Tantos meses de campaña sobre los inconvenientes de reformar la Constitución para que nazca una niña y que todos los medios nos acribillen con la imperiosidad necesidad de revisarla. Pero lo más idiota de todo es la excusa, el respeto a la igualdad de sexos, llámase ley sálica o discriminación positiva. La regulación de la […]
Tantos meses de campaña sobre los inconvenientes de reformar la Constitución para que nazca una niña y que todos los medios nos acribillen con la imperiosidad necesidad de revisarla. Pero lo más idiota de todo es la excusa, el respeto a la igualdad de sexos, llámase ley sálica o discriminación positiva. La regulación de la descendencia monárquica no es, ni mas ni menos, que los desesperados intentos de perpetuar en el vértice de nuestra sociedad piramidal a una familia por la que por sus venas, dicen, corre sangre azul.
Los libros de Historia calificaban de desfasado este sistema de organización social. En nuestra democrática sociedad todavía tenemos políticos que saludan a los miembros de la ‘realeza’ con un doblar de riñones; y a sus señoras, a las que solo les falta besarles los pies ante su paso. Y, por supuesto, a sus periodistas, que mas parecen caracoles por el rastro que van dejando, cuando micrófono en mano se atrincheran a las puertas de clínicas privadas esperando acontecimientos. Es tal la sumisión de los medios ante la Casa Real que una contracción preparto, que no debería pasar ni a Salsa Rosa, llega a ser portada de periódicos, primera noticia en telediarios y tema estrella de tertulias radiofónicas.
Nacida la niña ya solo falta el coñazo habitual: imágenes de bodas, bautizos, mantillas, palios; árboles genealógicos, leguleyos sálicos, peñafieles a sueldo; biografías, escoriales, paradas militares; funerales, tejeros en el Congreso y puntapiés a la prima…¡en todos los medios y a todas las horas! Vasallaje. Para que exista una monarquía se necesitan vasallos. Y en este país ejemplo de democracia los hay a patadas.
Tras la muerte de Franco la televisión única y las emisoras de radio hicieron gala de obediencia debida respetando los tres días de luto oficial. Las banderas a media asta y con crespón negro fueron acompañadas de imágenes propagandísticas del régimen y música militar cubriendo las 24 horas de emisión. Treinta años después la actitud sigue siendo la misma. El modelo puede que haya cambiado, no parece que lo haya hecho quien los controla. Y los medios siguen siendo, a pesar de su pluralidad numérica, los mejores valedores del pensamiento único.
No nos vendría mal conocer qué piensa la ciudadanía del trato mediático a los inquilinos de La Zarzuela mediante una encuesta seria e independiente. De nada sirven esas entrevistas a pie de clínica ni nada sabemos de los críticos que cuestionan la cobertura que se despliega. O que, por variar, invitaran a las tertulias a periodistas o especialistas que pusieran en jaque estos despropósitos con relación a este clan que subsiste en el tiempo a pesar de la evolución del resto de la sociedad. Pero eso sería pedir peras a Del Olmo.