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Sucia campaña contra los periodistas cubanos y la Unión de Periodistas de Cuba

Mentira y veneno en «La Voz de Galicia»

Fuentes:

El proceso del VIII Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) comenzó hace más de un mes. En virtud de ello, los afiliados están dedicando parte de su escaso tiempo en estos días a debatir un grupo de problemas relativos al ejercicio de la profesión. Con profundidad y franqueza se tratan, entre otros […]

El proceso del VIII Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) comenzó hace más de un mes. En virtud de ello, los afiliados están dedicando parte de su escaso tiempo en estos días a debatir un grupo de problemas relativos al ejercicio de la profesión.

Con profundidad y franqueza se tratan, entre otros asuntos, la calidad de los contenidos, la capacitación, superación y formación, las nuevas tecnologías, la retribución salarial, la situación material del sector, el trabajo interno de la organización y la política informativa.

En la materialización del último aspecto, se han identificado obstáculos, deficiencias e incomprensiones, de carácter propio o ajeno, nuevos o viejos, en cuyo enfrentamiento y solución la más alta dirección del Partido está dando, no sin resistencias, un apoyo a fondo, conceptual y práctico.

Coincidiendo con esos análisis, se celebraron las jornadas por el Día de la Prensa Cubana que, como en años anteriores, fue ocasión para homenajear, condecorar o premiar a muchos compañeros por su destacada labor profesional, algunos durante toda una vida.

En la radio, la televisión y los medios digitales o impresos, se publicaron informaciones, entrevistas, artículos y análisis, algunos realmente conmovedores, acerca de la consagración, la modestia y sobre todo la moral de los trabajadores de la prensa.

Leyendo en medios de difusión masiva fuera de Cuba cómo se reflejaron algunas de esas opiniones y como se inventaron otras, se comprueba con cuánto desprecio a la verdad y falta de ética se ha tratado el tema de la situación de la prensa en nuestro país.

Afirmaciones de periodistas galardonados, citadas fuera de contexto, fueron manipuladas de manera burda para volverlas en contra de las propias convicciones de los entrevistados. Es una prueba del tratamiento engañoso que el discurso mediático totalitario da a los destinatarios de sus mensajes, cual si fueran ignorantes; y también de una insensible falta de solidaridad con colegas que en Cuba padecen como todo el pueblo los efectos materiales y sicológicos de una guerra económica cínica, prolongada y sumamente agresiva.

En la prensa comercial, entregada a la pugna despiadada en pos de los mercados y la ganancia uno puede entender a veces el tono escandaloso que suele darse a determinados hechos. Pero cuando se ve de conjunto lo publicado sería ingenuo ignorar la concertación alrededor de una estrategia trazada por el imperio y sus aliados para dañar la imagen de Cuba en el mundo, confundir a los amigos y quebrar la resistencia de nuestro pueblo.

Contraponer, por ejemplo, las figuras de los principales líderes cubanos no es nada nuevo, como tampoco la táctica de sobredimensionar expectativas en la solución de problemas de nuestra realidad para inferir después lentitud en su materialización. Simplificando el tablero, quedan el odio y la desesperación que sienten cuando las cosas no marchan aquí como quisieran.

Indigna que se trate así a una organización y un sector que se sienten orgullosos del respeto de la Revolución a la integridad física y moral de los trabajadores de la prensa. Recordemos de paso algo que se silencia: el último periodista asesinado en Cuba por ejercer su deber de informar fue el ecuatoriano Carlos Bastidas, a quien la policía de Batista mató en La Habana el 13 de mayo de 1958.

Tomando un despacho de DPA como fuente, y bajo el título de «La mordaza que Fidel le puso a la prensa en Cuba empieza a aflojarse«, la Agencia Federal de Noticias, de Argentina, identificada por las siglas DERF, selecciona frases de opiniones tomadas de Juventud Rebelde de cuatro galardonados este año por la UPEC con el Premio José Martí por la obra de la vida. ¿Quiénes son estos periodistas que comienzan a hablar un poco al aflojárseles la mordaza?

Antonio Moltó, quien conduce con total libertad y sin interrupción desde hace 14 años el programa Hablando Claro, de Radio Rebelde, donde se señalan y critican diariamente negligencias de instituciones que la población denuncia.

Omar George, periodista de televisión, un ejemplo para sus colegas cienfuegueros y de todo el país, porque ha sido un profesional que siempre dice las cosas por su nombre de manera seria, franca y responsable.

Juana Carrasco, mujer laboriosa e insobornable, de méritos excepcionales, que labora en Juventud Rebelde, diario que, a propósito, publica desde hace 10 años una sección de cartas, donde es común el emplazamiento a funcionarios y organismos que no hacen bien las cosas.

Y Hugo Rius, profesor y colega de Prensa Latina, corresponsal en Naciones Unidas, en Nueva York, única acreditación autorizada a periodista cubano en Estados Unidos, y a quien se prohíbe reportar o comentar cualquier noticia que ocurra fuera del edificio de la ONU. No ha sido precisamente una mordaza fidelista la sufrida por él durante años en el paraíso de la libertad de prensa.

Pero lo que hizo el pasado día 15 «La Voz de Galicia» con el crédito de su corresponsal en La Habana, es una desvergüenza total. Simplemente inventó unas declaraciones al Presidente de la UPEC. Veamos.

Anuncia el título: «La prensa castrista comienza a criticar la situación en Cuba». Agrega el sumario: «La Unión de Periodistas del país caribeño propone que se elimine la censura«. Y dice el primer párrafo: «Escuchar a alguien como Tubal Páez, presidente de la Unión de Periodistas de Cuba, hablar en la televisión cubana de la necesidad de eliminar la censura, era algo impensable hace poco tiempo. Sin embargo, hechos como este dan la medida de los aún tímidos pero al parecer firmes cambios que comienzan a vislumbrarse en los medios de prensa cubanos».

Toda una rebelión. Cizaña pura y descarnada para distorsionar la realidad e incomodar a los abnegados periodistas cubanos y a su organización social cuya trayectoria revolucionaria se verifica no en panfletos y actos de fe sino en el sacrificio cotidiano.

Título, sumario y texto inicial son dignos de estudiarse en cualquier escuela de Periodismo, dada la cantidad de veneno que puede concentrarse en tan corto espacio. ¿Record Guiness? Es probable.

La prensa en Cuba es castrista. O sea, no pertenece a las organizaciones de masas y sociales, el Partido, el Gobierno, los territorios, las instituciones… Es de Castro. Y «comienza a criticar«. Antes no criticaba, ahora sí. Con Fidel no, con Raúl sí.

«La Unión de Periodistas del país caribeño propone que se elimine la censura». Sobre eso vendría bien un emplazamiento público al diario gallego y a la corresponsal en Cuba a que citen dónde, cuando, quien y en qué lugar la UPEC ha hecho tal propuesta.

«Escuchar a alguien como Tubal Páez, presidente de la Unión de Periodistas de Cuba, hablar en la televisión cubana de la necesidad de eliminar la censura era impensable hace poco tiempo.» Mentira completa. Jamás he hecho tal declaración ni nada parecido en la televisión cubana ni en ningún otro medio. Obsérvese que se deja caer, así, que pertenezco al núcleo duro, intransigente a los cambios, a los inflexibles y los rígidos, de quienes no podía esperarse que cambiaran hace poco tiempo (se deja caer, como al descuido, la especie de antes de Raúl). Impensable en mi, a menos que se me tome por un oportunista.

«…en la televisión cubana». Aquí hay mala leche o quizás una reacción de intolerancia política por mi denuncia reciente en la Mesa Redonda al gran desembarco inversionista de empresas mediáticas españolas en América Latina, para fusionar, todavía más, el control de la opinión en la región del mundo donde peor se distribuye la riqueza y donde los pueblos se rebelan ante el saqueo de siglos.

Sigamos releyendo: «…los aún tímidos pero al parecer firmes cambios que comienzan a vislumbrarse en los medios de prensa cubanos.» Pero la corresponsal nos deja en un limbo. Aquellos cambios que calificó de «impensables» no pasan de ser «tímidos»; son firmes pero solo «al parecer»; y «comienzan a vislumbrarse», no se definen claramente todavía. Además de oportunismo hay flojera. No servimos para nada.

Reafirmo que las declaraciones atribuidas a mi persona por «La Voz de Galicia» son una mentira total, un embuste grosero dirigido a engañar a la opinión pública, y a herir a los periodistas cubanos cuando celebraban su día y se dedican de manera seria a debatir, examinar y hacer propuestas para el mejor desempeño de su labor.

La adjudicación de nuevos significados a las palabras es un rasgo característico de la imposición de pautas ideológicas propias del modelo hegemónico excluyente. Un ejemplo es el término «censura», que según nuestros adversarios es una práctica en nuestra prensa.

La censura, es una medida de excepción que impone un gobierno mediante la designación de un censor en cada órgano de prensa quien debe aprobar lo que se publica. El general Fulgencio Batista, por ejemplo, la decretó varias veces para tratar de impedir la denuncia de sus crímenes y el conocimiento público de la lucha contra la tiranía en la Sierra Maestra y en las ciudades de la Isla.

Asumir ese término profundamente engañoso, significa identificar al tirano con la Revolución que nos libró del horror batistiano; infiere que quienes ejercen cualquier función de edición o dirección de la prensa en Cuba son como los militares de la dictadura, y los periodistas un rebaño que acepta dócilmente esa humillación.

Ni siquiera es adecuada esa palabra para calificar el control de la información en la prensa capitalista. No hace falta enviar a nadie a meter las narices en las redacciones. Las mentiras para lanzar la agresión contra Iraq son una prueba de la armonía feliz entre la maquinaria belicista del sistema y los grandes medios, donde tienen acogida los altos oficiales, no como censores sino como apologistas de las armas y la guerra. Las excepciones, si se dan, confirman la regla.

Para castigar a los cubanos y ponernos de rodilla por haber escogido un camino independiente se destinan cuantiosos recursos y decenas de millones de dólares. Las campañas de mentiras son parte de las agresiones que durante medio siglo enfrenta nuestro pueblo noble y heroico, que necesita trabajar y defender sus ideas en paz. Sin embargo, a ese derecho, como vemos, no pueden aspirar tranquilamente el pueblo cubano, ni los periodistas dentro de él. Pero paz y tranquilidad son palabras que no venden. Hay que calentar, pues, la situación para que el mercado de las noticias se reanime y ofrezca dividendos.

En el mundo de hoy, el tráfico de mentiras es intenso, como el de las drogas, las armas y los seres humanos. Los hilos que los conducen parten de un mismo lugar, precisamente donde duelen mucho ciertas reflexiones que parten desde trincheras opuestas. No es gratis el fuego que se hace sobre nuestras posiciones. Por eso, debe ser respondido.

Tubal Páez es presidente de la Unión de Periodistas de Cuba