La mayoría delos titulares, desde un poco antes de las doce de la noche del día de la supuestacaída del líder de Al Qaeda, anunciaban que «murió» Bin Laden. No, señores, no,señoras. Si la hipótesis fuera una realidad, no habría muerto, habría sido asesinado. Pero, incluso tratándose denoticias ideadas por conveniencias políticas y bélicas, es […]
La mayoría delos titulares, desde un poco antes de las doce de la noche del día de la supuestacaída del líder de Al Qaeda, anunciaban que «murió» Bin Laden. No, señores, no,señoras. Si la hipótesis fuera una realidad, no habría muerto, habría sido asesinado. Pero, incluso tratándose denoticias ideadas por conveniencias políticas y bélicas, es alevosa la forma enque los medios intentan filtrar ideas en nuestras cabezas: no es lo mismo quealguien muera a que lo obliguen a dejar de vivir. Con términos por los cualescualquiera podría considerarse puntilloso/a, van generándonos una acepción delas cosas generalmente inconsciente y, claro, conveniente y funcional a losacontecimientos y a la postura que sirve que tomemos sobre la temática.
Esa noche logrésintonizar por unos instantes, a través de Internet, CNN… Para qué. Yanquis ymás yanquis festejando amontonados/as con sus banderas y su estupidez. Mepregunté si allá estaría prohibido el documental Zeitgeist. Si no lo estuviera,cosa que asumo, es recomendable que lo vean, como para que entiendan lo queestán celebrando. Aunque estimo que el trabajo realizado en sus cabezas ha sidotan arduo y desgastante como efectivo.
Porque, allá, estánfestejando el ASESINATO al (no la «Muerte de») hombre que fue culpado por unatentado armado por su propio gobierno. Porque un Nóbel de la Paz dice con orgullo que arrancaronla vida de un ser humano y el pueblo lo ovaciona.
Las pantallas mundialessiempre han sido una buena estrategia y han llevado a buen puerto a la invasiónimpune y destructiva de los lugares que pueden acrecentar y alimentar losbolsillos sin fondo del Tío Sam. Si existió un atentado en el 2001 fue porque los gringos necesitaban la excusaperfecta para destruir, una vez más, todo a su paso. Aunque, bien sabemos, nadie jamás les pidejustificación y, de todas formas, ninguna sería válida para cobrarse vidas.
¿Qué querránocultar esta vez? ¿No surtió los efectos deseados el terremoto en Japón o losmedios no lo sostuvieron por un tiempo suficiente como para terminar de salirsecon las suyas? ¿Tendrá algo que ver con el asesinato de la familia de Gadafi? ¿Ose vienen cosas peores que los ataques desmedidos e infundados a Libia?
Parece irrisorioque nadie, en EEUU, quiera ver más allá de sus narices. Tan acostumbrados yacostumbradas están, que las mentiras vuelan como fantasmas frente a sus ojos yno los perciben. Tanta mentira que termina por dar pena la mediocridad de supueblo. Su himno sigue sonando junto al flameo de su bandera, ayer en la Luna, pasado mañana en Marte.
Y ahora Obamaestá tan nervioso… Reforcemos laseguridad, urgente, que estos que no son nada pacíficos, no como yo, puedentomar represalias. Represalias, qué término con el cual se lleva bien estehombre que brega por la paz mundial. Incluso cuando no existe motivo ciertopara tomarlas, aunque tampoco lo justificaría. Cuánta hipocresía reina en elmundo gracias al imperio y sus secuaces.
Los medios, hoy,siguen hablando de la muerte de BinLaden.
Soledad Arrieta es escritora y periodista de opinión.
Blog de la autora: www.cotidianidadeshumanas.blogspot.com
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