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Manual de desinformación, por Jon Sistiaga

Fuentes: Tercera Información

Sorprendidos nos hallamos por el reportaje que el célebre reportero de Cuatro Jon Sistiaga ha dedicado a Honduras bajo el título «Honduras: manual de un golpe de estado». Una oportunidad perfecta de dar a conocer la realidad de una sociedad que pasa por un momento delicadísimo y que ha sido ocultada, manipulada y tergiversada por […]

Sorprendidos nos hallamos por el reportaje que el célebre reportero de Cuatro Jon Sistiaga ha dedicado a Honduras bajo el título «Honduras: manual de un golpe de estado». Una oportunidad perfecta de dar a conocer la realidad de una sociedad que pasa por un momento delicadísimo y que ha sido ocultada, manipulada y tergiversada por la práctica totalidad de los medios de comunicación de nuestro país. Oportunidad, por desgracia, desperdiciada.

¿Por qué viajar tantos kilómetros a un país con semejante convulsión social, restricción de derechos fundamentales y blindaje hacia el exterior para no hacer otra cosa que legitimar su condición? Porque eso es lo que hace, no sabemos si conscientemente o no, Jon Sistiaga en este reportaje. Teniendo en cuenta la cantidad de medios de comunicación cerrados (como Radio Globo) o expulsados del país (TeleSur) por condenar el ilegal ascenso al poder de Roberto Micheletti, cabe preguntarse por qué Sistiaga pasea tranquilo por delante del cordón policial que cerca a Zelaya en el interior de la embajada de Brasil en Tegucigalpa.

La cosa no puede empezar peor. Bajo la mirada indiferente de las fuerzas militares hondureñas, Sistiaga nos introduce a su reportaje de la siguiente manera:

«Honduras sigue siendo un país dividido, polarizado entre los partidarios del depuesto presidente Manuel Zelaya y los de el actual presidente de facto Micheletti.»

Un país polarizado y dividido. Evidentemente, dividido entre los que ansían el poder a toda costa y los que buscan restablecer a una administración elegida democráticamente por los votantes, siendo este segundo grupo una amplísima mayoría. ¿Por qué obviar el hecho de que Micheletti es un golpista y un dictador, mediante esa calificación de «presidente de facto» que legitima una posición adquirida violentamente y sin respaldo social? Sistiaga parece querer explicárnoslo justo después:

«En este país la expresión «golpe de estado» ha perdido casi todo su significado, porque ambas partes se acusan a la otra de ser ellos los verdaderos golpistas.»

Claro, como ahora los protagonistas de la historia están enfrascados en una batalla dialéctica acerca de quién es en realidad el presidente legítimo, ya no podemos hablar de golpe de estado. Para empezar Sistiaga se equivoca al hacer esta afirmación, ya que Micheletti nunca ha pretendido que Zelaya sea un golpista. Pero el enunciado cae por su propio peso cuando hacemos un poco de memoria y recordamos que fue Micheletti el que sacó del país a la fuerza a Zelaya, que ocupaba la presidencia tras haber ganado legítimamente las elecciones presidenciales de 2006. ¿Quién en su sano juicio pensaría que Zelaya tiene algo de golpista?

Es posible que Sistiaga estuviera pensando en los sucesos ocurridos poco antes del golpe de estado, y por los que se acusaba a Zelaya, como a tantos otros de manera injusta, de querer perpetuarse en el poder mediante la convocatoria de una Asamblea Constituyente. Es necesario recordar que lo que Zelaya intentaba aquellos días era que el pueblo aprobara la colocación de una cuarta urna en las mesas electorales de los comicios previstos para finales de este año, con la que el pueblo votaría, además de a un nuevo presidente (puesto que Zelaya ya no puede ser reelegido) y un nuevo Congreso, una Asamblea que redactara una nueva Constitución para el país. Constitución que se ejecutaría ya con Zelaya fuera del Gobierno. Es decir, lo único que Zelaya pretendía y que las fuerzas militares de Honduras encabezadas por el general Vásquez Velásquez impidieron, era dar al pueblo la oportunidad de decidir si querían votar a una Asamblea que confeccionara una nueva Constitución. Esto tiene muy poco de ansias de perpetuarse en el poder y mucho menos de golpista.

El reportaje continúa en el mismo tono:

«Esa oveja negra depuesta por un golpe de estado, ese populista de derechas que se puso a hacer populismo de izquierdas, podría ser el ex presidente Manuel Zelaya.»

El bonito recurso de contarnos un cuento popular autóctono nos lleva a una aseveración con muy poco tacto. La identificación de Zelaya con ese concepto tan manido como peyorativo que es el de «oveja negra» no hace más que predisponer al espectador negativamente hacia su persona. Además para caer en otro tópico más sobre el izquierdismo latinoamericano al sacar el siempre socorrido argumento del no menos peyorativo concepto de populismo. Un concepto que evoca una sociedad analfabeta y desinformada que idolatra a un líder que les «dora la píldora» con bonitas palabras y buenas maneras. Ahora bien, si por populismo queremos entender el aprobar ayudas para la compra de combustible, el abaratamiento de los intereses en el pago de las viviendas, la reactivación de la agricultura mediante dinero y maquinaria recibidos de Venezuela (1) o el aumento del salario mínimo en un 60 por ciento(2) (medidas todas ellas aprobadas por el Gobierno de Zelaya, así como muchas otras que reactivan la economía del país y aseguran el bienestar de los ciudadanos (3), debo decir que ojalá los mandatarios españoles fueran así de populistas. También es reseñable la expresión «ex presidente» referida a Zelaya, como dando por hecho que ya es historia.

«Dos de cada tres hondureños viven con un solo euro al día y la mitad de los niños sufren desnutrición.»

Curiosos datos que dan buena cuenta de la situación de pobreza del país, pero son erróneos. Según datos de CEPAL, el porcentaje de población que vive con menos de un euro al día era del 22 por ciento en 2005 (4) y la tasa de pobreza se ha reducido en un 9 por ciento desde la elección de Zelaya(5), con lo que el resultado queda lejos de «dos de cada tres hondureños». En cuanto a los niños, según ese mismo proyecto de la ONU, el porcentaje de menores de 5 años con un peso inferior al normal es del 11 por ciento (6), y un 12% el porcentaje de la población total por debajo del nivel mínimo de consumo de energía alimentaria (7), lo que también queda bastante lejos del 50 por ciento que pretende el reportaje. ¿Amarillismo?

«Pero en la capital, en Tegucigalpa, el ex presidente que no pudo cambiar esos datos, el que fue sacado de su cama en pijama por sus propios soldados y enviado de manera vergonzosa a Costa Rica y su sucesor, [Micheletti,] el político que siempre perdía y que llegó a la presidencia de rebote, se empeñan en olvidarse del país mientras discuten quién de los dos es más golpista.»

Y ahora no sólo Zelaya es retratado como golpista sino que también Micheletti parece ser, además de presidente de facto, el sucesor de Zelaya. Aunque nadie lo haya elegido. Llegó a la presidencia de rebote, dice Sistiaga como si hubiera llegado ahí por una casualidad del destino y no mediante la fuerza. Sistiaga culpa a ambos de desatender la política del país debido al conflicto, y me pregunto qué espera de un país en el que un dictador sustenta el poder mediante la represión y la supresión de derechos mientras que el presidente electo está encerrado en la embajada de un país extranjero.

El reportaje se encarga de mostrarnos cómo el pueblo hondureño no puede salir a la calle de noche sin ser espetado por la policía. Esta es sólo una de las medidas represivas de un Gobierno que encarcela, golpea (8),(9) e incluso asesina 10,(11),(12) a manifestantes y decreta estados de sitio. Y culpabiliza de ello a ambos, cuando Zelaya no tiene poder real para hacer nada.

«Para tratar de atemperar esa creciente convulsión social que a veces deriva en incidentes e incluso vandalismo, el Gobierno de Micheletti recurrió al toque de queda.»

Otra afirmación sesgada, ya que Micheletti no ha decretado al toque de queda por otra cosa que no sea impedir que los ciudadanos se manifiesten en su contra, cosa que ni siquiera ha conseguido. A partir de aquí el discurso roza el recochineo:

«Se creaba una sensación de alarma que no respondía a la situación de relativa calma en el país.»

Se nota que Sistiaga no ha estado muy atento a la evolución de los acontecimientos desde el golpe de estado, porque la situación era de todo menos calmada. Así lo denotan los arrestos, cargas policiales, manifestaciones masivas o el cierre de medios de comunicación contrarios al gobierno golpista, todo ello empezando por el secuestro del presidente del Gobierno electo.

«Todos los días hay una manifestación de la oposición, y todos los días hay casi tantos policías como manifestantes.»

El autor no parece plantearse este problema desde la perspectiva de que quizá hay demasiada policía en las calles. De todas maneras es otra muestra de falta de documentación, pues si bien hoy las manifestaciones son menos concurridas por el miedo a las cargas policiales de las que hablan los protagonistas a los que se entrevista en el reportaje (y a los cuales no se les da ni la más mínima credibilidad), no hace mucho, concretamente el 5 de julio, dos millones de personas se manifestaron el Tegucigalpa contra el golpe de estado esperando el regreso de Manuel Zelaya al país tras su expulsión ilegal(13). La cosa no se queda ahí:

«Es como si el Gobierno de facto de Micheletti pretendiera matar de aburrimiento a la oposición.»

Y cuando no pueden matarlos de aburrimiento, se les mata a tiros como ha ocurrido ya con los más de diez muertos que ha provocado el ejército y la policía hondureña y que el reportaje obvia por completo. ¿Y qué es eso de «a la oposición»? La oposición existe en sistemas democráticos y se refiere a los grupos que no han conseguido alcanzar el poder mediante las urnas; este no es el caso. Se tendría que hablar de Resistencia a un Gobierno ilegal y represivo que les ha echado del poder, pero incluso este concepto, como el de golpe de estado, se pone en entredicho al aplicarlo a este conflicto en el reportaje al decir que «así se hacen llamar».

«Hay una dinámica del miedo que crea su propia necesidad de enemigos y, reales o no, la existencia de esos enemigos ayuda a no cuestionarse las propias contradicciones.»

O sea que es esta dinámica la que te crea enemigos imaginarios que te obligan a quedarte en casa por las noches, disuelven manifestaciones de forma violenta, apalizan a los que se les oponen y secuestran al presidente de tu país para enviarlo bien lejos. Va a ser verdad eso de que en las sociedades tercermundistas las supersticiones están muy arraigadas; este sería un ejemplo perfecto de ello, ¿verdad?

Paramos aquí porque es donde terminan las imágenes del reportaje disponibles a través de Internet, pero consideramos suficiente para ver el discurso claramente indulgente con el golpista Micheletti y sesgado en cuanto a la información sobre las medidas represivas que su Gobierno ilegal está desplegando en el país. Agradecemos el esfuerzo por acercarse a la realidad del país e ilustrar con imágenes el toque de queda que ya hace días se dijo que se levantaría pero que sigue vigente hoy en Honduras. Sin embargo, desde Tercera Información sentimos que la crítica es excesivamente suave y condescendiente con los que están llevando a la ruina al país mediante el bloqueo, la represión y la paralización de su sociedad. E incluso más allá deja a un presidente elegido democráticamente por el pueblo en muy mal lugar ante la opinión pública.

El hecho de que este reportaje haya aparecido en un medio generalista de gran difusión como es un canal de televisión y que esté realizado por un periodista de renombre como Jon Sistiaga sólo agrava la sensación de que demasiadas personas van a tener una idea muy equivocada de lo que está pasando en Honduras. Empezando por un título que se nos antoja poco afortunado, puesto que realmente parece un manual de cómo dar un golpe de estado y conseguir escurrir el bulto gracias a la maña de determinados medios de comunicación para manipular, ocultar datos y tergiversar información. Sólo hay que echar un vistazo a la encuesta que acompaña al reportaje en su página web(14) para darse cuenta de cómo ha influído este reportaje en la opinión de los españoles. Al cierre de este artículo, el 76 por ciento de los participantes en la encuesta piensan que el legítimo presidente de Honduras es el golpista Micheletti. Encuesta que contrasta con otra que revela que más de la mitad de la población hondureña condena el golpe de estado mientras que sólo lo apoya un 17 por ciento(15), junto a otros resultados interesantes, especialmente los relativos a la represión, que se pueden ver en la noticia relacionada que se recoge en la siguiente bibliografía.

Muchas gracias, señor Sistiaga. Ha escrito usted un perfecto manual de desinformación.