La controversia sobre las caricaturas del profeta Mahoma ha hecho correr sangre en las salas de redacción de Malasia, justo cuando los principales medios parecían ver la luz tras dos décadas funcionando como portavoces del dictatorial ex primer ministro Mahathir Mohamad (1981-2003). Por lo menos tres periódicos fueron sancionados por sus informes sobre la polémica […]
La controversia sobre las caricaturas del profeta Mahoma ha hecho correr sangre en las salas de redacción de Malasia, justo cuando los principales medios parecían ver la luz tras dos décadas funcionando como portavoces del dictatorial ex primer ministro Mahathir Mohamad (1981-2003).
Por lo menos tres periódicos fueron sancionados por sus informes sobre la polémica y varios canales de televisión, que pusieron al aire fugaces imágenes de las ilustraciones, ahora se enfrentan a la picadora de carne.
Ediciones censuradas, obligación de publicar notas y portadas con pedidos públicos de disculpas, despidos de periodistas y hasta acusaciones penales conforman la batería de medidas contra los medios.
Según activistas por los derechos humanos y periodistas independientes, en todos los casos, las faltas fueron menores y no justificaron los duros castigos impuestos.
Esos críticos alegan que asociaciones e individuos pro musulmanes, y el opositor Partido Islámico Pan Malasio (PAS), que alentaron las medidas, tienen otros motivos aparte de defender al Islam.
La publicación de 12 viñetas sobre Mahoma, originalmente por el diario danés Jyllands-Posten el 30 de septiembre pero reiterada en meses siguientes por periódicos europeos y de otras regiones, causó una ola de indignación en naciones musulmanas, con manifestaciones violentas y boicots comerciales.
«Lo que muchos malasios hallan angustiante y ominoso es que el resultado del furor por las caricaturas sea una reducción de la libertad de información y expresión, que apenas ha dado sus primeros pasos», dijo Lim Kit Siang, líder de la oposición en el parlamento.
«Batallas mayores y más significativas son libradas detrás de la furia de las caricaturas» ofensivas para el profeta del Islam, dijo a IPS.
Como Lim, otros ven una pelea entre los partidarios de las reformas del primer ministro Abdullah Badawi y poderosos grupos con intereses dentro del sistema que quieren que el viejo orden se perpetúe y están incómodos con los nuevos e inquisidores medios de Malasia.
Bajo las políticas liberales de Badawi, los medios de comunicación rápidamente desarrollaron un tono osado y cuestionador. Por primera vez en dos décadas dieron amplia cobertura a los partidos políticos opositores, organizaciones de la sociedad civil y otros que abogan por mayor libertad, responsabilidad y transparencia.
El periodismo batallador y sagaz sometió a los políticos y a los partidos a mayor escrutinio. La policía fue un blanco favorito, con la exposición de numerosos casos de violaciones a los derechos humanos, corrupción y abuso de poder.
También quedaron expuestos la mala construcción de obras públicas de gran visibilidad y cuestionables llamados a licitaciones multimillonarias en dólares, lo que puso en cuestión a algunos ministros afianzados y a quienes respaldaban financieramente esas iniciativas..
Políticos poderosos ya estaban clamando por restricciones a los medios de comunicación cuando la disputa por las caricaturas estalló en este país dominado por los malayos musulmanes.
Según ellos, los medios «cruzaron el límite» al informar sobre temas «sensibles» en meses recientes, como la controversia por el entierro de un ciudadano hindú con ritos islámicos y las críticas a clérigos musulmanes y al gubernamental Departamento de Asuntos Islámicos.
M. Moorthy, un alpinista hindú que pasó a la historia por integrar la primera excursión malasia al monte Everest, fue sepultado como musulmán después de que un tribunal civil se negó a intervenir en el caso, alegando que el asunto debía ser analizado bajo la «sharia» (ley islámica).
Los medios también informaron ampliamente sobre las protestas de feministas musulmanas contra una nueva ley de la familia islámica que discrimina a las mujeres.
El diario New Straits Times, de circulación masiva y portavoz de la opinión musulmana dominante, publicó un dibujo del caricaturista estadounidense Wiley Miller que mostraba a un dibujante callejero trabajando al lado de un cartel que rezaba: «Caricaturas de Mahoma al paso». Luego, una leyenda decía: «Kevin finalmente logró su objetivo de ser el hombre más temido del mundo».
Miller estaba aplicando su célebre estilo irónico a la controversia que rodeó a las caricaturas del profeta islámico.
El New Straits Times primero defendió la ilustración alegando que no insultaba al Islam, e incluso la volvió a publicar, invitando a los lectores a expresar sus puntos de vista. En un artículo editorial preguntó, retóricamente, si las quejas contra el periódico estaban políticamente motivadas. «Cuando la verdad es informada, algunos salen heridos. Los poderosos buscarán protegerse con lo que sea que esté a su disposición», señaló el editorial.
La invitación enfureció a algunas organizaciones musulmanas y a personas poderosas, como Mahathir, su hijo Mukhriz –una voz poderosa en el ala juvenil del partido gobernante–, y el recién nombrado ministro de Información, Zainuddin Maidin, leal al ex primer ministro.
Con todo, el New Straits escapó de las sanciones con una advertencia, pero sólo después de arrodillarse y publicar una disculpa que ocupó la totalidad de su portada el 24 de febrero.
Por su parte, el periódico The Sarawak Tribune también se doblegó. Publicó un montaje de las caricaturas de Mahoma para ilustrar una crónica que ridiculizaba a los propios dibujos y a sus creadores daneses. Se deshizo en disculpas, no una sino dos veces, pero el hacha cayó de todos modos. La policía investiga a los editores, que podrían ser acusados en el marco de varias leyes.
El Guang Ming Daily News publicó la fotografía de un hombre leyendo un periódico que tenía una de las controvertidas caricaturas al lado de la nota, y por ello le fue suspendida su edición nocturna.
El ministro Maidin parece enarbolar la bandera de las fuerzas que demandan una más censura a los medios de comunicación y menos libertad de expresión e información. Está comprometido en la defensa de las leyes de Prensa Escrita y Publicaciones y de Sedición, dos normas que restringen severamente a la prensa, según periodistas independientes.
«Mucha evidencia indica que (algunos medios) no son sensibles hacia ciertos temas. Esto ocurre porque hay periodistas de los medios locales que, tras haber trabajado para medios extranjeros, abrazan la libertad al estilo occidental y no al estilo malasio», dijo Maidin recientemente.
A fines del año pasado, fue divulgado una cinta filmada en secreto que mostraban a una ciudadana sometida por la policía a desnudarse y ponerse en cuclillas. Informes de prensa aseguraron erróneamente que la mujer era china, y el gobierno malasio debió presentar una disculpa formal a Beijing.
A comienzos de enero, el periódico de amplia circulación China Press, que había cometido la equivocación, fue obligado a publicar en su portada sus «más profundas disculpas» por el error y a despedir a sus dos principales editores.
No obstante, afirma el legislador opositor Lim, si las fuerzas que impulsan una mayor censura se salen con la suya, sería «como repudiar el compromiso del primer ministro con su reforma y su programa de establecer un gobierno abierto, responsable, transparente y fidedigno».
El diminuto bando de periodistas independientes de Malasia coincide.
«Toda la saga (sobre las caricaturas) apesta a caza de brujas política», dijo Steven Gan, editor del sitio web de noticias independientes Malaysiakini. «Algunos de quienes demandan una acción punitiva contra el periódico tienen una agenda más allá del Islam».
Muchos se sintieron infelices con la recién descubierta osadía del New Straits Times. La represión es «para ellos una devolución de favores», escribió en un editorial publicado la semana pasada