desde números anónimos, secuestros y detenciones ilegales en cárceles israelíes, o a través de esfuerzos más violentos y calculados, como ataques aéreos dirigidos contra periodistas o sus familias enteras, Israel ha dejado claro que los periodistas palestinos -que se enorgullecen de compartir la verdad con el resto del mundo- suponen una amenaza para Israel tanto como Hamás.
Todos los periodistas que trabajan en Palestina se enfrentan por tanto a una difícil elección. A medida que cada nuevo día de la última conquista israelí de tierras palestinas se desangra en el siguiente, los periodistas deben decidir si intentar salvarse o seguir compartiendo la verdad con un mundo que no parece escucharles.
Pero, ¿qué significa realmente la seguridad en medio de un genocidio, donde cada individuo corre el riesgo de morir?
“Muertos dos veces”
Los periodistas palestinos han sido abandonados a su suerte ante la mirada del mundo. Como declaró el jefe de la oficina de Al Jazeera en Gaza, Wael al-Dahdouh, en una entrevista reciente con [el canal de televisión estadounidense] MSNBC, «sentimos que nos están matando dos veces: una por las bombas y otra por este silencio, esta evasiva a expresar apoyo».
A pesar del fracaso de la respuesta mundial a la crisis humanitaria en la Palestina ocupada, así como de los esfuerzos diplomáticos encaminados al establecimiento de un alto el fuego permanente, algunos periodistas como Dahdouh han optado por seguir informando sobre las fases cíclicas de brutalidad de Israel. Para muchos otros, sin embargo, la decisión no ha sido tan fácil, y el peaje psicológico, espiritual y físico de las atrocidades ha sido demasiado para poder soportarlo.
Las repercusiones son evidentes, porque para muchos periodistas de Gaza, los costes de compartir la verdad con el resto del mundo han empezado a superar a los beneficios, por lo que han optado cada vez más por poner fin a su labor informativa.
El 7 de enero, el periodista palestino Anas El-Najar anunció el fin de su cobertura periodística mediante una contundente declaración en la que condenaba los tres meses de silencio e inacción mundiales en respuesta al genocidio.
En la red social X expresó que “es mil veces preferible buscar mi seguridad y la de mi familia a buscar noticias para comunicar a un mundo que desconoce la empatía y la humanidad”
El difícil mensaje de Najar fue seguido por una oleada de apoyo y compresión públicos en las redes sociales. Tres días más tarde, el 10 de enero, otro periodista palestino, Ismail Jood, anunciaba también el final de su trabajo periodístico:
“Queridos amigos, os anuncio el final de mi cobertura de esta agresión continua. Hemos documentado más que suficiente los crímenes, masacres y genocidio que hemos soportado los últimos 96 días. Desgraciadamente no se ha producido ninguna reacción que permita acabar con esta agresión que está devorando a ciudadanos, periodistas, personal sanitario, activistas, e incluso las piedras y los árboles. Hemos sido sentenciados a muerte y todos estamos esperando que nos llegue el turno. 96 días de pérdidas y dolor por la pérdida de nuestros amigos, nuestras casas, nuestros seres queridos y nuestra riqueza. La ocupación israelí nos ha arrebatado todo, apenas nos quedan unas pocas ropas que no llegan para mantenernos calientes, viviendo en tiendas inadecuadas hasta para los animales.
Y para las personas que no sabían quién era Ismail y llegaron a conocerme a través de este genocidio, quiero que sepan que soy padre de dos hermosos hijos. Soy el hijo mayor de mis padres, que esperaron 25 años para tenerme por dificultades de procreación. Tengo una hermana y un hermano que cuentan conmigo desde que mi padre se hizo viejo y enfermó.
He sobrevivido a la muerte varias veces y me he puesto en peligro para mostrarles la situación sobre el terreno, y creo que eso es suficiente por ahora. Como dijo uno de mis colegas, «buscar la seguridad dentro de la familia es mejor opción que buscar noticias para trasmitir a un mundo que no conoce el significado de humanidad y compasión.»
Esas desgarradoras palabras demostraron su certeza cuando, ese mismo día, Hamza al-Dahdouh, hijo mayor de Wael al-Dahdouh, fue asesinado por Israel en un ataque aéreo selectivo contra el vehículo en que se trasladaba junto con su colega y periodista Mustafa Thuraya.
Esta realidad ha empujado a los periodistas palestinos a dejar de llevar sus chalecos de seguridad, que les identifican clara y notoriamente como miembros de la prensa.
Dado que el ejército israelí admitió abiertamente el 10 de enero haber asesinado deliberadamente tanto a Dahdouh como a Thuraya debido a su supuesta e infundada asociación con la Yihad Islámica Palestina, no es de extrañar que muchos de sus compañeros y amigos hayan empezado a perder de vista el propósito por el que estaban grabando las atrocidades de Israel.
A pesar de estos anuncios, la mayoría de periodistas palestinos que han decidido dejar de informar no han salido hasta ahora de la Franja de Gaza. Al igual que el resto de residentes, siguen viviendo y sobreviviendo en condiciones inimaginables bajo la constante amenaza de bombardeos y no están necesariamente más seguros que cuando ejercían su profesión. No obstante, como decía claramente El-Najar, consideran preferible morir con sus seres queridos que morir documentando los crímenes de Israel para un mundo a quien no le importan.
Algunos periodistas, como Wael al-Dahdouh y Noor Harazeen, salieron recientemente de Gaza al comprender que no tenían alternativa. Dahdouh viajó a Qatar el 16 de enero para realizar la cirugía que necesitaba su mano, herida desde diciembre; Harazeen evacuó a su familia el 18 de enero. Una semana después el periodista palestino Motaz Agaiuza, cuya cuenta en Instagram se hizo viral durante la guerra por documentar imágenes sin editar de la carnicería provocada por Israel, anunció que había evacuado Gaza y que estaba embarcando en un avión de Egipto a Qatar.
Tanto Dahdouh como Harazeen han expresado públicamente su intención de regresar a Gaza para continuar con su cobertura. Harazeen cumplió esa promesa al conseguir la evacuación de su familia, regresando a Gaza casi inmediatamente después. Dahdouh sigue recuperándose tras el éxito de su operación en Qatar, pero también se espera que regrese en algún momento.
“Asesinar la verdad”
La UMRWA (Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo) afirmó recientemente que la crisis humanitaria en Gaza esta “manchando nuestra humanidad compartida” a escala global.
Las dos profesiones más afectadas por el genocidio en Gaza son los periodistas y el personal sanitario. La gran mayoría ha insistido en permanecer en su asediada patria, sabiendo que la probabilidad de muerte para las personas que ejercen su profesión es mayor que la de supervivencia.
Aunque la típica frase «matar a un periodista es matar la verdad» sigue circulando por las redes sociales, lo cierto es que, hasta mediados de enero, Israel había asesinado al menos a 118 periodistas en Gaza, y esa cifra aumenta cada día.
Tampoco se puede ignorar que, desde el 7 de octubre, la prensa palestina ha empezado a romper con éxito la cámara oscura que el régimen israelí ha conseguido mantener durante tanto tiempo.
La obstrucción del periodismo palestino sigue enquistada en la agenda política sionista por esta misma razón.
La presente traducción puede reproducirse libremente siempre que se respete su integridad y se nombre a su autora, a su traductor y a Rebelión como fuente de la misma