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Otra visión sobre el paro agropecuario argentino

No nos une el amor sino el espanto

Fuentes: Tlaxcala

«No nos une el amor sino el espantoserá por eso que la quiero tanto» Jorge Luis Borges Sin dudar de la buena fe de muchas personas que escriben sobre el Paro Agropecuario que paralizó la Argentina durante más de tres meses, es necesario hacer algunas aclaraciones acerca de esta prolongada crisis originada en las «Retenciones […]

«No nos une el amor sino el espanto
será por eso que la quiero tanto»

Jorge Luis Borges

Sin dudar de la buena fe de muchas personas que escriben sobre el Paro Agropecuario que paralizó la Argentina durante más de tres meses, es necesario hacer algunas aclaraciones acerca de esta prolongada crisis originada en las «Retenciones Móviles» impuestas por una resolución del Ministerio de Economía argentino.

Lo primero que hay que señalar es que no fueron, únicamente, los ricos quienes festejaron la derrota del proyecto del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, porque muchísimos argentinos, entre los que me incluyo, también festejamos esa derrota legislativa.

Y entre quienes festejaron y anteriormente habían participado en los piquetes, además de propietarios rurales y sus peones, había empleados de fábricas y comercios ligados a la actividad agropecuaria, (que se sentían perjudicados por la medida) pero también había grupos de izquierda como el Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados liderado por Raúl Castells, la maoísta Corriente Clasista y Combativa y el Movimiento Socialista de los Trabajadores y Nueva Izquierda, liderado por Vilma Ripio, lo que hace difícil sostener que este paro sólo era apoyado por la «oligarquía agropecuaria».

Como en la frase de Borges que titula esta nota, festejaron la derrota gubernamental la peor oligarquía agroexportadora, una clase media «rigoreada» y empobrecida por dictaduras militares y por gobiernos electos de claro corte neoliberal y, también, humildes obreros y empleados.

Lo que unía a todos no era el amor, sino el espanto ante lo que está haciendo la «Presidencia Matrimonial» de los Kirchner (porque ya han dejado de ser un matrimonio presidencial para convertirse en una Presidencia al servicio de los intereses políticos y económicos del matrimonio Kirchner-Fernández).

Señalemos, para empezar, que el Presidente Néstor Kirchner comenzó su gestión presidencial en el año 2003, poniendo el acento en los derechos humanos de las víctimas de la última Dictadura Militar, medida justa y muy necesaria.

Y, también, tomó otra medida justa y muy necesaria que fue «meter cuchillo» en una Corte Suprema de Justicia que, salvo alguna excepción, era absolutamente corrupta y adicta al gobierno de turno.

Pero allí terminaron las bondades del gobierno de Kirchner, que se sucedió a sí mismo por el simple expediente de poner a su esposa, Cristina Fernández de Kirchner, como candidata a Presidente de la Nación, y ambos presidentes no se diferencian mucho de todos los gobiernos que hemos sufrido desde 1983.

Para seguir entendiendo el tema debe aclararse que estas retenciones que provocaron tanta ira y que muchos creen que son impuestos no son impuestos, aunque en muchas páginas Web se hable de un «impuestazo rechazado por los ricos».

Ello es así porque la Constitución Argentina establece que los impuestos que perciba el Gobierno Nacional deben ser establecidos por ley del Congreso y coparticipados (repartidos) con todas las provincias de acuerdo a un régimen determinado.

Ante esto y desde hace más de un siglo, muchos presidentes de la Argentina tomaron la mala costumbre de llamar «retenciones» a esas metidas de mano en el bolsillo de diversos productores.

De esa manera y durante años se han creado ilegalmente impuestos sin que los representantes del pueblo, reunidos en el Congreso, los aprobaran por medio de las leyes correspondientes.

Pero, más importante, esas «retenciones» sirven para castigar o premiar a los políticos opositores y para hacer que el Estado Nacional colabore generosamente con el empresariado amigo del gobierno de turno.

Porque esos dineros de las «retenciones» no se «coparticipan» con las provincias y terminan en una «caja negra» discrecional que sirve para muchas cosas, la mayoría de ellas turbias, manejadas a través de subsidios a las principales empresas de la Argentina que manejan la energía, el transporte y la obra pública, así como a sectores monopólicos del agro y del comercio de alimentos (supermercadistas), todas ellos propiedad de empresarios amigos o socios del poder de turno que obtienen en la Argentina utilidades imposibles de obtener en Europa o Estados Unidos.

Además, la «Presidencia Matrimonial» también usa las retenciones como la base del clientelismo político que hoy domina el país.

Así, aquellos gobiernos de Provincia cuyos diputados y senadores no son dóciles con el matrimonio Kirchner, pueden olvidarse de recibir algún peso de esas retenciones y, para agravar la cosas, los dineros «coparticipados» de los impuestos legales les llegarán «por goteo», tarde, mal y nunca, sumiendo a esas provincias en una situación económica y social muy complicada.

Y, por el contrario, las provincias «adictas» gozarán de fondos ilimitados, podrán pagar sueldos y hacer obras públicas y podrán mandar, desde las provincias más alejadas, nutridas caravanas de transporte repletas de empleados públicos para llenar la Plaza de Mayo cada vez que Cristina Fernández de Kirchner los necesite.

Pero lo más grave de todo esto es que es falso que estas retenciones hayan sido diseñadas para perjudicar a los ricos agroexportadores y para redistribuir la riqueza haciendo hospitales, escuelas y caminos.

El ex Diputado Nacional Mario Cafiero y el Sr. Javier Llorens efectuaron un trabajo muy serio analizando más de 55.000 permisos de embarque autorizados durante los últimos 18 meses por la Aduana Argentina y así pueden demostrar que esas famosas retenciones no se diseñaron para perjudicar a los pooles de siembra y a los agroexportadores sino para beneficiarlos, lo que ha culminado en una denuncia penal presentada por ellos en forma conjunta con el conocido abogado argentino Ricardo Monner Sanz.

(Ver texto de la denuncia penal en http://www.psa.org.ar/mario-cafiero-y-ricardo-monner-sans-realizaron-una-presentacion-judicial-sobre-las-cerealeras)

Esto es así porque esos grupos agroexportadores enterados -por su complicidad con el gobierno- de que las retenciones aumentarían y creyendo que el valor internacional de la soja no subiría más, se ampararon en legislaciones permisivas y «congelaron» precios de exportaciones no efectuadas (y por lo tanto «congelaron» también el valor de las retenciones a pagar) anticipando DJVE (Declaraciones Juradas de Ventas al Exterior).

Sin embargo el precio de la soja siguió aumentando y los agroexportadores advirtieron que ningún productor les vendería la soja al precio congelado, pero ellos estarían obligados a entregar soja para cumplir con las obligaciones asumidas. La única manera de cumplir esos compromisos sin perder dinero era deprimiendo los precios por medio de una subida de retenciones que obligaría a los productores a venderla al precio de fines del 2007 y para ello se prestó, muy amablemente, la Presidencia Matrimonial de Néstor y Cristina Kirchner, dictando la famosa resolución 125 de las «retenciones móviles».

Además, estas famosas y tan discutidas retenciones no han servido, únicamente, para proteger a los agro exportadores frente a las exigencias de un mejor precio por parte de los pequeños y medianos productores, sino que también sirven como una manera más o menos legal de defraudar al fisco ya que, al haber sido «prevendidas» casi dos cosechas argentinas por medio de las DJVE, los agroexportadores pagarán por las cosechas del 2007 y 2008 retenciones por valores anteriores a diciembre de 2007, en lugar de pagar los valores actualizados.

Por otra parte debe rechazarse lo afirmado por el gobierno argentino en el sentido de que el dinero de estas retenciones se destinaría a la «redistribución de la riqueza» a favor de los más necesitados.

Primero: No habrá prácticamente ningún ingreso extraordinario para el Estado Argentino originado en las retenciones móviles, por lo menos por dos años. Esto se debe, como ya se señaló, a que los valores a pagar por esas exportaciones de dos cosechas ya fueron congelados antes de que surgieran los aumentos y por lo tanto se pagarán por las dos cosechas las bajas retenciones anteriores.

Segundo: El decreto que intentó «adecentar» estas retenciones creando el Fondo de Redistribución Social para la hospitales, escuelas y caminos, establece que para ese fin se destinará sólo la porción de las retenciones que supere el 35 % del valor FOB cuando, en la realidad y en el mejor de los casos, el fisco jamás cobró más del 25 % de dicho valor, lo que convierte a dicho fondo solidario en una ilusión.

Pero, para poner un poco más el asunto en contexto, también hay que desmentir el mito de que la Presidenta Cristina de Kirchner está preocupada por «des-sojizar» la producción agropecuaria, para garantizar la soberanía alimentaria de la Argentina.

El crecimiento exponencial de las superficies sembradas con soja fue alentado en los últimos cuatro años por el Presidente Kirchner y su esposa, ya que las retenciones por esas exportaciones eran un importante ingreso para el Estado.

No sólo eso.

El amor de los Kirchner por la soja es tanto que, en un viaje a Venezuela, Cristina de Kirchner se hizo acompañar en el avión presidencial por el «Rey de la Soja Argentina» Gustavo Grobocopatel, quién se comprometió a ayudar a Chávez para impulsar el desarrollo de la soja en dicho país caribeño.

La «sojización» argentina impulsada por el kirchnerismo se hizo a costa de miles de campesinos que vivían, ellos, sus padres y sus abuelos en tierras fiscales de diversas provincias argentinas que, ante el fabuloso negocio de la soja, fueron ambicionadas por especuladores. Estos especuladores convencieron a los gobernadores de provincia para que les vendieran a precio vil esas tierras fiscales y expulsaron a los campesinos de sus humildes parcelas en las que sembraban y cosechaban «de todo un poco», criaban cabras, cerdos y gallinas y tenían así seguridad alimentaria. Estos agricultores desplazados por patrullas armadas de los nuevos propietarios (al mejor estilo colombiano), hoy están sin trabajo y sin alimento en las periferias de los pueblos y ciudades de la «patria sojera» alentada por los Kirchner.

Otro tanto ha ocurrido con desmontes masivos de cientos de miles de hectáreas de bosques vírgenes provocando el desplazamiento de los aborígenes y la muerte de especies animales que son imprescindibles para la biodiversidad. Estos desmontes, asimismo, han disminuido la capacidad de absorción de agua de la tierra y así las crecidas de los ríos e inundaciones son cada vez más frecuentes en zonas ribereñas habitadas por las familias de menores recursos.

Casi nada se ha dicho, durante esta larga polémica, sobre estas víctimas de la «sojización kirchnerista» y se ha hablado muy poco de los habitantes de los pueblos rodeados por campos de soja transgénica y que son fumigados con el terrible herbicida Glifosato (el mismo que emplea la DEA en Colombia contra las plantaciones de coca). Porque esos campos de soja se fumigan con dicho herbicida para lograr lo que se llama «labranza cero» (es decir, ningún labrador trabajando la tierra para eliminar malezas) y, gracias a esa fumigación, se pierden 4 de cada 5 puestos de trabajo agropecuario cada 500 hectáreas, mientras que la agricultura familiar crea y sostiene 35 puestos de trabajo cada 100 hectáreas.

Además, este Glifosato que mata a todas las especies vegetales salvo a esta soja transgénica, provoca en muchos de esos pobladores enfermedades dermatológicas, pulmonares, oncológicas y reproductivas.

Muchos de los que hemos celebrado la derrota del Kirchnerismo no tenemos nada que ver con los agroexportadores, con las trasnacionales del cereal ni con Monsanto (creadora del Glifosato) ni con la Soja Transgénica (otra patente de Monsanto). Tampoco estamos con los sectores reaccionarios de la «oligarquía vacuna» y estamos decididamente a favor de las retenciones.

Además, estamos en contra de este modelo de monocultivo que perjudica a todos los argentinos.

Por culpa de la soja muchos productores agropecuarios hicieron hamburguesas de sus vacas lecheras o arrasaron con plantaciones de maíz, trigo y otros cereales para comenzar a plantar soja, ayudando a que se expandiera este modelo agrícola neocolonial que nos condena a ser sólo un país forrajero, al mismo tiempo que se comienza a desertificar las praderas argentinas ya que, al eliminar la biodiversidad, se transforma a la tierra, que es algo muy vivo, en algo muy frágil.

Pero hemos celebrado la derrota de un gobierno mentiroso que, además de todo lo antedicho, no ha hecho absolutamente nada en 5 años de gobierno para gravar con impuestos las transacciones financieras por miles de millones de pesos anuales que no tributan absolutamente nada, mientras se sigue gravando con el 21 % de Impuesto al Valor Agregado a todos los productos que se comercializan en la Argentina, aún los de primera necesidad, como el pan, la leche, la carne y el aceite.

Hemos celebrado la derrota de un gobierno que cuando gobernaba la Provincia de Santa Cruz (de la que es oriundo y «Gran Patrón» Néstor Kirchner) colaboró en la entrega del patrimonio petrolífero y gasífero argentino a empresas privadas extranjeras. Estas empresas, sin hacer prácticamente inversiones en nuevas exploraciones, están vaciando los recursos energéticos de la Argentina.

Hemos celebrado la derrota de un Presidencia Matrimonial que cuando eran gobierno provincial en Santa Cruz, en una maniobra oscurísima, enviaron los fondos -que le correspondían a la provincia por la privatización del gas y el petróleo- a bancos en Suiza sin que, hasta el presente, sepamos realmente cuánto dinero se envió, si se ganaron intereses por ese dinero ni quien los ganó y, tampoco, creemos que ese dinero haya sido repatriado a la Argentina.

Hemos celebrado la derrota de un gobierno nacional que, recientemente, ha repetido las conductas entreguistas del pasado al ordenar a la Provincia de Santa Cruz una nueva entrega, esta vez de los yacimientos del Golfo San Jorge, en la plataforma continental argentina a empresas que están vaciando los yacimientos hidrocarburíferos de todos los argentinos.

En suma, somos conscientes de que esto es una «guerra entre bandas».

Por un lado está la banda más poderosa, la banda gubernamental, que encubre con la máscara de los derechos humanos el hecho de que sigue profundizando las políticas neoliberales de la dictadura militar y del Menemismo y que tenía y tiene una clara alianza con el capital trasnacional.

Por el otro lado está la banda del «partido del campo» que fue cómplice de cuanto golpe de estado se desató en la Argentina en el siglo XX y que, entre sus componentes, aunque no tiene santos, tiene menos alianzas con el poder internacional y por ello hace un poco menos de daño al país.

Era necesario que se debilitara la banda más fuerte pero, ahora, deberemos dar la pelea contra la banda que ha ganado poder, la banda agropecuaria, para que la seguridad alimentaria de todos los argentinos, el desarrollo sustentable y el respeto a los campesinos y a los pueblos originarios no sean pisoteados por la soja.

Fuente: http://www.tlaxcala.es/pp.asp?reference=5578&lg=es

Jorge Aldao es miembro de Cubadebate, Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística.