Lo primero son los vicios y uno de los míos consiste en presentar propuestas contra las ofensas, una variante del idealismo que casi nunca consigue lo que pretende. Pero insisto cada vez y, para el caso que nos ocupa, mientras no haya una ley que diga que la verdad sobra, escuchar mentiras sin poder hacer nada me seguirá doliendo. Es probable que a usted también.
Por tanto, y para que no ser me olvide, comenzaré exponiendo una propuesta para los debates electorales, pero que también se debería aplicar en las entrevistas y otros encuentros con políticos, aunque no haya urnas a corto plazo y tanto si están en la oposición como en el gobierno.
Entrando en materia, lo cierto es que, sino todos, la gran mayoría de los debates electorales terminan con ese minuto en el que cada participante expone lo que quiere destacar de su propia candidatura. Es decir, los debates finalizan hablando, pero dejando de ser debates.
La propuesta consiste en que, durante los minutos anteriores al último de cada participante, los moderadores, que en cierto modo representan a la sociedad, entreguen, al mismo tiempo y a cada uno de los que han hablado, un papel con las frases textuales que hayan pronunciado y que pudieran ser falsas, requiriéndoles para que, una por una, las mantengan o las retiren sin más palabrería. Al mismo tiempo, los espectadores estaríamos viendo en nuestras pantallas esas mismas frases que, por otra parte, habrían sido anunciadas como posibles mentiras en el mismo momento en que se iban pronunciando.
Por ejemplo, en el tantas veces comentado debate entre Sánchez y Feijóo del lunes día 10 me habría gustado especialmente conocer la respuesta del del PP a la afirmación que hizo sobre el archivo del espionaje con el software israelí Pegasus. Responsabilizó al presidente por no colaborar con la Justicia, aunque el juez en el archivo dice que es por falta de colaboración de Israel, pero Elisa Beni defiende que todo fue una maniobra para neutralizar a ERC, haciéndose el de La Moncloa tan víctima como ellos, pues los catalanes independentistas sí que fueron espiados.
Ahora es cuando viene que usted y yo coincidimos en que, para que el periodismo se atreva a adoptar este nuevo protocolo contra las mentiras en vivo y en directo, además de ser “cuarto” debe decidirse también a ser “poder”, pero no les da la gana, porque lo cierto es que nadie puede impedir a los medios aprobarla y aplicarla.
Y el político que no acepte esta nueva regla del juego que no acuda, pues quienes queremos ir a votar para que no regrese una dictadura sin trampa ni cartón no nos merecemos que se nos haga perder el tiempo escuchando mentiras que siempre quedan impunes…, que para impunidad ya tenemos bastante con el privilegio de cometer toda clase de delitos que se reserva Felipe VI por voluntad propia (ver Carmen Calvo el 9 de mayo de 2022), que él no quiere ser menos que su padre, solo faltaría, y nuestros políticos del siglo XXI, además de tantas veces embusteros, son también unos cobardes que se pliegan a los deseos de alguien que no tiene ninguna autoridad para legislar.
No nos cabe la menor duda de que si los medios incorporan esta novedad en los debates y las entrevistas a los políticos, les obligarán a prepararse mucho mejor cualquier comparecencia pública, una de las actividades más importantes en la carrera hacia ese triunfo en las urnas que necesitan para conseguir poder y unas retribuciones económicas que no son de las pequeñas.
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