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La concentración de la propiedad de los grandes medios de comunicación en Guatemala

Medios para construir ciudadanía

Fuentes: Rebelión

Derecho a la información, libertad de expresión y libertad de prensa son conceptos diferentes que se confunden interesadamente y se utilizan como sinónimos. El derecho a la información es garantizar la posibilidad de la ciudadanía y de la sociedad a recibir libremente información completa y veraz sobre los hechos que ocurren en el país y […]

Derecho a la información, libertad de expresión y libertad de prensa son conceptos diferentes que se confunden interesadamente y se utilizan como sinónimos.

El derecho a la información es garantizar la posibilidad de la ciudadanía y de la sociedad a recibir libremente información completa y veraz sobre los hechos que ocurren en el país y en el mundo. Es el derecho a tener múltiples, plurales y democráticas fuentes de información.

La libertad de expresión es un derecho colectivo de la sociedad toda, de los grupos sociales en tanto tales y de los individuos, como ciudadanos y ciudadanas. Consiste en el derecho a expresar libremente sus pensamientos e ideas, sus propuestas, a protestar contra lo que consideren injusto y a hacerlo público y comunicarlo por cualquier medio que estimen conveniente.

La libertad de prensa es el complemento, o si se quiere poner de otra manera, el vehículo para que la sociedad ejerza el derecho a informarse y a expresarse.

La libertad de prensa es un elemento indispensable pero no suficiente para garantizar el derecho a la información y la libertad de expresión de la sociedad como ente colectivo y de los ciudadanos en su individualidad. El derecho a la información y a la libertad de expresión están consagrados en la Carta de los Derechos Humanos de la ONU y han sido desarrollados en sucesivos compromisos internacionales de la representación cultural de ese organismo internacional, la UNESCO.

Sin embargo públicamente se habla casi exclusivamente de la libertad de prensa, hay observatorios de medios, organizaciones de propietarios de medios, muchas, y organizaciones internacionales de periodistas, bastante menos.

La libertad de prensa debería ser concebida como un instrumento al servicio de la sociedad y los ciudadanos, sin embargo, se habla de ésta, en el mejor de los casos, desde la óptica de los periodistas y en la mayoría de los casos, con una visión mucho más reducida y elitista, desde la perspectiva de los dueños de los medios.

Como si esto fuera poco, el enfoque reducido y elitista de los derechos ciudadanos a la expresión y la información se hace más cerrado aún y se escribe sobre la libertad de prensa como sinónimo de libertad de empresa. Se ha extendido el concepto que la libertad de prensa es casi el derecho sagrado de los periodistas y, aún más, de los propietarios de los medios de comunicación, de decir, lo que quieran y como quieran.

Incluso, se sostiene que la independencia de los medios, un valor importante sin duda alguna, solamente debe medirse en función de los partidos políticos y el Estado.

Cualquier medida de regulación o de control ciudadano, desde esta concepción, es presentada como un ataque a la libertad de prensa y una censura disfrazada.

Los medios se adjudican un rol protagónico central en la construcción de la agenda de la sociedad, se constituyen por voluntad propia y por los espacios que la propia sociedad les otorga, en un instrumento de poder, pero no aceptan ninguna contrapartida.

La información es poder, la constitución de los medios de comunicación en grandes conglomerados comerciales es una forma concreta de administrar ese poder. La concentración de la propiedad de los grandes medios de comunicación en pocas manos es un fenómeno a nivel internacional y tiene expresiones muy claras en Guatemala.

El problema, entonces, es analizar y plantearse la libertad de expresión y el derecho a la información de la sociedad toda y la libertad de prensa como un vehículo para que estos dos derechos se realicen prácticamente. La censura a un periodista impidiéndole publicar una nota, la presión del Gobierno para evitar una crítica o la de un grupo económico que logra que una nota no se publique, situaciones que pasan diariamente en Guatemala, son hechos graves.

Pero mucho más grave aún es que la decisión sobre qué temas existen y cuáles no, qué actores se visibilizan y cuáles no, qué cosas se informan y qué cosas no, es decir, la decisión sobre la agenda informativa de Guatemala esté concentrada en un grupo reducido representante de los sectores de poder.

La censura realmente grave es la que se ejerce diariamente sobre la sociedad en su conjunto, aunque no se la llame censura y se diga que se hace respetando la libertad de prensa, cuando en realidad se actúa y se piensa en la libertad de empresa.

En estos días hemos asistido a un caso que sirve de ejemplo, no porque sea nuevo, sino porque se hizo público. El Periódico, decidió sacar de sus páginas el cuadrito de Filóchofo, que desde hace 14 años, publica diariamente José Manuel Chacón y que es, una voz distinta y potente. Anteriormente, el «Filo» también fue censurado de las páginas de Siglo Veintiuno.

Al censurar a Filóchofo, además de la de José Manuel, se deja sin voz a sectores y actores de la sociedad guatemalteca que se expresan en sus denuncias y en su ironía; y además se cercena el derecho a la información de miles de guatemaltecas y guatemaltecos que todos los días lo leían.

¿Cuál es el camino?

Nuestro país, una sociedad de posguerra, que está en proceso de construir la paz, de colocar las bases de una democracia sana y verdadera, que tiene pendiente la inclusión social, el respeto a las mujeres y los pueblos mayas, necesita alternativas que garanticen el derecho a la información y la libertad de expresión. Las necesita para su salud democrática, para enriquecerse como sociedad.

Los procesos de consolidación y fortalecimiento de la justicia, la paz y la democracia no pueden ser pensados sobre la base de la exclusión, en ningún ámbito, incluyendo el de los medios de comunicación. A ninguna sociedad le conviene que exista una única verdad y una agenda mediática exclusiva y excluyente.

Por eso es preciso crear nuevos medios de comunicación masivos de contenido alternativo. Medios en los que se generen espacios de expresión e información que constituyan alternativas reales al discurso único y sin fisuras, que predomina actualmente. Hablamos de practicar un periodismo para construir ciudadanía: que trate a la información como un fenómeno cultural y no como una mercancía. Que conciba a los lectores como ciudadanos y no como consumidores.

El tipo de periodismo planteado se propone como objetivo impulsar el desarrollo de la sociedad, fortalecer y promover la democracia, la participación ciudadana y la acción colectiva. Dar visibilidad a otros agentes sociales y no sólo a los operadores del poder. Defender la identidad cultural y la pluralidad de las manifestaciones que de ella se derivan. Contribuir a problematizar la agenda informativa y el debate de la sociedad, colocando temas ignorados o subvalorados.

Se propone rescatar el componente de labor intelectual que tiene el periodismo, tanto en el plano de la interpretación de los fenómenos sociales como en el desarrollo de la capacidad crítica y cuestionadora. Todo ello con rigurosidad profesional, creatividad y calidad.

Hablamos de la necesidad de medios independientes realmente, no sólo del poder político o del Estado, sino también y particularmente de los poderes fácticos y de los grandes grupos económicos. Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique y uno de los grandes teóricos y prácticos de la comunicación alternativa llego a decir: «el desafío es crear medios que sean independientes de los propios medios, en tanto grandes conglomerados comerciales que son parte del poder».

La construcción de medios masivos alternativos e independientes realmente, la construcción de un escenario de debate real y profundo, será una contribución fundamental para avanzar en la consolidación de una democracia incluyente en Guatemala.

*Periodista guatemalteca