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Medios para vender ¿y educar?

Fuentes: Rebelión

Lograr una cultura general integral en la sociedad latinoamericana requiere primero de una alta sensibilidad del Estado en cada una de las naciones, con el objetivo de disponer recursos humanos capaces de convertirse en portadores de altos conocimientos que permitan a un país establecer una reserva de intelectualidad para compartirla con los desposeídos del planeta. […]


Lograr una cultura general integral en la sociedad latinoamericana requiere primero de una alta sensibilidad del Estado en cada una de las naciones, con el objetivo de disponer recursos humanos capaces de convertirse en portadores de altos conocimientos que permitan a un país establecer una reserva de intelectualidad para compartirla con los desposeídos del planeta.

«Patria es humanidad» sentenció José Martí y Fidel Castro lo recuerda constantemente. Traspasar fronteras en busca de esos nuevos horizontes se hace más fácil hoy a través de los medios de comunicación. No hablo de invadir a los países del primer mundo con sus «sistemas tan desarrollados» porque ni ellos mismos se han percatado de la ignorancia que los absorbe. Me refiero a formar ejércitos de salud y educación, como hace Cuba al asaltar la pobreza endémica de los pueblos, sin embargo esta iniciativa NO es eco mediático.

Superarse, aprender y desterrar por siempre el analfabetismo significa elevar los conocimientos en aras de cada día ser mas libres, por ese camino andamos. Cuando se especializa la sociedad, se especializa el conocimiento y la creación de bienes sería superior.

Para aumentar el caudal de contenidos en la mente social, corresponde igual formación en el sector periodístico que al mismo tiempo inyecte en la psiquis del perceptor suficiente y variada sabia de pensamientos libres de virus; sentimientos cargados de sueños, dotados de respuestas a las interrogantes disímiles de la humanidad frente a un descomunal desarrollo tecnológico que apenas deja margen a la reflexión.

Si los medios de difusión responden más a la publicidad y a la propaganda de carácter consumista, y no orientación, se pierde la especialización de la sociedad. La propia comunidad se arropa de códigos de fachadas y normas inconsistentes; es como si usted pintara las puertas de los edificios y dejara el interior carcomido de «moho» con las paredes húmedas y destartaladas. En los seres humanos ocurre el mismo fenómeno: las apariencias engañan y peor aun, lo superficial se queda ahí, en lo que no trasciende.

No hay dudas que existen sociedades hoy mal arropadas, que son puras fachadas de la globalización, hechas así exprofeso. La etiqueta sea de buena «marca» o no, se la ponen los propios medios de comunicación que tratan de explicar los cambios que se operan en un entorno plagado de anuncios y comerciales con muy poco o nada de orientación educativa hacia los valores del hombre. Vender es la palabra de orden y no educar porque se afecta el mercado: ¡claro, se le vende mejor a los ignorantes!

La televisión, la radio, los periódicos impresos y digitales se han constituido en actores decisivos de los cambios políticos. ¿Si son tan protagonistas de las nuevas maneras de hacer política, por qué no asumen definitivamente junto a la escuela un papel formador de ideas y pensamientos?

Puede resultar categórico pero la peor bomba atómica ya está lanzada sobre la humanidad: la avalancha de contenidos superfluos, vestidos de colores de «circo» a la usanza medieval en busca de la atracción publica como un torneo de caballería.

La mayoría de los medios están para vender como si todo el mundo quisiera comprar algo; pero la gente lo que quiere es aprender algo nuevo, millones de analfabetos quieren saber leer y escribir o de lo contrario continuarán muriendo como siempre de forma prematura. La propia maquinaria mediática impide el aprendizaje: porque un rebaño ignorante es capaz de comprar más basura que un mercado instruido.

Jesús Martín Barbero al escribir sobre estos temas ha puesto al decir de los cubanos «la tapa al pomo» porque no hay dudas: «en las brechas de la televisión comercial, y en las posibilidades abiertas por los canales culturales, regionales y locales o comunitarios, la televisión aparece como un espacio estratégico para la producción y reproducción de las imágenes que de si mismos se hacen nuestros pueblos y con las que quieren hacerse reconocer de los demás.

En América Latina es en las imágenes de la televisión donde la representación de la modernidad se hace cotidianamente accesible a las mayorías. Son ellas las que median el acceso a la cultura moderna en toda la variedad de sus estilos de vida, de sus lenguajes y sus ritmos, de sus precarias y flexibles formas de identidad, de las discontinuidades de su memoria y de la lenta erosión que la globalización produce sobre los referentes culturales.»

Los propios medios masivos constituyen el antídoto de esa «bomba lanzada» a la humanidad si asumen a tiempo una programación utilitaria, con contenidos de entretenimiento para enseñar, educar y no para vender como ocurre hoy. La especialización cultural de la sociedad no será posible sin un cambio de los propios medios, ¡Ojala se conviertan en interactivos puros! de cara a cara, frente a una Internet capaz de desaparecerlos.

Hoy los que dirigen los medios, dueños de las grandes cadenas de radio y televisión desconocen, o no quieren saber, la bondad que poseen, porque si ponen todo su ingenio en la educación y la cultura de los pueblos, sembrarán un porvenir de libertad. De lo contrario, si continua la difusión de «seudos contenidos» persistirá la ignorancia y un entorno reduccionista. Cambiar los códigos del siglo XX y ponerse a tono con el nuevo milenio significa que los medios de comunicación, más que vender, deben educar.