Pocos derechos fundamentales pueden asociarse hoy de manera tan natural al desarrollo armónico de las sociedades como el derecho a la información, no sólo recogido implícitamente por los ordenamientos que sobre derechos humanos han promulgado los principales organismos internacionales, sino vinculados por ellos mismos a la democracia. Estos fueron algunos conceptos que expusimos, hace algunas […]
Pocos derechos fundamentales pueden asociarse hoy de manera tan natural al desarrollo armónico de las sociedades como el derecho a la información, no sólo recogido implícitamente por los ordenamientos que sobre derechos humanos han promulgado los principales organismos internacionales, sino vinculados por ellos mismos a la democracia. Estos fueron algunos conceptos que expusimos, hace algunas semanas, en el Forum de las Culturas que se está realizando en la ciudad de Barcelona, al que fuimos especialmente invitados para participar en el dialogo «Comunicación audiovisual global, diversidad cultural y regulación», organizado por el Consejo de Audiovisuales de Barcelona. El evento se concretó los días 28 y 29 de mayo.
Sin libertad de expresión ni derecho a la información – afirmamos en la oportunidad – «como derechos, instituciones y procesos efectivos, no como meramente nominales», no puede existir una sociedad capaz de gozar de ninguna de las instituciones ni, tampoco, habría manera de maximizar el debate público. Y ello implica pluralismo, que sólo es visible cuando la prensa recoge y difunde tanto el discurso político como la crítica al discurso político y las demandas sociales.
Sin ese juego dialéctico, insustituible en una sociedad, es imposible avanzar y, por consiguiente, concretar logros esenciales en la convivencia de las personas y de los distintos sectores sociales.
Al informar, los medios colaboran en el necesario tránsito que debe existir entre los que hacen política y aquellos sobre los que esa política se ejecuta. O sea, que lo que vale es, obviamente, la libertad más plena, que debe ser protegida en textos legales que la engloben y la defiendan en todos sus extremos.
La vinculación entre la democratización del ejercicio del poder público (mediante el acceso de la ciudadanía a la información, como mecanismo de control y rendición de cuentas) y la articulación de la sociedad civil (mediante la expansión de una cultura democrática), se complementan con la actuación social de una prensa democrática que ejerza una constante vigilancia de la legalidad en la actuación del poder público, lo que enriquece con información de calidad el necesario y constructivo debate en el que participa la sociedad civil.
Entendemos que el grado de democratización de las sociedades es determinante para la eficacia de la investigación periodística, concebida como elemento que construye la realidad social a partir de su participación en determinar el marco cognitivo de la opinión pública.
Creemos que los periodistas, como los militantes políticos y los ciudadanos, todos los que participamos en el quehacer social, tienen la obligación de reconceptualizar permanentemente su papel en el marco de la sociedad.
La prensa no debe ser funcional a determinados proyectos políticos; esa es tarea de quienes asumen directa y abiertamente ese compromiso. Tampoco es posible creer en una prensa sin valores. Eso si, en el trabajo riguroso, sin prejuicios, del que hace el máximo esfuerzo para entender y reflejar cabalmente la realidad y, además, acepta con rigurosidad el derecho de todo ciudadano a la respuesta. El derecho de respuesta es un valor fundamental de la democracia, sin el cual es imposible la regulación positiva de los medios de prensa.
No habría posibilidad de funcionamiento armónico de una sociedad, en la cual la creación es fundamental y, por consiguiente se requieren niveles cada vez más importantes de información, sin que resortes de la propia democracia se pongan en marcha ante las divergencias, las tergiversaciones, o las incorrecciones, elementos contra los cuales la propia prensa debe luchar, autorregulándose. No estamos de acuerdo con las quienes sostienen que los periodistas debemos defender una libertad intangible, sin que la sociedad nos exija cuentas por lo que hacemos o decimos.
Los periodistas debemos contar, como esencia para hacer posible el desarrollo de nuestra profesión, para poder investigar, crear y construir lenguajes adecuados a la realidad, con un marco de libertad, sin desconocer que estamos limitados por una organización social en la que, obviamente, la libertad individual del profesional de la información está limitada por los intereses de las empresas informativas que, en muchas ocasiones, no coinciden con los intereses generales de una sociedad que debe estar plenamente informada para desarrollarse.
Son esenciales para la construcción de una sociedad cada vez más justa y democrática, la libertad de prensa, la libertad de expresión y el derecho a la información, mediante la promoción de la ética, la investigación, la precisión y el uso de nuevas tecnologías en el ejercicio periodístico, así como la protección de los periodistas.
Democratizar la información permite que una sociedad que se reconoce en la diversidad confronte ideas, en contraste con los intentos por imponer la homogeneidad conceptual, en un camino que de prosperar llevaría a un deleznable pensamiento único.
(*) Carlos Santiago. Secretario de redacción del diario LA REPUBLICA y del suplemento Bitácora. Uruguay.