Teóricamente los medios sirven a muchos fines y desempeñan diversas funciones. Teóricamente -insisto- el papel principal de los medios de comunicación estriba en reproducir una visión de la realidad, en producir una ciudadanía crítica e informada. Sin embargo, como está configurada la organización de la comunicación en nuestro país se puede caer en la tentación […]
Teóricamente los medios sirven a muchos fines y desempeñan diversas funciones. Teóricamente -insisto- el papel principal de los medios de comunicación estriba en reproducir una visión de la realidad, en producir una ciudadanía crítica e informada. Sin embargo, como está configurada la organización de la comunicación en nuestro país se puede caer en la tentación de querer instrumentalizar los medios para crear el clima de opinión que algunas minorías pretendan imponer que llegue a los ciudadanos.
Este es un tema que las personas deseosas de estar bien informadas deben tener muy en cuenta, pues la sospecha, muchas veces confirmada, de la manipulación de la información por medios de comunicación (incluyendo agencias noticiosas que alimentan a los medios) deforma sustancialmente el mensaje, con intenciones de que los lectores de quienes consumen los noticiarios televisivos, piensen, sientan y crean lo que se les dice.
En la actualidad, como menciona Fredesvinda Issa, el consumo de los medios de comunicación, sobre todo TV, constituye un componente fijo de la vida cotidiana en la mayoría de las sociedades. En nuestra sociedad la TV se configura como uno de los elementos hegemónicos en la formación de opiniones y estereotipos de los ciudadanos. A esta cultura pertenecen el trato diario con los medios y sus contenidos, la forma de pensar y de sentir determinada por ellos, al igual que los hábitos de leer, oír y ver, de consumo y comunicación, las modas y una buena parte del lenguaje.
A mitad de los años setenta, Herbert Schiller escribía The Mind Managers, una obra que se adelantaba a su tiempo al analizar los mecanismos utilizados por los medios de comunicación para manipular a la opinión pública. El análisis del escritor estadounidense no puede estar más de actualidad. Treinta y tantos años después, los procesos de concentración y transnacionalización han convertido a la comunicación y la información en negocios seguros, por sus beneficios y por su capacidad de influir sobre la población mundial.
Una sociedad globalizada en términos económicos, es una sociedad uniformada en términos culturales e informativos. No es nuevo esto que decimos. De hecho, cuando en los ochenta se produjo el intento de establecer un Nuevo Orden Económico Internacional, venía ineludiblemente asociado a la creación también de un Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación. Se ponía así de manifiesto que la hegemonía de una elite de naciones sobre el resto no era sólo una cuestión económica, sino que estaba produciendo al mismo tiempo desigualdades en el acceso y distribución de contenidos.
Desde entonces, estas condiciones no han mejorado, sino que se han agudizado con la complacencia de un sistema que se autolegitima a través de los medios de comunicación. No es el único mecanismo utilizado. En realidad, las propias reglas de la dinámica capitalista neoliberal ayudan a que los medios sean, en ocasiones, el refugio en el que descansar. En otras, facilitan la comprensión de un solo modo de ver el mundo, el único posible, que convierte en extraño al pensamiento alternativo. En ambos casos, la definición de los mensajes se encuentra perfectamente estructurada para plantear pocas dudas al sistema, fomentar su supervivencia a través del consumo y relajar las mentes sobre el cómodo diván del entretenimiento.
Por otro lado, existe la demonización sistemática de todos aquellos medios que llamamos» de izquierda», contra los cuales se desarrolla una campaña sistemática de desprestigio, de restarles credibilidad, y en algunos casos hasta de intervención electrónica de los mismos para que no sean accesados por las personas que desearan hacerlo.
En esta tarea, resulta especialmente interesante el análisis de la capa superficial de los contenidos, empeñados en demostrar valores como libertad, pluralismo e independencia. Hablan así de la prensa como el cuarto poder, rechazan que exista cualquier posibilidad de censura en las democracias actuales y venden el espejismo de unas sociedades en libertad.
En la actualidad, el panorama mediático nos muestra una maraña de empresas de la comunicación al servicio de un mismo interés: el sistema de economía de mercado. Por eso, aunque podamos descubrir tendencias políticas en muchos medios de comunicación, mantenemos la tesis de que la verdadera ideología dominante en dichos medios se alinea con las bases sobre las que se asienta el capitalismo neoliberal.
Si queremos entender todo esto en sentido práctico, sólo tendremos que detenernos en el estudio que la propia realidad periodística nos muestra a diario. Nos referimos, de manera concreta, a la cantidad de noticias de las que se hacen eco los propios medios de comunicación locales y que constituyen la mejor prueba de las complejas relaciones que se establecen en la estructura informativa. Descubrimos así la imposibilidad de entender los medios como empresas aisladas que asumen su función pública como tarea prioritaria. Más allá de esto, los intereses y las relaciones entre las grandes corporaciones del sector, y de otras industrias, se nos revelan como elementos claves para comprender el sometimiento informativo a la ideología neoliberal.
El poder mediático en el mundo se encuentra así en manos de unas corporaciones con intereses dentro y fuera de la comunicación que, además, es entendida no como servicio público, sino como negocio generador de beneficios. Esta realidad social contemporánea es fruto de un avance capitalista precipitado tras la Segunda Guerra mundial, que ha supuesto un reparto informativo del mundo que se corresponde con el político y económico. Se trata de una segunda ola en el proceso de globalización, donde se ha impuesto una única forma de pensamiento.
Ignacio Ramonet, en su obra La Tiranía de la Comunicación , señala lo siguiente: grupos más potentes que los Estados llevan a cabo una razia sobre el bien más precioso de las democracias: la información. ¿Tratan de imponer su ley al mundo entero o, por el contrario, desean abrir un nuevo espacio de libertad para el ciudadano? Ni Ted Turner, de la CNN; ni Rupert Murdoch, de News Corporation Limited; ni Bill Gates, de Microsoft; ni otras tantas decenas de nuevos amos del mundo, han sometido jamás sus proyectos al sufragio universal. La democracia no se ha hecho para ellos. (…) No tienen tiempo que perder, sus productos y sus ideas atraviesan sin obstáculos las fronteras de un mercado globalizado. (…) Procedentes (una vez más) de Estados Unidos, pero alegremente retomadas por los europeos, estas nuevas prédicas sirven a los intereses del capitalismo mundial.
De esta manera, en el terreno informativo, también hay unas empresas que dominan el mundo y que se sitúan en la zona desarrollada del planeta. Es así como comprobamos que los seis grandes grupos de comunicación en el mundo son norteamericanos y europeos, y que extienden su área de influencia más allá de sus fronteras contribuyendo a difundir un flujo informativo que conecta con sus intereses occidentales.
Asentados como una parte más del poder económico, estos grupos cuentan además con el beneplácito y la manga ancha de una elite política que los protege y los ampara. En apariencia se hablará de pluralismo, pero en la práctica se desregulará el mercado para proseguir con las concentraciones y el ritmo cada vez más salvaje en el sector. El buen entendimiento entre los elementos políticos, económicos y mediáticos permitirá, además, el intercambios de favores. Y detrás de ello está el objetivo: lograr un control social que permita la implantación e implementación de los principios rectores del neoliberalismo: concentración, desregulación, explotación, abandono de lo social por excesiva atención a lo económico, el control financiero mundial.
El elemento primordial del control social, es la estrategia de la distracción consistente en desviar la atención del público de los problemas importantes y de las mutaciones decididas por las elites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación continua de distracciones y de informaciones insignificantes .
La estrategia de la distracción es igualmente indispensable para impedir al público de interesarse a conocimientos esenciales, en el área de la ciencia, la economía, la psicología, la neurobiología y de la cibernética , por ejemplo. El lema sería:»Mantener la atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener el publico ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a la granja con los otros animales.»
Con estas reflexiones puede ahora Usted entender por qué los canales de televisión que mira por cable en nuestro país, por ejemplo, llevan porcentajes altísimos de farándula, deportes y programas infantiles, y en proporciones menores, noticias, temas religiosos, y aquellos que someten a los televidentes a una terapia continua de aceptación de la violencia: actuaciones policiales, asesinatos, temas esotéricos (que incluyen vampiros, zombis, muertos vivos, extraterrestres y otras marrumancias) y cosas así.
De allí la importancia de los medios electrónicos independientes de comunicación. Pero no seamos ingenuos. Diversos grupos cayeron en cuenta de la influencia que dichos medios adquirían en el mundo moderno, sobre todo después del movimiento de «los indignados» (que luego se transformaron en los apaleados, desahuciados, sin trabajo y otras linduras) y han desarrollado toda una estrategia que incluye, desde crear medios electrónicos dizque independientes a través de los cuales continuar con sus acciones desinformativas, o apoderarse de los ya existentes mediante arreglos financieros que aseguren la existencia del medio.
Resulta triste y desesperanzador lo mencionado, pero es la realidad. Tuvimos en nuestro país -a pequeña escala- un ejemplo evidente de manipulación, desinformación y manejo de la opinión pública, cuando el gobierno liberacionista de Oscar Arias utilizó los medios locales e internacionales (CNN) para engañar al pueblo y hacerlo votar a favor de la aprobación del TLC con los EEUU. Hemos tenido durante este gobierno muchas pruebas -aunque un poco más chapuceras y vulgares- del manejo de la información por parte de la presidencia de la república: sobre lo relacionado con concesiones, protección de corruptos, contratos para la creación de obra o realización de servicios, ocultamiento de realidades que lindan en lo ilegal y que definitivamente han sido anti éticas, aunque algunas han sido evidentemente ilegales.
De allí la importancia de que, aquellos que regularmente consultan los medios electrónicos independientes, los verdaderamente independientes, porque algunos no lo son tanto, realicen una campaña de convencimiento hacia otras personas para que los ubiquen, los lean, obtengan otros puntos de vista diferentes a los «oficiales» localmente o los «maquillados» internacionalmente. Esto es importante para que un número creciente de personas pensantes se sumen al grupo de los que cuestionarán en las próximas elecciones la marejada de mentiras, falsas promesas, chantajes emocionales e intelectuales, ocultamientos de realidades, y las campañas de creación de «imagen» de candidatos que -como todos sabemos- son parte de la mafiocracia que nos ha gobernado en los últimos decenios.
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