«Cuando las madres tiraban al río a sus hijos» es el título del artículo que Luis Doncel publicó el pasado domingo 19 de abril en el global-imperial [1]. La obertura del texto: «El documento es estremecedor. 28 páginas repletas de nombres acompañados de la fecha y el motivo de su muerte. Elegida una al azar, […]
«Cuando las madres tiraban al río a sus hijos» es el título del artículo que Luis Doncel publicó el pasado domingo 19 de abril en el global-imperial [1].
La obertura del texto: «El documento es estremecedor. 28 páginas repletas de nombres acompañados de la fecha y el motivo de su muerte. Elegida una al azar, aparecen varias familias -los Gaut, los Schubert (madre e hija), los Rienaz (también madre e hija)-. Todos fallecieron el 8 de mayo de 1945. Y todos por una misma causa: suicidio». Estamos en el Museo Regional de Demmin, prosigue LD, «una pequeña ciudad del noreste de Alemania que estos días revive sus días más dramáticos». En los últimos meses de la II GM, «cuando la victoria final tantas veces anunciada por Adolf Hitler parecía cada vez más irreal y el Ejército Rojo acechaba», entre 700 y 1.000 ciudadanos de Demmin (entonces unos 15.0000 habitantes) «prefirieron morir antes que vivir en un mundo en el que los nazis no gobernaran». Según parece, fue el mayor suicidio masivo en la historia de Alemania. Remarco: prefirieron morir antes que vivir en un mundo en el que los nazis no gobernaran.
Una ola de suicidios recorrió Alemania entre enero y mayo de 1945. No existen cifras exactas, según parece, «pero los historiadores calculan que entre 10.000 y 100.000 personas tomaron esta decisión». Al quitarse la vida, «era habitual que los adultos se llevaran también a sus hijos». Joseph Goebbels, ministro de Propaganda y canciller en los últimos días del III Reich, es un ejemplo conocido. El y su mujer envenenaron a sus seis hijos. Sin temblor o con temblor en el pulso. También se quitó la vida el jefe de las SS, Heinrich Himmler.
Hasta ahora, señala LD, «no se había prestado demasiada atención a los ciudadanos de a pie que siguieron el destino de sus fanáticos líderes». Ese desconocimiento sobre la tragedia «que vivieron miles de personas anónimas llevó al historiador Florian Huber a escribir Hijo, prométeme que te vas a disparar«. El libro ha sido un éxito: en dos meses se han vendido más de 20.000 ejemplares en Alemania.
¿Qué es lo que llevó a estos hombres y mujeres de a pie a pegarse un tiro, colgarse de un árbol o a tirarse al río más cercano? ¿Miedo por las represalias de los vencedores? ¿Fanatismo nazi? ¿O sentimiento de culpa por las tropelías de 12 años de nacionalsocialismo y seis de guerra? pregunta LD. La generosa respuesta de Huber: «Una mezcla de todos estos factores. También influyó un efecto psicológico que convierte el suicidio en algo contagioso, casi como una infección. Si ves que en esta cafetería todo el mundo empieza a matarse, a lo mejor te lo plantearías tú también». La epidemia suicida se extendió por muchos rincones de Alemania.
Hasta aquí lo más o menos conocido. Faltaban algunas gotas de anticomunismo tratándose del global-imperial. Aquí las tienen:
¿Por qué afectó sobre todo a algunas zonas, como el este del país, y muy especialmente a lugares como Demmin? La respuesta de Huber recogida por LD: «Rodeada por tres ríos, forma una especie de península. En su huida, los jerarcas nazis dinamitaron los tres puentes existentes. Así que cuando llegaron los soviéticos, no podían seguir avanzando. Los soldados del Ejército Rojo llegaron el 30 de abril, deseosos de abandonar pronto Demmin para celebrar la fiesta del 1 de mayo«. ¡Para celebrar el 1º de Mayo!
Más: «Justo el mismo día en el que Hitler se pegaba un tiro… los soldados rojos quemaban Demmin y cundía el pánico. Los años de guerra, las ganas de revancha y la bebida que corrió esa noche fomentaban la violencia de los soviéticos. El resultado de este cóctel fue tremendo» [la cursiva es mía] Huber asegura que los ríos hicieron de cementerios durante semanas, que los trabajos para sacar los cuerpos del agua se alargaron durante los meses de mayo y julio. «Los testigos recuerdan a gente colgada en los árboles por todas partes».
LD admite que «el sufrimiento de los civiles alemanes durante la guerra -ya sean las violaciones de mujeres o los bombardeos de ciudades como Potsdam, del que esta semana se han cumplido 70 años- es un tema complejo». ¿Su complejidad? «Es indudable que muchos inocentes padecieron las consecuencias, pero también este sufrimiento sirve de agarradero para los neonazis, que siguen tratando de confundir e igualar el dolor del pueblo agresor con el de los agredidos». Eso mismo ocurre aún hoy en Demmin: «desde hace una década, cada 8 de mayo, día de la capitulación, un pequeño grupo de manifestantes cercano al partido de ultraderecha NPD recuerdan a las víctimas alemanas».
LD recoge unas palabras de Petra Clemens, la directora del museo «Durante los años del comunismo, este era un tema tabú. Nadie quería recordar las violaciones o crímenes cometidas por los soldados que nos liberaron del fascismo. Y ahora los neonazis también utilizan el dolor pasado para sus fines». ¿También? ¿Los comunistas alemanes usaron el dolor pasado para sus fines?
LD finaliza su artículo con el siguiente paso: Demmin fue quizás el caso más extremo de locura colectiva que invadió Alemania en los primeros meses de 1945. No el único. En Berlín se registraron ese año 7.000 suicidios, casi 4.000 se produjeron en abril. Huber recoge testimonios de aquellos que asociaron a sus propias vidas el fin del nacionalsocialismo. «Como el profesor Johannes Theinert y su mujer Hildegard, que comenzaron a escribir un diario en 1937, al año siguiente de casarse. La última entrada está fechada el 9 de mayo de 1945. «La crisis se acaba. Las armas callan», anota Hildegard. Ese mismo día, Johannes disparó a su mujer y después a sí mismo. La última entrada del diario que alguien encontró tras su muerte decía: «¿Quién se acordará de nosotros, quién sabrá cómo hemos acabado? ¿Tienen estas líneas algún sentido?»»
Sin olvidar nada,, sin olvidar acciones inadmisibles, sin santificar ni elevar a los altares a nadie, ni siquiera a los libertadores de la Alemania nazi que tenían tras de sí, recientes y acumulados, millones y millones de muertos (y probablemente centenares de miles de suicidios), ¿se trata de otro nudo más para revisar la historia de la II Guerra Mundial?
La idea de fondo: nazismo y comunismo son uno y lo mismo, actos de barbarie opuestos a la civilización liberal. Los ejércitos aliados occidentales fueron otra cosa.
Nota:
[1] http://cultura.elpais.com/cultura/2015/04/17/actualidad/1429293787_627238.html ,
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.