Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
En un reciente discurso en una cena de la ADL (Liga Contra la Difamación), Rupert Murdoch, de quien se puede decir que es el jefe más influente de los medios dominantes del planeta, hizo algunas declaraciones extraordinarias que hay que cuestionar. Pero ante todo es indispensable que todos sepamos claramente cuál es el papel de la ADL.
Su objetivo proclamado es «luchar contra el antisemitismo». En realidad su propósito principal bajo la dirección de Abe Foxman es calumniar, acosar, silenciar y de preferencia destruir a gente de todas las fes, y de ninguna, que critican el sionismo en acción, que critican las políticas de Israel en general y su desdén por el derecho internacional en particular; y que critican el tremendo poder del lobby sionista, especialmente en EE.UU.
En su discurso Murdoch dijo que su propia perspectiva del mal del antisemitismo es «simple». Lo dijo como sigue (agrego mi énfasis):
«Vivimos en un mundo en el que hay una guerra continua contra los judíos. Durante las primeras décadas de la fundación de Israel, esa guerra fue de naturaleza convencional. El objetivo estaba claro: utilizar la fuerza militar para invadir Israel.»
Fue la manera cuidosamente eufemística de Murdoch de apoyar la afirmación sionista de que durante las primeras décadas de su vida Israel vivió en peligro de ser aniquilado, de que sus judíos fueran «lanzados al mar». Como documento detalladamente en los tres volúmenes de la edición estadounidense de mi libro Zionism: The Real Enemy of the Jews, la existencia de Israel no estuvo nunca, jamás, en peligro ante una combinación de fuerzas árabes. La afirmación contraria del sionismo fue la cobertura que permitió que Israel se saliera con la suya donde era más importante (en EE.UU. y en Europa Occidental) presentando su agresión como autodefensa y a sí mismo como la víctima cuando, en realidad, fue y es el opresor.
El principal evento del período en el cual Murdoch afirmó que los árabes trataban de «invadir» Israel fue la guerra de 1967. La historia del sionismo al respecto, que los medios dominantes todavía pregonan, es que Israel fue a la guerra porque los árabes atacaron primero o porque tenían la intención de atacar. Las dos cosas son estupideces de la propaganda sionista. Fue una guerra de agresión israelí.
No espero que Murdoch preste alguna atención a lo que un gentil como yo tenga que decir sobre el tema, pero si no es un agente del engaño sionista (es decir si es sólo ignorante), debería considerar lo que han dicho diversos dirigentes israelíes. Los cito en America Takes Sides, War With Nasser Act II y en Creation of Greater Israel, capítulo 1 del tercer volumen de la edición estadounidense de mi libro, con el subtítulo Conflict Without End?
Prologo las citas de dirigentes israelíes con la siguiente observación:
«Si la declaración de que los árabes no se proponían atacar a Israel y que la existencia del Estado judío no estaba en peligro fue sólo de un goy [no judío, N. d. T.] podría ser descartada por los sionistas como una conjetura antisemita. De hecho la verdad que representa la declaración fue admitida por algunos de los principales protagonistas israelíes -después de la guerra, evidentemente- Antes de que consideremos lo que sucedió realmente en 1967 y por qué, presento un breve resumen de algunas confesiones israelíes pertinentes, después de la guerra.»
En una entrevista publicada en Le Monde el 28 de febrero de 1968, el jefe de estado mayor israelí Rabin dijo lo siguiente: «No creo que Nasser haya querido la guerra. Las dos divisiones que envió al Sinaí el 14 de mayo no habrían bastado para desatar una ofensiva contra Israel. Él lo sabía y lo sabíamos nosotros.»
El 14 de abril de 1971, un informe en el periódico israelí Al-Hamishmar contenía la siguiente declaración de Mordecai Bentov, miembro del gobierno nacional del tiempo de la guerra. «La historia del peligro de exterminación fue inventada en todos sus detalles y exagerada a posteriori para justificar la anexión de más territorio árabe».
El 4 de abril de 1972, el general Haim Bar-Lev, predecesor de Rabin como jefe de estado mayor, fue citado como sigue en Ma’ariv: «No estábamos amenazados de genocidio en vísperas de la guerra de Seis Días, y nunca habíamos pensado en una posibilidad semejante».
En el mismo periódico israelí, el mismo día, citaron al general Ezer Weizman, jefe de operaciones durante la guerra y sobrino de Jaim Weizman, diciendo: «Nunca hubo peligro alguno de aniquilación. Esa hipótesis ni siquiera se consideró en alguna reunión seria.»
En la primavera de 1972, el general Matetiyahu Peled, jefe del Comando Logístico durante la guerra y uno de los 12 miembros del Estado Mayor General de Israel, se dirigió a un club de literatura política en Tel Aviv. Dijo: «La tesis según la cual el peligro de genocidio pendía sobre nosotros en junio de 1967, y según la cual Israel luchaba por su propia supervivencia física, no fue otra cosa que un bluf que nació y creció durante la guerra.» En un debate en la radio Peled dijo: «Israel nunca estuvo en verdadero peligro y no existe evidencia de que Egipto haya tenido alguna intención de atacar Israel.» Agregó que «La inteligencia israelí sabía que Egipto no estaba preparado para la guerra.»
En el mismo programa, Jaim Herzog (ex jefe del servicio de inteligencia militar, embajador ante las Naciones Unidas y presidente de Israel) dijo: «No hubo peligro de aniquilación. Ni la comandancia israelí ni el Pentágono -como lo prueban las memorias del presidente Johnson- creían en ese peligro.»
El 3 de junio de 1972, Peled fue aún más explícito en un artículo suyo para Le Monde. Escribió: «Todas esas historias sobre el inmenso peligro que enfrentábamos por nuestro pequeño tamaño territorial, un argumento elucidado una vez terminada la guerra, nunca fue considerado en nuestros cálculos. Mientras procedíamos hacia la movilización total de nuestras fuerzas, nadie en su sano juicio podía creer que toda esa fuerza era necesaria para nuestra ‘defensa’ contra la amenaza egipcia. Esa fuerza debía aplastar de una vez por todas a los egipcios en el ámbito militar y a sus amos soviéticos en el ámbito político. Pretender que las fuerzas egipcias concentradas en nuestras fronteras fueran capaces de amenazar la existencia de Israel no sólo insulta la inteligencia de toda persona capaz de analizar este tipo de situación, sino que primordialmente es un insulto para el ejército israelí».
La preferencia de algunos generales por decir la verdad después del evento provocó un cierto debate en Israel, pero fue breve. Si algunos periodistas israelíes se hubieran salido con la suya, los generales se habrían callado. Weizman fue uno de los que fueron encarados con la sugerencia de que él y otros que deseaban hablar «no deberían ejercer su derecho inalienable a la libertad de expresión para no predisponer a la opinión mundial y a la diáspora judía contra Israel.»
No es sorprendente que el debate en Israel haya terminado antes de que llevara a una seria introspección sobre la naturaleza del Estado y si éste debe seguir viviendo mediante la mentira, así como con la espada; pero es más que notable, pienso, que los medios dominantes occidentales sigan prefiriendo la conveniencia del mito sionista a la realidad de lo que pasó en 1967 y por qué. Cuando los periodistas y comentaristas necesitan referirse hoy a la Guerra de Seis Días, todavía la presentan como dijeron los sionistas que fue en 1967 en lugar de como fue en realidad. Obviamente todavía hay límites en cuanto al extremo al que los medios dominantes están dispuestos a llegar en el cuestionamiento del relato sionista de la historia, pero también puede ser que el periodismo perezoso sea un factor en la ecuación.
Para los periodistas, perezosos o no, que todavía puedan tener dudas sobre quién comenzó la Guerra de Seis Días, incluyo una cita de lo que el primer ministro Begin dijo en una ocasión pública desprevenida en 1982: «En junio de 1967 teníamos una alternativa. Las concentraciones del ejército egipcio en los accesos al Sinaí no probaban que Nasser estuviera realmente a punto de atacarnos. Debemos ser honestos con nosotros mismos. Decidimos atacarlo.»
Mi propia cita israelí favorita es la que utilizo para llevar a su conclusión el Prólogo al Primer Volumen de mi libro. En 1980 tuve una serie de conversaciones con el mejor y más brillante de los directores de Inteligencia Militar de Israel, el general (entonces retirado) Shlomo Gazit. Una mañana, tomando café, le dije: «He llegado a la conclusión de que todo es un mito. La existencia de Israel nunca, jamás, ha estado en peligro». Respondió: «El problema con nosotros, los israelíes, es que nos hemos convertido en víctimas de nuestra propia propaganda».
En su discurso ante la cena de la ADL, Murdoch dijo que la segunda fase de la «guerra continua contra los judíos» (después del fracaso de la «invasión» de Israel por la fuerza) fue el «terrorismo». Tampoco parece tener idea alguna sobre la realidad de dicho frente.
Una de las verdades sumarias sobre el terrorismo es la siguiente: En Palestina, más tarde Israel, fueron los sionistas los que recurrieron primero al terrorismo para expulsar a los ocupantes británicos y luego a los árabes indígenas.
Murdoch habló de los terroristas que atacaban a los israelíes dentro y fuera del país, «de la masacre de atletas israelíes en Munich a la segunda intifada». Los hechos: Todos excepto dos de los atletas israelíes en Munich murieron a manos de las fuerzas de seguridad alemanas después sw que el ministro israelí de Defensa, Dayan, insistiera en un tiroteo para impedir un fin negociado del drama de los rehenes, contra la opinión de la primera ministra Golda Meir. Los hechos: La segunda Intifada, que el presidente de la OLP, hizo lo posible por impedir, fue provocada por Ariel Sharon para mejorar sus posibilidades de llegar a ser primer ministro deshaciéndose de un desafío de Netanyahu.
Una segunda verdad sumaria sobre el terrorismo palestino es la siguiente: Los palestinos no estaban y no están «en guerra contra los judíos». La operación de Septiembre Negro en Munich, por ejemplo, fue terrorismo con un propósito de relaciones públicas, para atraer la atención del mundo al hecho de que los palestinos existían, estaban ocupados y necesitaban un poco de justicia.
Una verdad sumaria sobre el terrorismo árabe en general y el terrorismo musulmán más amplio es la siguiente: Se trata primordialmente de una reacción de los débiles y oprimidos ante la arrogancia del poder de Israel y sus inaguantables pretensiones de superioridad moral; ante la impotencia, corrupción y represión de los regímenes árabes y otros musulmanes que son considerados correctamente por sus masas como poco más que marionetas de EE.UU. y del sionismo; y ante el mortífero doble rasero de la política exterior occidental, en particular su apoyo incondicional a Israel, con razón o sin ella. (Por lo menos en un aspecto, las masas árabes y musulmanas muestran mucha más sabiduría que los dirigentes occidentales. Ellos, las masas árabes y musulmanas, saben que el apoyo incondicional a Israel, con razón o sin ella, no representa los mejores intereses de nadie, ni siquiera los de los judíos de Israel).
Según Murdoch «la guerra contra los judíos» ha entrado ahora a una nueva fase. «Ésta», dijo, «es la guerra blanda que trata de aislar a Israel deslegitimándolo. El campo de batalla está por todas partes, los medios… organizaciones multinacionales… las ONG. En esta guerra, el objetivo es convertir a Israel en paria.»
Es verdad que a los ojos de muchos, si no de la mayoría, de los pueblos del mundo (y probablemente muchos de sus gobiernos tras puertas cerradas) Israel se ve cada vez más como un Estado paria. Pero es una consecuencia de las políticas y acciones de Israel, incluyendo entre otras cosas los crímenes de guerra.
Lo que Murdoch ve como un aumento del antisemitismo es, de hecho, el aumento del antiisraelismo. El peligro para los judíos del mundo es que se transformará en antisemitismo violento en algún momento previsible del futuro si no se convoca al Estado sionista para exigirle que rinda cuentas por sus crímenes pasados y si las grandes potencias le permiten que los sigan cometiendo.
Es un hecho que antes de la obscenidad del holocausto nazi, la mayoría de los judíos se oponían a la empresa colonial del sionismo. Uno de sus temores era que un día el sionismo provocara antisemitismo si las grandes potencias permitían que se saliera con la suya. Como nunca me canso de escribir y decir, este temor recibió una nueva expresión de Yehoshafat Harkabi, el director de Inteligencia Militar con más años de servicio de Israel. En 1986 publicó un libro notable: Israel’s Fateful Hour. Contiene la siguiente advertencia (agrego mi énfasis):
«Israel es el criterio según el cual se tenderá a juzgar a todos los judíos. Israel, como Estado judío, es un ejemplo del carácter judío, que en él encuentra una expresión libre y concentrada. El antisemitismo tiene raíces profundas e históricas. Sin embargo, cualquier defecto en la conducta israelí, que inicialmente es citado como antiisraelismo, probablemente será transformado en una prueba empírica de la validez del antisemitismo. Sería una trágica ironía si el Estado judío, que debía resolver el problema del antisemitismo, se convirtiera en un factor del aumento del antisemitismo. Los israelíes deben ser conscientes de que el precio por su mala conducta no sólo lo pagan ellos, sino también los judíos de todo el mundo.
Casi un cuarto de siglo después pienso que puede y debe decirse que la «mala conducta» de Israel se ha convertido en el factor primordial en la ecuación que podría transformar el antiisraelismo en antisemitismo.
Si tuviera la oportunidad de dirigirme directamente al señor Murdoch, le diría lo siguiente: Si de verdad le importaran los judíos (quiero decir los judíos como gente en lugar de su dinero), pondría su imperio mediático al servicio de la verdad de la historia.
También le diría que cuando me sumé a ITN (Independent Television News) como periodista muy joven hace muchos años, su gran jefe de redacción, Geoffrey Cox, me dio la declaración de misión en una breve frase: «Nuestra tarea es ayudar a mantener viva la democracia».
Entonces, diría a Murdoch que mi acusación actual es (hablando en general) que los medios dominantes han traicionado a la democracia. Y agregaría: «Usted, señor, es el mayor detractor, traidor, de todos.»
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Alan Hart ha sido corresponsal extranjero de ITN y de Panorama de la BBC. Ha cubierto guerras y conflictos dondequiera ocurrían en el mundo y se especializó en Oriente Próximo. Autor de: Zionism: The Real Enemy of the Jews: The False Messiah. Tiene su blog en www.alanhart.net
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