Uno de los síntomas de la enorme pobreza y baja calidad de la democracia en España es la mezquindad y bajeza que caracterizan gran número de tertulias en las que, en lugar de debate, lo que tiene lugar es un constante intercambio de insultos, groserías y manipulaciones que quedan, muchas de ellas, impunes al no […]
Uno de los síntomas de la enorme pobreza y baja calidad de la democracia en España es la mezquindad y bajeza que caracterizan gran número de tertulias en las que, en lugar de debate, lo que tiene lugar es un constante intercambio de insultos, groserías y manipulaciones que quedan, muchas de ellas, impunes al no poder responderse por parte de las personas afectadas, mostrando su falsedad. Y aun cuando estas prácticas están generalizadas, se dan con particular frecuencia entre los tertulianos de derechas y también entre algunos que se consideran de izquierdas. Existe así un enorme deterioro (diría yo, corrupción) de las prácticas periodísticas, que en lugar de debatir intentan destruir al que consideran su adversario.
El último ejemplo son las intervenciones en el programa «La noche en 24 horas», de Televisión Española (TVE) -pagada por todos los españoles-, en el que dos de los tertulianos se refirieron a mi persona intentando desacreditarme, mintiendo y manipulando mis escritos. Uno fue Antonio Papell, que se definió como socialdemócrata y que indicó que me conocía mucho. No conozco a tal personaje, pero podría creerse que su conocimiento de mi persona deriva de su lectura de mis trabajos. Pero es obvio, por sus críticas, que tampoco es así. Durante su intervención aseguró que yo he propuesto que «en España, en la próxima legislatura del gobierno Podemos, se añadan 3,5 millones de funcionarios más a los ya existentes». Y para reafirmarse en que así lo he dicho y escrito, remarcó que dicha proposición aparece no solo en el documento Democratizar la economía para salir de la crisis mejorando la equidad, el bienestar y la calidad de vida. Una propuesta de debate para solucionar los problemas de la economía española (que el Profesor Juan Torres y yo hemos escrito en respuesta a la petición de Podemos, que lo ha distribuido bajo el nombre de Un proyecto económico para la gente), sino incluso en mi blog. Dice textualmente que «Vicenç Navarro está proponiendo esto. No lo digo yo, lo dice él. No me lo estoy inventando yo. Lo ha dicho además en su blog».
Con esta contundencia y estas pruebas, la mayoría de las personas que oyeron el programa concluirán, lógicamente, que yo estoy proponiendo lo que se presenta como una barbaridad, tal como indicaron también el Sr. Manuel de la Rocha Vázquez, Secretario de Economía del PSOE (en Radio Nacional de España), y el Sr. Antonio Miguel Carmona, que representa al PSOE en el programa La Sexta Noche, que se refirieron a nuestra supuesta propuesta en tales términos. Por lo visto, todos ellos han recibido instrucciones de la dirección del PSOE de intentar desacreditar el documento, subrayando que se está proponiendo algo que ellos consideran a todas luces indeseable e irrealizable. Por desgracia esta ha sido una situación muy generalizada por parte de muchos autores que, obviamente, no se han leído ni el documento ni nuestros escritos, y que han intentado rellenar este vacío con su propia imaginación.
Invito al lector a que lea tanto el documento escrito por el Profesor Torres y yo, como mi blog, y verá que en ninguna parte (repito, en ninguna parte) hemos dicho, ni yo he dicho, que en la primera legislatura un gobierno progresista debería crear 3,5 millones de puestos de trabajo, y todavía menos que fueran funcionarios. ¡Ni en el documento ni en mi blog ha aparecido esta propuesta! Los Sres. Antonio Papell, Manuel de la Rocha Vázquez y Antonio Miguel Carmona se lo están inventando, manipulando groseramente nuestro texto y mis escritos. Lo que hemos dicho (véase página 38 del documento) y yo he escrito en mi blog es que los servicios públicos del Estado del Bienestar en España (que incluyen la sanidad, la educación, los servicios sociales, las escuelas de infancia, los servicios domiciliarios a personas con dependencia, los servicios de ayuda al desempleado, las intervenciones para prevenir la exclusión social, los servicios de vivienda pública, los servicios y transferencias para prevenir la pobreza, y un largo etcétera) están muy poco desarrollados y financiados, y para mostrar este escaso desarrollo hemos y he indicado que mientras que en España solo un adulto de cada diez trabaja en los servicios públicos (de los cuales los más importantes son los del Estado del Bienestar), en Suecia hay casi uno de cada cuatro, añadiendo que si el porcentaje en España fuera el de Suecia habría 3,5 millones más de puestos de trabajo. En otras palabras, lo que estamos diciendo es que si quisiéramos alcanzar el nivel de desarrollo de los servicios públicos que tienen los países nórdicos de Europa (donde la socialdemocracia ha gobernado más tiempo), tendríamos que crear 3,5 millones más de puestos de trabajo en estos servicios. Me sorprende que personas que se definen como socialdemócratas estén en contra de tal objetivo. El hecho de que el Sr. Antonio Papell me defina como un «economista anticuado» parece transmitir el mensaje de que la socialdemocracia «moderna» ha abandonado dicho compromiso.
Otra falsedad (en realidad mentira) es atribuirnos que estemos proponiendo que estos 3,5 millones de puestos de trabajo se creen en una legislatura. Nuestra intención al escribir el documento era establecer las líneas estratégicas de un gobierno progresista, subrayando que el Estado debería facilitar y estimular inversiones en la infraestructura no solo física, sino también social, muy abandonada hoy en España, a la cual los grandes recortes del gasto social están incluso empobreciendo más. Hoy, un gobierno progresista debería revertir esta situación. Que lo haga depende de su voluntad y coraje políticos para enfrentarse con aquellos grupos sociales y grandes empresas financieras y económicas, sumamente poderosos, que no contribuyen al Estado en las cantidades que deberían. Consecuencia de ello es que el Estado español sea pobre, con escasa sensibilidad social y muy poco redistributivo. La evidencia de que ello es así es abrumadora, y esto se debe a causas políticas. Si España tuviera las mismas políticas de empleo y fiscales que Suecia ha tenido históricamente, podría conseguir que su gasto público por habitante fuera más del doble (2.4) del que hoy existe en España. España podría conseguirlo si hubiera voluntad política para hacerlo. Naturalmente que no puede hacerse todo inmediatamente. Pero en políticas públicas lo que es más importante no es la velocidad del cambio, sino la dirección de ese cambio. Y lo que es obvio es que las políticas de recortes del gasto público que se han ido desarrollando en los últimos gobiernos durante la crisis van en dirección contraria a la que deberían realizarse. Tales recortes y las bajadas de salarios, resultado de las reformas laborales, están creando un enorme problema de falta de demanda doméstica, una de las razones de que estemos casi en recesión.
Ni que decir tiene que cada país tiene que buscar sus propias vías de desarrollo. Y en contra de lo que se nos ha acusado, no es nuestra intención copiar el modelo sueco en España. Lo que estamos acentuando es la necesidad de que se recuperen los principios básicos de la socialdemocracia, abandonados hoy por la mayoría de partidos que así se definen. Y ha sido en los países escandinavos donde tales políticas públicas se han desarrollado más.
Una de ellas es creer que el Estado debe crear empleo, considerando al sector social como fuente de empleo. El Estado puede y debe crear empleo, bien sea privado, bien sea público, y dentro de este, el empleo público puede ser de tipo funcionarial o no. No es cierto, y es una enorme mentira, que estemos diciendo en el documento, o yo en mi blog, que haya que crear 3,5 millones más de funcionarios. Esto es también una manipulación y una mentira de los Sres. Antonio Papell, Manuel de la Rocha Vázquez y Antonio Miguel Carmona. Es bien conocido en los círculos académicos que analizan el sector público que ni el profesor Juan Torres ni yo favorecemos el tipo de contrato funcionarial. De ahí que nunca (repito, nunca) utilice el término en mi blog de que necesitamos 3,5 millones más de funcionarios. He y hemos dicho (vean mis escritos y también el redactado del documento) que el Estado debería crear estos puestos de trabajo, lo cual puede hacerse de muchas maneras, de las cuales crear funcionarios es la medida que explícitamente he y hemos desalentado.
La «modernización» de la socialdemocracia: su conversión al liberalismo
Una de las políticas públicas que propuse hace años de la que estoy más orgulloso es la de que se estableciera el Cuarto Pilar del Bienestar en España, que consiste en el derecho de las familias a acceder a los servicios domiciliarios para las personas con dependencia. Lo hice cuando asesoré al candidato del PSOE a la Presidencia del gobierno, el Sr. Josep Borrell, uno de los políticos con mayor sensibilidad social en tal partido. Ese candidato hizo suya dicha propuesta. Y desde entonces el término ha hecho fortuna. Esta medida ha creado empleo, pero no predominantemente a través del funcionariado. Y ahora, el Profesor Juan Torres y yo proponemos que se establezca como Cuarto Pilar del Estado del Bienestar el derecho de acceso a las escuelas de infancia y que se amplíe el derecho al permiso de paternidad, medidas que son enormemente importantes para el desarrollo emotivo, psicológico e intelectual del infante, así como para ayudar a la mujer a integrarse en el mercado de trabajo. En realidad, la inversión pública en estos servicios es más importante que la hecha en la expansión del AVE. Lamento que personas que se autodefinen como socialdemócratas consideren tales medidas como anticuadas. Puede que ello explique el gran desencanto que existe entre las bases del PSOE. Hoy, millones de ciudadanos que han sido votantes socialistas parecen desear mayores cambios de los que ofrece su modernizada dirección.
La manipulación del Sr. Alfonso Rojo y los silencios en sus citas
Pero el programa de la televisión pública incluyó otro intento de desacreditarme cuando el Sr. Alfonso Rojo me definió como «pro soviético» por haber escrito cosas favorables a la Unión Soviética, indicando que ello refleja mi escaso conocimiento de lo que fue aquella dictadura o mi incapacidad, incluso hoy, de ser crítico con tal país, cuestionando el rigor de mis análisis. Entiendo que en su visión simplista de la realidad de aquel país, todo lo que aquel país ha hecho históricamente es negativo, y no hay nada que haya sido positivo. Para aquellos que, por nuestra labor científica, necesitamos mantener un rigor en nuestros estudios, la evolución de la URSS es mucho más compleja que una mera condena a rajatabla, sin más.
Alfonso Rojo dijo que yo había escrito que «el sistema socialista de producción mostró claramente su superioridad», deduciendo de mi cita que no conocía la URSS, o que carecía de actitud crítica hacia dicho país. Deliberadamente no citó ni el párrafo anterior ni el posterior a tal frase que yo escribí, ni dijo nada del contexto donde utilicé dicha frase, que no fue otro que la discusión del conflicto entre la Alemania nazi y la URSS durante la II Guerra Mundial. Permítanme que copie todo el párrafo, en el que comenzaba diciendo, en la sección donde hablaba de tal conflicto, que el nivel de desarrollo de la Unión Soviética había sido al inicio de la Revolución Soviética mucho más bajo que el de Alemania. De ahí que indicara que «en realidad, en los primeros treinta años (1917-1947), su evolución económica, fue un gran éxito, como lo demuestra que fuera capaz de derrotar a Alemania en la II Guerra Mundial. Incluso Winston Churchill reconoció que la que derrotó a la Alemania nazi en Europa fue la Unión Soviética. El sistema socialista de producción mostró claramente su superioridad sobre el alemán. Fue la evolución posterior la que disminuyó el gran potencial de aquella revolución, como escribí en mi libro Social Security and Medicine in the USSR, cuya distribución fue prohibida en la Unión Soviética». Esto es muy distinto a lo que tal personaje me atribuye.
En realidad, en contra de lo que Alfonso Rojo indica, conocí la URSS muy bien. Y mi libro, que como indico en el texto fue prohibido en la URSS, fue uno de los más críticos que se hayan escrito en inglés de aquella experiencia, lo que causó que fuera declarado «persona non grata» en aquel país durante el gobierno Brezhnev. La evolución posterior de aquel régimen reforzó, como mostré en mi libro, la dictadura de un partido que controló todo el Estado a beneficio de sus dirigentes. Pero ello no quita que fuera la URSS la que derrotara a la Alemania nazi debido, entre otros factores, a que su sistema de producción fue mejor que el de la Alemania nazi, lo cual debe reconocerse, por mucho que les cueste a personajes como Alfonso Rojo.
Una última observación. Tengo que pedir a todos los lectores con sensibilidad democrática que nos ayuden a deshacer tales entuertos y a defendernos ante tanta manipulación y mezquindad. Les agradeceríamos que llamaran a los medios y a los tertulianos que hicieron esas acusaciones, y que les enviaran la evidencia que mostramos de su falsedad. Ellos tienen unas enormes cajas de resonancia que nosotros no tenemos. Solo una movilización popular puede ayudar a desacreditar dicha campaña mostrando lo que es: una campaña orientada a destruir al que el establishment político y mediático español considera su adversario.
Nuestra intención, como lo era la de Podemos, era comenzar un debate muy necesario para romper con la sabiduría convencional que domina el pensamiento económico del país. Ni que decir tiene que en un debate, la crítica debe ser bienvenida, pero lo que hemos visto hasta ahora no puede definirse como tal. Y ello se debe a que no se desea, por los que controlan los medios de información, que son también de persuasión, que la sabiduría convencional se cuestione. Y así va España.
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