«El problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir una verdad objetiva, no es un problema teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y la fuerza, la terrenalidad de su pensamiento. El litigio sobre la realidad o la irrealidad […]
«El problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir una verdad objetiva, no es un problema teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y la fuerza, la terrenalidad de su pensamiento. El litigio sobre la realidad o la irrealidad de un pensamiento aislado de la práctica, es un problema puramente escolástico» C. Marx.
«El que no conoce la verdad es simplemente un ignorante. Pero el que la conoce y la llama mentira, ¡ese es un criminal!» – Beltolt Brecht
No es lo mismo mentir que hacer ficción. «Dr. House»es parte de la moda yanqui que produce series televisivas de ficción, sobre abogados y sobre hospitales, en un país cuya realidad es vivir infestado de injusticias, sin educación para todos y carente de atención médica popular.
Algunos productos del capitalismo aprovechan las virtudes del arte de la ficción para jugar, en serio, a que lo real es falso y que la mentira es verdad universal. Buena parte de la ficción televisiva de «Dr. House» gira su ruleta mercadológica para hipnotizar a los «fans» con ilusiones «científicas», que se hacen pasar por verdades, para conducirnos a la tesis farandulesca de que «todos mienten». La serie televisiva «Dr. House», de la cadena Fox, salió al aire por vez primera en el otoño de 2004. Tuvieron que inventar un personaje narcisista, autoritario, indolente, farmacodependiente, cínico y genio, para deslizar la ideología de la clase dominante: nada es confiable. Si «todos mienten» mienten, también,»House» y Fox. No vamos a aceptar, por compasión, la ideología deprimente de un personaje sarcástico, aunque sufra en una ficción mercantilizada, fabricado para hacer «verdad», en nuestros pensamientos, la ideología de la mentira burguesa. Fuera de la «ficción House» existe un mundo en plena lucha de clases.
Es una serie magnífica para ensayar la crítica. No importa que tan brillantes resulten las maromas, aparentemente lógicas, que exhiba «House» para sus «diagnósticos». En los episodios y personajes de la teleserie, la realidad histórica naufraga gracias a un lenguaje incomprensible, basado en jergas médicas y en una red de relaciones humanas infestadas por psicologías opresoras y turbias. Un grupo de expertos, en apariencia sobresalientes, acepta someterse a las humillaciones y los caprichos déspotas de un personaje cuyo grado de genialidad es suficiente justificación para perdonarle todo. Parecería que el mayor desafío de los guionistas radica en idear canalladas impunes para hacer lucir el genio terapéutico que «House» despliega gracias a su ficcionada capacidad de síntesis y asociación (mayormente azarosa) de fenómenos patológicos. Parece «real»… pero es ficción. Ya lo vimos con Sherlok Holmes.
Con estos ejercicios de propaganda vestida de «filosofía», una audiencia nada despreciable en número, es inducida a admirar las secuencias de situaciones planeadas para seducir con mentiras de un modo «impecable». El razonamiento queda derrotado siempre por la cantidad de factores que el espectador desconoce y que, en apariencia, «House» entiende bajo fórmulas de su exclusivo dominio. Es una «buena serie», coinciden muchos, según los parámetros del modo de producción televisiva predominante. No pocos convergen en la afirmación de que se trata de una serie de «gran calidad» y con no pocas puntas para que cierto pensamiento y gusto «progres» afiance simpatías y coincidencias «intelectuales». Pero todo es falso.
«Nuestra historia está dominada por lo falso» (U.Eco). Hoy la ideología de la clase dominante está en una fase de crisis irreversible. Ya no saben qué inventar. Han manoseado todos los recursos «filosóficos» que prohijaron y hoy no tienen cosa significativa que proponer porque tienen en claro que no tienen futuro. Entonces ensucian todo. La ideología de la clase dominante tiene efectos nocivos, desde sus torres de marfil mass media, aliadas con mafias «académicas», inventan tesis oscuras que son «consumidas» por personas que, con no poca frecuencia, se desorientan. Muchas creen que la ficción televisiva es real. O casi.
Durante mucho tiempo la estética burguesa ha barnizado sus discursos, también, con un «realismo», inventado por ella, capaz de hacer pasar por «verdad» absoluta -y fatalidad- los intereses usureros del capitalismo. Ese «realismo» burgués ha servido para mentir, no sólo en series televisivas, sino incluso en documentales y noticieros, con «gran realismo». Han sido serviles al arte de la mentira vestida de «realidad». Con ese «gran realismo» afirmaron la existencia de las «armas de destrucción masiva», por sólo mencionar una de las «realidades» más falaces de la retórica imperialista. El «realismo» burgués no es más que otra modalidad narrativa inventada, exprofeso, para evangelizar audiencias bajo la tesis resignada de que «así es el mundo», «así son las cosas», es crudo y nada cambiará… y hay que hacerse cínicos porque eso queda «nice». Está de moda.
Desde los viajes de Marco Polo, que impulsaron las exploraciones de África y Asia, a las inexistentes armas de destrucción masiva que llevaron a la Guerra de Irak o los antisemitas protocolos de los sabios de Sión, «estamos rodeados de falsificaciones». Ese realismo con que la serie televisiva «Dr. House» presenta casos sobre enfermedades casi siempre estrambóticas, se interrumpe, cronométricamente, para imponernos la verdad publicitaria suprema con que se financia la ficción y su «rating». Esa lógica de «House» ideada para identificar patologías y resolver la trama de los capítulos, embelesa a muchos no por efectiva sino por individualista. Es un gran negocio capitalista. Algunos creen ver en «House» la escuela «pragmaticista» de Peirce. Y le llaman «abducción» para darle estatus científico a lo que es un juego «lógico» premeditado por los guionistas que juegan al póker con todas las cartas a su favor. Nadie se engañe, no es la realidad, es una ficción, a veces muy forzada, barnizada con realismo narrativo.
La realidad está en un mundo donde la industria imperialista más importante es la fabricación de armas, le sigue el negocio de la publicidad, el negocio de la pornografía y luego el tráfico de drogas, armas y personas. Una realidad en la que la inmensa mayoría de los seres humanos está sometida a una minoría pavorosamente armada y experta en explotar y reprimir. Una realidad en la que crece el malestar, avanzan las revoluciones y hay hambre de ideas para derrotar al capitalismo. Algunos dirán que hablar de eso no es el cometido verdadero de una teleserie empeñada en repetir que «todo es mentira».
Un equipo de guionistas, o libretistas, escribe para que el «Dr. House» parezca genio de la medicina. Y como parece «real» incluso el círculo de médicos amaestrados por «House», la tele-serie despliega su propio lenguaje, en apariencia «científico», y parece comprensible sólo por los iniciados. La filosofía de «House» científico, es enemiga de la ciencia que defiende. «Todos mienten» dice la filosofía de la serie televisiva y sus ideólogos de clase (FOX) recurren a cuanto simbolismo encuentran, hechos exprofeso, para que nadie los comprenda y todos las acepten a-críticamente. Pero, a la hora de cobrar, a la hora de las ganancias, la verdad suprema es el capitalismo. «House» aporta su cuota para completar la tarea mass media responsable de frenar, de verdad, toda fuerza significativa que pueda cambiar el orden existente, no importa si para eso deban echar mano de las artes de la ficción. Que no es lo mismo que las artes de la mentira.
«La verdad es siempre revolucionaria.» – Vladimir Lenin
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