Traducido del francés para Rebelión y Tlaxcala por Rocío Anguiano
Acaba de salir el primer número que contiene información y análisis fundamentales: es el «Journal de Marche des Familles de Disparus» (1), el Boletín de la Coordinadora Nacional de las Familias de Desaparecidos en Argelia. Un instrumento más para apoyar la larga lucha iniciada hace doce años por las familias de los desaparecidos, victimas de ejecuciones extrajudiciales, el capítulo más oscuro de la «guerra sucia» declarada por el régimen argelino contra su pueblo y sobre el que ese mismo régimen intenta echar un velo de «reconciliación» y de «olvido». Pero no ha tenido en cuenta la obstinación de las madres, padres, hermanas, esposas e hijos de los miles de hombres secuestrados en sus casas, en la calle, en su trabajo. No habrá reconciliación, ni perdón, ni olvido, hasta que no se haga justicia.
Este boletín trimestral, dedicado «a la memoria de todos los desaparecidos, de todas las victimas, sin excepción, de la barbarie» se abre con un editorial de la periodista independiente Rabha Attaf, titulado simplemente Justicia, en el que escribe:
«Yo «desaparecí» en 1988. Fue en Argel, durante las revueltas de octubre, cuya sangrienta represión permanece aún gravada en nuestras memorias. Cuando me dirigía a la oficina de la AFP, fui abordada en la calle por dos agentes vestidos de paisano que me cogieron y me empujaron dentro de un coche sin distintivos. En cuanto se cerraron las puertas, me sumergí en la oscuridad, empotrada contra el asiento trasero con la cabeza cubierta por una bolsa de tela. A continuación fui retenida en secreto, en el subsuelo de un cuartel militar, cerca de Argel, en Bouzareah. Después, basándome en los diferentes testimonios, supe que se trataba de uno de los centros de operaciones de la Seguridad Militar (el verdadero centro del poder en Argelia, que fue rebautizada más tarde como DRS, Dirección de Información y Seguridad), en donde la tortura era una práctica habitual.
Mis días transcurrían al ritmo de duros interrogatorios y mis noches al de los gritos de los torturados. De forma solapada, esta tortura psicológica iba sembrando el miedo en los más profundo de mi ser, pero lo peor fue cuando me obligaron a padecer un simulacro de ejecución sumaria, en un descampado. Estaba aterrorizada, y en ese preciso instante me percaté de que para los servicios argelinos, yo era un testigo molesto: había visto a los soldados de la ANP (2) -heredera de la gloriosa ALN (3)- disparar contra adolescentes desarmados, cuyos cuerpos, despedazados por las balas explosivas, se desplomaban ante mis ojos.
Unas horas después de esta «mascarada», me metieron en un vuelo a París, con la consigna de guardar silencio bajo amenaza de represalias contra mi y mi familia. Acababa de escapar por los pelos de la muerte. Debía mi salvación a la labor de Amnistía Internacional que, informada por un compañero y amigo, se había presentado de inmediato ante la Presidencia argelina para señalar mi desaparición. Mi calvario había durado una semana, y me había dejado un trauma imborrable.
A pesar de esta dura prueba, volví con frecuencia a Argelia. La sociedad estaba en plena efervescencia tras 30 años de dictadura. Por primera vez desde la independencia, los argelinos expresaban abiertamente sus deseos de cambio, de apertura democrática. Luego, el golpe de estado de 1992, organizado por un clan de generales ultraconservadores, interrumpió brutalmente las primeras elecciones legislativas «democráticas». Así destruyeron todas las esperanzas y hundieron el país en la peor de las pesadillas: una guerra de baja intensidad declarada, sin tregua, contra un pueblo.
Cuando en 1994 me llamó la valiente cuñada de uno de los quince desaparecidos en Ras el Oued, comprendí instintivamente de qué se trataba. La campaña «de erradicación» emprendida por las altas instancias argelinas, tras más de un año de intoxicación de la opinión pública internacional, había entrado en su fase sangrienta. Una purga a gran escala alcanzaba a todos los sospechosos de tener algo que ver con el FIS -disuelto en marzo de 1992- como en los peores momentos del estalinismo, como en Indonesia en 1965 en donde se inició la operación «Fénix» -en la que, con la excusa de una «guerra civil», fueron eliminados más de 500 000 civiles acusados de «comunismo»-, como en Argentina en donde durante los siete años de dictadura militar (1976-1983) desaparecieron 40 000 personas.
Ante las dimensiones y la brutalidad de la represión, y sobre todo ante el horror de las masacres perpetradas durante el verano de 1997 en los alrededores de Argel, las organizaciones internacionales de defensa de los derechos humanos por fin se movilizaron, reclamando año tras años una comisión de investigación en Argelia. Animadas por este apoyo, las familias de los desaparecidos se pusieron en marcha. Desde entonces se manifiestan todas las semanas ante los tribunales de las principales ciudades de Argelia, reclamando que investigue la suerte de los suyos y que se haga justicia. Su lucha es ejemplar, como la de las célebres «madres de la plaza de mayo» en Argentina, cuya perseverancia no solo ha llevado al reconocimiento de los crímenes cometidos por la dictadura, sino que sobre todo ha permitido abrir el campo político a otras luchas. En efecto, la dinámica creada por estas «pasionarias» hizo que la sociedad resistiera y después se reestructurara sobre bases sólidas y legítimas. «La única lucha perdida es la que se abandona» gritaban alto y fuerte durante sus desfiles, salvando, con su valor, a miles de argentinos en lucha, de la tristeza y el aislamiento, y convirtiéndose así en las musas de todo un pueblo.
Por eso, la lucha de las familias de los desaparecidos es primordial para el futuro de la sociedad argelina. Es un deber de todos -argelinos y argelinas – apoyarla allí donde estemos. Sin duda, el camino que hay que recorrer es largo, pero es positivo para toda Argelia. Porque la exigencia de verdad y justicia que encierra en su interior nos permitirá formar una cadena humana por todo el mundo. Una Argelia planetaria, desterritorializada, llena de valores de equidad y democracia. ¡Una Argelia que ninguna dictadura pueda nunca más oprimir y someter!»
Para contactar con el periódico: [email protected]
Notas de la Traductora:
(1) Diario de lucha de las familias de desaparecidos
(2) ANP: Armée Nationale Populaire (Ejército Nacional Popular)
(3) ALP: Armée de Libération Nationale (Ejército de Liberación Nacional)
Comunicado de prensa
Rabah Benlatrèche
Constantina, 23 de febrero de 2006
Cuando las familias de los desaparecidos creían, hasta ayer mismo, que podrían ver el fin de su pesadilla, resulta que el decreto de aplicación de la llamada «Carta por la paz y la reconciliación» acaba de poner fin a todas las esperanzas de las familias atormentadas ya por más de diez años de tristeza y dolor.
Mediante este texto el Estado muestra una vez más su gran desprecio por las miles de victimas y sus familias, al tiempo que ensalza a los autores de los actos de tortura, asesinato, violación, robo, destrucción y confiscaciones ilegales cometidos por el Estado y los eleva al rango de salvadores de la República.
¿En qué republica viviremos a partir de ahora? ¿La que exculpa a los autores de asesinatos colectivos, de exhibiciones de cadáveres por docenas en las calles y barrios populares? ¿La que nos cierra las puertas de la justicia y nos amenaza con recortar lo único que nos queda: nuestro derecho a expresarnos?
La Coordinadora Nacional de las Familias de Desaparecidos solo puede denunciar firmemente estos textos que intentan culpabilizarnos, a nuestras familias y a nuestros desaparecidos.
Sea cual sea el precio a pagar, reafirmamos nuestra voluntad de seguir combatiendo con el apoyo de nuestros conciudadanos sinceros y sedientos de justicia, así como con el apoyo de las organizaciones de defensa de los derechos humanos nacionales e internacionales.
Dado que nuestro único recurso es la justicia internacional, ya hemos acudido a la Alta Comisaria de Derechos Humanos, Louise Arbour, al Secretario General de la Organización de Naciones Unidas, Kofi Annan, a diversas instancias que se ocupan de los derechos humanos y a las embajadas de Argel en los países miembros del Consejo de Seguridad de la ONU.
Carta de presentación del periódico
Estimado/a Señor/a,
Le presentamos el primer número de nuestro «Journal de marche des familles de disparus». Esta primera publicación nace en un momento crucial para las victimas de la tragedia vivida por nuestro país hace más de diez años y especialmente por las familias a las que representamos.
En efecto, tras el referéndum del 28 de septiembre de 2005 que ratificaba la «Carta por la paz y la reconciliación nacional», acaba de publicarse el decreto de aplicación. Citemos, por ejemplo, un fragmento del capítulo seis:
«El capítulo seis expone las medidas de reconocimiento de la Nación hacia los artífices de la salvaguarda de la República argelina democrática y popular. En este sentido, se establece que:
1 – Los referidos han demostrado su patriotismo;
2 – No se podrá emprender persecución alguna, a título individual o colectivo, contra miembros de las fuerzas de defensa y de seguridad de la República, de cualquier rango, por acciones emprendidas cuyo fin fuera la protección de personas y bienes, la salvaguarda de la nación y la preservación de las instituciones. Toda denuncia o demanda contra ellos será inadmisible.
3 – Y que finalmente se penalizará o sancionará cualquier declaración, escrito o acto que utilice o instrumentalice las heridas de la tragedia nacional para atacar a las instituciones, debilitar el Estado o manchar la honorabilidad de sus agentes que le han servido dignamente, o para empañar la imagen de Argelia en el ámbito internacional».
Para nosotros, las familias de los desaparecidos, es un paso atrás muy importante en el plano del derecho:
-el artículo 2 exculpa a los responsables de los crímenes cometidos y nos cierra en el futuro las puertas de la justicia.
– el artículo 3 nos impedirá expresarnos, ya que se penalizará cualquier declaración que hagamos. Del mismo modo, se verán afectadas todas las personas y/u organizaciones que nos ayudan a defender nuestros derechos en cuanto a la verdad y la justicia.
A las instituciones internacionales: ONU, Unión Africana, Unión Europea.
Les exhortamos a pronunciarse claramente sobre el contenido de estos textos y a recordar al Estado argelino el respeto de sus compromisos en materia de derecho internacional y especialmente de la libertad de las personas, en particular las victimas, sus familias y los militantes de derechos humanos, para poder expresarse libremente y defender sus derechos en relación con la verdad, la reparación y la justicia.
Esperamos que nuestras acciones y nuestra lucha no tropiecen con el silencio de la comunidad internacional frente a este enorme paso atrás que solo se beneficia a la impunidad. Esto sería como torturar por segunda vez a los torturados, hacer desaparecer de nuevo a los desaparecidos y asesinar otra vez a los asesinados, hipotecando así el futuro de nuestros hijos que no podrán olvidar esta inmensa injusticia… En efecto, nos tememos que esta injusticia podría ser una verdadera bomba de relojería, ya que al proteger la impunidad de los autores de los crímenes, estos no dudarán en volver a cometerlos si, por desgracia, los jóvenes que crezcan en el rencor y la amargura, solo tuvieran una meta: la venganza.
Dado que el derecho nacional nos ha sido vetado, la única esperanza que nos queda es el derecho internacional. Esperamos que la comunidad internacional nos apoye en nuestras acciones encaminadas a crear las condiciones para una justicia internacional, la única que nos ayudara a pasar la dolorosa página que atraviesa nuestro país.
Carta de la CNFD a Josep Borrell Fontelles, Presidente del Parlamento Europeo
Bruselas / Estrasburgo
Señor Presidente,
En el curso de su visita oficial a Argelia, hizo unas declaraciones que nos sorprendieron y entristecieron. Según lo que dijo, la aprobación de la «Carta por la paz y la reconciliación nacional» constituye «un paso esencial para la vuelta de Argelia a la normalidad». A su parecer, «no puede haber democracia y desarrollo sin una sociedad pacificada».
¡Señor Borrell, se equivoca! Nuestra sociedad no está pacificada y nosotros, familiares de las víctimas de las desapariciones forzadas, no conocemos ni siquiera la paz de los cementerios. Porque la paz, señor Presidente, ¡pasa por la justicia! Y la «Carta por la paz y la reconciliación nacional» es una negación de la justicia, que viola los compromisos internacionales de Argelia.
El decreto de aplicación de la «Carta» que acaba de ser aprobado por nuestro gobierno, ha acabado con todas las esperanzas de las familias atormentadas ya por más de diez años de tristeza y dolor.
Mediante estos textos, el Estado muestra una vez más su gran desprecio por las miles de victimas y sus familias, al tiempo que ensalza a los autores de los actos de tortura, asesinato, violación, robo, destrucción y confiscaciones ilegales cometidos por el Estado y los eleva al rango de salvadores de la República.
Le pedimos, Señor Presidente, que consulte a sus colegas diputados miembros de la delegación para las relaciones con el Magreb, que podrán ilustrarle sobre el carácter de la «Carta por la paz y la reconciliación nacional» que es contraria a la cláusula de Acuerdo de Asociación entre la Unión Europea y Argelia que propugna el respeto a los derechos humanos.
Atentamente,
Rabah Benlatrèche
Sede Nacional de la CNFD [Coordinadora Nacional de las Familias de Desaparecidos en Argelia], Constantina, 20 de marzo de 2006
Rocío Anguiano es miembro de Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística (www.tlaxcala.es). Esta traducción es Copyleft.