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Cuba

Mientras haya mentira habrá Operación Verdad

Fuentes: Trabajadores

Más de 18 días han pasado desde el aniversario del triunfo del primero de enero, y en cada uno se ha puesto de manifiesto cuán cierta fue la advertencia de Fidel el 8 de enero de 1959, cuando alertó que en lo adelante quizás todo sería más difícil. Lo dijo para guiar hacia un cauce […]

Más de 18 días han pasado desde el aniversario del triunfo del primero de enero, y en cada uno se ha puesto de manifiesto cuán cierta fue la advertencia de Fidel el 8 de enero de 1959, cuando alertó que en lo adelante quizás todo sería más difícil.

Lo dijo para guiar hacia un cauce de realismo el río desbordado por la alegría y los sueños propios de la libertad. La demagogia, nervio de la politiquería tradicional, había recibido un golpe mortal.

Uno de aquellos sueños, convertido en pesadilla durante 60 años, era el anhelo de vivir en una nación soberana. La lucha contra la tiranía y el medio siglo de combate posterior han sido el precio del disfrute de conquistas justas, dignas y merecidas.

Dentro de poco se cumplirá medio siglo de un encuentro histórico convocado en La Habana para denunciar una gigantesca campaña de mentiras, desatada contra el joven proceso insurreccional, tomando como pretexto el castigo a los principales asesinos de la dictadura, juzgados con todas las garantías procesales.

En libros, entrevistas y otras confesiones de los más relevantes personeros del régimen derrotado, así como en documentos desclasificados mucho tiempo después por el Gobierno de Estados Unidos, se prueba cómo este maniobró inútilmente para salvar a la maquinaria militar del tirano, tradicional y fiel guardián de los intereses foráneos, que se desplomaba derrotada por la ofensiva revolucionaria final.

El ejemplo de Cuba rompía el mito de la imposibilidad de una revolución contra un ejército moderno, inaceptable, además, en nuestros países acostumbrados a los gorilazos cuando peligraba el saqueo del Norte.

La brutalidad de los aparatos represivos de la dictadura, que cometieron horrendas matanzas de campesinos, que torturaron y asesinaron a miles de jóvenes, y sumieron en el sufrimiento a la familia cubana, generó un rechazo tal que toda la población exigía un castigo ejemplar para los culpables, de manera que el horror de aquellos años no se repitiera jamás.

Las leyes y medidas que la Revolución implementaría posteriormente, como las reformas Agraria y Urbana -y otras de beneficio social- generaron rechazo en sectores privilegiados del país; sin embargo, el enjuiciamiento y ejecución de los criminales más notorios fue la medida más popular y más reclamada por todas las clases y sectores de la sociedad.
Recordemos que en enero de 1959, no pocos miembros de aquel Gobierno Revolucionario eran burgueses o anticomunistas, como el presidente de la República, Manuel Urrutia, y el primer ministro, Miró Cardona, quien dos años después sería el escogido por los yanquis para encabezar el gobierno títere que instalarían en Cuba cuando los mercenarios de Girón aseguraran una cabeza de playa.

Ellos estaban, en la Terraza Norte del antiguo Palacio Presidencial, entre los más enardecidos partidarios de la justicia revolucionaria. Nunca una medida había tenido un apoyo tan unánime.

El vecino, poderoso y cínico, aliado de todas las tiranías de la región, no sentía escrúpulos en aparecer como defensor de sanguinarios asesinos, olvidando el papel de sus propios fiscales en los procesos de Nuremberg, donde, finalizada la Segunda Guerra Mundial, fueron juzgados y sancionados a la pena capital los jerarcas nazis.

Fue precisamente el fiscal norteamericano, Drexel Sprecher, quien más se detuvo en los aspectos relacionados con el papel de los medios de comunicación durante las invasiones de los ejércitos de Adolfo Hitler a otros países de Europa.

«Antes de cada agresión, con algunas pocas excepciones basadas en la conveniencia, señaló Sprecher ante el tribunal, ellos comenzaron con una campaña de prensa calculada para debilitar a sus víctimas y preparar sicológicamente al pueblo alemán para el ataque. Usaron la prensa después de sus primeras conquistas, como medio para posterior influencia política externa y maniobra para la siguiente agresión».

En la misma lógica, las mentiras contra Cuba consistían en presentar a la Revolución no como libertadora del pueblo sino como su verdugo, al pintar en la prensa internacional a los rebeldes como un ejército de asesinos sedientos de venganza.

Esas acusaciones generaron mucha indignación en el pueblo y en las filas del Ejército Rebelde, que se caracterizó por el trato humano a los heridos y a los prisioneros durante más de dos años de guerra, durante los cuales entregó a la Cruz Roja a miles de soldados enemigos capturados, y que no se dejó arrastrar por el odio frente a un ejército habituado a no dejar vivos ni a los heridos ni a los prisioneros.

«De la Revolución Cubana se pueden extraer muchas enseñanzas para la humanidad, que ha estado siempre acostumbrada a la barbarie», dijo Fidel a los periodistas. Para él no cabía duda de que el objetivo de los organizadores de la campaña era divorciar a nuestro pueblo de los pueblos de América, para aplastar mejor a su Revolución. ¿Y quiénes eran los que estaban detrás de la concertación de esos ataques? El propio líder cubano los definiría claramente: «

Los intereses que han estado explotando a la América, intereses monopolísticos que compran a los dictadores y les hacen venderles la economía del país, las concesiones mineras, del petróleo, del níquel, del acero, de los servicios públicos». Para denunciar aquella temprana y peligrosa agresión, se convocó a la Operación Verdad, que reunió en La Habana, los días 21 y 22 de enero de 1959, a casi 400 periodistas del Continente

Ellos participaron el primer día, frente al antiguo Palacio Presidencial, en -hasta ese momento- la más grande concentración popular en la historia de Cuba, y vieron a más de un millón de personas respaldar la aplicación de la justicia a notorios criminales, y aprobar a Raúl como el segundo jefe, «porque -como diría Fidel al proponerlo a la multitud- las revoluciones no pueden depender de un hombre».

Al siguiente día, en el Salón Copa Room del Hotel Havana Riviera, el líder de la Revolución respondió decenas de preguntas de los periodistas visitantes, quienes pudieron asistir también a juicios a los criminales de guerra y conversar con la población en la calle.

En la conferencia de prensa, Fidel expuso su opinión acerca de que América Latina debía estar en posesión de medios que le permitieran conocer la verdad y no ser víctima de la mentira, idea que tomaría cuerpo ese mismo año con la creación de la Agencia Prensa Latina, cuyo futuro director, Jorge Ricardo Masetti, estaba presente junto a otros colegas, como Gabriel García Márquez, quienes también integrarían la nueva agencia latinoamericana.

Un periodista preguntó a Fidel: ¿Cree usted que el acto de ayer dará por terminada la campaña de difamación? «
Mientras más grandes sean los actos y más brillante la conducta del Gobierno, más intensa va a ser la campaña -le respondió-. Puede ser que ahora retroceda buscando otro punto donde poder atacar y tengamos que ser víctimas de otra campaña… Esperamos que esta vez esté más prevenida la conciencia del Continente. Pero no cesará la calumnia contra nosotros, de eso tengo la seguridad».

Y así ha sido año tras año: mentira tras mentira, campaña tras campaña, durante medio siglo, en el que las grandes empresas informativas descargan sobre el mundo los esquemas discursivos del poder hegemónico saturados de manipulación y omisiones.

El caso de los cinco compatriotas nuestros prisioneros en cárceles estadounidenses es un ejemplo claro de una variante de agresión mediática: la llamada censura por consenso, tan dura de romper como la impuesta en nuestro país por la tiranía de Fulgencio Batista.

Cincuenta años después, Cuba y su prensa continúan defendiendo la verdad como principio ético revolucionario, frente a la mentira imperial, que ahora -como en los tiempos del nazismo- también busca aislar y desacreditar a los pueblos que han iniciado procesos de cambio en nuestra región.

Tubal Páez es presidente de la Unión de Periodistas de Cuba