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Malas noticias para Sir Murdoch

Fuentes: La Verdad Obrera nº436

La grave crisis política que atraviesa a Gran Bretaña, a partir del escándalo protagonizado por funcionarios, policías, detectives privados y un grupo de diarios pertenecientes a News Corporation -el emporio creado por el australiano Rupert Murdoch- arroja cada día impactantes novedades. Hasta el propio Primer Ministro está implicado, por haber contratado como asesor a un […]

La grave crisis política que atraviesa a Gran Bretaña, a partir del escándalo protagonizado por funcionarios, policías, detectives privados y un grupo de diarios pertenecientes a News Corporation -el emporio creado por el australiano Rupert Murdoch- arroja cada día impactantes novedades. Hasta el propio Primer Ministro está implicado, por haber contratado como asesor a un ex director del News of the World, el diario sensacionalista que, al menos desde 2002, se nutría de escuchas ilegales y espionaje para armar sus «primicias».

Ya renunciaron los dos más altos jefes de la policía británica. También cayó Rebekah Brooks, ex directora del News of the World y número tres de la corporación de Murdoch. El mismo semanario, fundado en 1843, cerró sus puertas. Y, por si fuera poco, esta semana se sumó una víctima fatal. Se trata de Sean Hoare, el periodista que acusó a Andy Coulson (el asesor contratado por Cameron) de conocer las escuchas ilegales siendo editor del periódico. Hoare fue encontrado muerto en su departamento y, hasta el momento, nadie informó de qué murió.

Sociedades

Más allá de los ribetes escandalosos del llamado «hackgate», la relación entre grandes medios, política y poder económico es intrínseca a la estructura misma del capitalismo. Y si bien esa relación existe desde el origen de la prensa mundial, hace algunas décadas que corporaciones como la de Murdoch son parte de un proceso de fusiones y concentración sin precedentes en el marco de las transformaciones de la economía mundial. Los directorios de los grandes grupos mediáticos hoy están integrados por ejecutivos de financieras, industriales, de servicios, funcionarios gubernamentales, miembros de partidos políticos y hasta príncipes de las monarquías orientales. Rupert Murdoch comparte acciones y directorio de News Corporation con personajes de la talla del ex presidente español José María Aznar, del príncipe saudí Alwaleed Bin Talal y del ex presidente de Goldman Sachs John Thornton. Una trama de sociedades personales y políticas que también se reproduce en todas las ramas de la economía y las finanzas.
La fortuna personal de Murdoch se calculada en más de U$S 6.000 millones y se ha construido en base a las ganancias que le provee la venta de noticias y entretenimiento a través de centenares de medios como The Wall Street Journal y la cadena FoxNews de EE.UU. o diarios como The Sun,The Times y The Sunday Times del Reino Unido.

La prensa tradicional viene perdiendo lectores frente a nuevos medios como Internet. Por eso muchos analistas coinciden en que la necesidad de aumentar las ganancias llevó a Murdoch a buscar nuevas fuentes de información que garantizaran las «primicias» que otros no pudieran obtener. Así, comprar conversaciones obtenidas de pinchaduras telefónicas se convirtió en una opción diaria, gracias a la cuál News of the World y el resto de los medios de la corporación «sorprenden» a su público mostrando la vida decadente de estrellas del deporte, del espectáculo y hasta de la realeza; develando «secretos» de casos policiales y hasta anunciando acontecimientos que sólo pueden conocerse desde «adentro».

De Murdoch a Magnetto

Sería ingenuo pensar que el «mal ejemplo» de Sir Murdoch se reduce sólo a un par de ricachones y algunos funcionarios británicos. La corrupción, las operaciones y la manipulación de la información no son otra cosa que la cara oculta de los medios masivos de Europa, EE.UU. y el resto del mundo. Los «deslices» por los que hoy Murdoch cínicamente pide disculpas frente a las cámaras son patrimonio común de muchos magnates de los medios. El caso del Primer Ministro italiano Silvio Berlusconi es emblemático.

Multimillonario, exponente máximo del gobierno y varias veces denunciado por sus lazos con la mafia y por prostitución de menores, «Il Cavaliere» es dueño de toda la televisión privada italiana, del diario Il Giornale, de la editorial Mondadori, de la revista Panorama y de decenas de medios más.

Otro ejemplo es el de Carlos Slim, el hombre más rico del mundo. El mexicano es el segundo accionista de The New York Times y posee una megacorporación integrada por Telmex y otras grandes empresas tecnológicas e industriales (en Argentina opera la telefónica Claro). Slim comenzó a multiplicar su fortuna con las privatizaciones de los ’90 en México, extendiendo su conglomerado por todo el mundo. Hace algunos meses el ministro de Planificación Julio De Vido se reunió personalmente con él, acordando la inversión de U$S1.500 millones en Argentina como parte de una asociación con el Estado para desarrollar redes telefónicas.

Lejos de ser la excepción, en Argentina vemos por estos días cómo Ernestina de Noble y Héctor Magnetto usan su enorme poder económico y político para intentar quedar impunes en la causa por apropiación de hijos de desaparecidos en la que no faltaron la compra de voluntades y finos trabajos de inteligencia. Una causa que apenas es una de las «manchas» con las que carga Clarín, a la que se suman los negociados con la Dictadura (Papel Prensa), con Menem (privatizaciones de canales y radios) y con Kirchner (fusión de Cablevisión/Multicanal y prórroga de licencias de radio y TV).

Por si fuera poco, entre Noble-Magnetto y Murdoch no sólo hay similitudes. También hay negocios. El banco norteamericano Goldman Sachs, que tiene una pata en el directorio de la News Corporation a través de su ex presidente, John Thornton, hace años posee el 10% de las acciones de Clarín, «el gran diario argentino».

Reaccionarios en decadencia

Los directivos de News Corporation se reunieron al menos 26 veces con David Cameron durante su primer año de gobierno. Como si eso fuera una rareza, la prensa internacional se muestra horrorizada y dice que el de Murdoch y su prensa amarilla es un muy mal ejemplo de periodismo. Hipócritas. Esas mismas corporaciones acompañaron a Murdoch cuando, en plena «cruzada» republicana de Bush, la cadena FoxNews hizo su inmejorable aporte propagandístico para la invasión a Irak y Afganistán censurando, de paso, toda voz de denuncia a la masacre imperialista. Scott McClellan, ex vocero de la Casa Blanca, afirmó en 2008 que el gobierno de Bush suministraba información a los conductores de FoxNews, donde «había comentaristas y otros expertos que colaboraron» con la administración republicana.

Esas corporaciones también se sumaron a Murdoch cuando, a uno y otro lado del Atlántico, sus diarios anunciaban con fervor los paquetes de medidas con las que Thatcher y Reagan aplicaron los brutales ataques neoliberales contra los trabajadores británicos y estadounidenses en los ’80.

Hoy FoxNews, The Wall Street Journal y el resto de los medios de Murdoch agitan las consignas de la derecha del Tea Party, exigiendo ajustes en el gasto público, recorte de programas sociales y ataques cada vez mayores a las conquistas laborales. De eso tampoco habla la prensa internacional, más preocupada por ayudar a salvar a sus propios gobiernos, bancos y empresas de los efectos de la crisis económica en curso que por mantener las formas.

La mugre y la decadencia de las clases dominantes, tanto de los países imperialistas como de las semicolonias, se cuelan por las fisuras del sistema y enchastran las pantallas con escándalos que recurrentemente involucran a gobiernos y empresas. Son postales de un sistema que sólo tiene para ofrecer hambre, explotación y el fatídico morbo de ver esa mugre en vivo y en directo.

Frente a estos hechos, las leyes supuestamente «democratizadoras» de la comunicación que sólo plantean tibias regulaciones y no acaban con la propiedad privada de la infraestructura y la producción de la información y el entretenimiento (como la Ley de Medios promulgada por el kirchnerismo), no sólo resultan impotentes para brindar una verdadera igualdad de derechos sino que, por el contrario, profundizan la dinámica monopolizadora y concentradora de los medios en pocas manos.

Nota publicada en La Verdad Obrera nº436 del jueves 21 de julio.