Traducido del italiano por Antonia Cilla para Rebelión y Tlaxcala
Il Manifesto representa desde hace treinta y cinco años un caso único en el panorama editorial italiano y no solo en Italia. Detrás no hay un empresario sino la cooperativa de trabajadores que cada día hace posible que se distribuya en los kioskos, sueldos (bajos) iguales para todos, un periodismo político independiente y autogestionado, espejo de las transformaciones que han señalado estos años. Un bien común, un verdadero y auténtico «monstruo» – en el sentido literal del término – que tiene la ambición de estar en el mercado violando las leyes del mismo, un espacio abierto de la izquierda. Incluso con la puerta de entrada abierta de par en par, y cualquiera puede entrar, hasta los indeseables, como ha sucedido hace algunos años.
Durante estos treinta y cinco años hemos vivido peligrosamente (y temerariamente): centenares de miles de personas lo saben bien, los que nos han leído, trabajado y quienes nos han usado para desfogar sus pasiones. Las crisis financieras han acompasado nuestra existencia: siempre las hemos superado con nuestro trabajo y con la ayuda de «nuestro mundo». Ahora estamos en un punto en el que treinta y cinco años se pueden derrumbar en una tarde de verano. Porque la libertad cuesta, sobre todo a quien la ejerce, y llega el momento en el que esos costes se materializan en plazos improrrogables. Para evitar el derrumbe tenemos necesidad de ayuda porque esta crisis es más grave que las otras y pone en peligro la misma existencia del periódico. No es un grito de alarma, es una simple noticia: en las páginas interiores ilustramos la situación. Por eso, desde hoy, iniciamos el referéndum sobre el futuro de este periódico: las papeletas electorales están en las carteras de mucha gente. Porque esta es una crisis que no solo nos afecta a nosotros. Involucra a nuestros aficionados lectores pero también a quien solo nos ha comprado una vez en su vida. Es una llamada de participación a toda la izquierda (en el sentido más amplio del término, desde los partidos a los sindicatos, al asociacionismo) y al mundo de la información al que este periódico algo le ha dado (y continuará a dar). Estos son todos nuestros «empresarios», todos los que – tal vez mirándonos desde lejos – piensan que la democracia tiene necesidad de un «monstruoso» antídoto contra el riesgo de homologación del pensamiento. Seremos presuntuosos, pero creemos que nuestra voz es esencial, que el hecho de ser un instrumento de crítica de lo existente es una letra de cambio que no debemos pagar nosotros solos. Y que por eso nuestra suerte no solo depende de quien trabaja en la calle Tomacelli o de quien sigue estando «de parte de la sin razón» sino también de quien piensa de forma contraria. Por eso la crisis que vivimos la hacemos pública, por eso haremos el «llamamiento» a los suscriptores y les diremos los resultados. Desde hoy entramos en una fase de movilización general. Estamos convencidos de que lo conseguiremos.
Nosotros seguiremos poniendo todo nuestro trabajo de siempre y nuestras relaciones con los demás. Pero tenemos necesidad de todos vosotros. Decidnos si vosotros tenéis necesidad de nosotros. O si – como ha dicho ese genio de Saboya – solo somos un papel malísimo y una tinta terrible.
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Antonia Cilla es miembro de los colectivos de Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción es copyleft.