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Reflexiones a lo largo del 2º Festival Internacional de Producción para Televisión de Al Jazeera

Oficio de Jurado

Fuentes: Rebelión/Fundación Federico Engels

Desde Doha, Qatar, en el 2º Festival Internacional de Producción para Televisión de Al Jazeera. Uno acepta, no siempre conciente pero siempre inmodestamente, fungir como jurado para tratar de cumplir responsabilidades y militancias de envergadura mayor en el oficio que uno dice conocer. No es poca la responsabilidad porque está en medio la confianza de […]

Desde Doha, Qatar, en el 2º Festival Internacional de Producción para Televisión de Al Jazeera.

Uno acepta, no siempre conciente pero siempre inmodestamente, fungir como jurado para tratar de cumplir responsabilidades y militancias de envergadura mayor en el oficio que uno dice conocer. No es poca la responsabilidad porque está en medio la confianza de los colegas. El privilegio no es poco y tampoco las angustias. De lo que uno dictamina, siente y profesa emanan decisiones que, directa o indirectamente, influirán en los realizadores, para su gusto o disgusto. Y también en los otros jurados. Y eso no es poca cosa.

Suele decirse que en toda competencia habitan injusticias y parcialidades. Suele decirse que los jurados son sospechosos, por lo menos de parcialidad si no de incapacidad, hasta para los jurados mismos. Excepto quienes resultan premiados, algunos jurados y algunos organizadores, casi nadie queda contento. Por eso hay quienes piensan que el formato de «concurso» es indeseable y que no debería haber «premios» sólo para unos. Todo depende del tipo de competencia, festival o muestra, todo depende de quién convoca con qué reglas, claridad, transparencia e intereses. Especialmente si hay dinero en juego, estrategias mercantiles o vanidades de elite.

El problema central es el Trabajo, cómo se aprecia y valora con sus medios y sus modos, con sus relaciones de producción, sus intereses y alcances, su experiencia, incidencia y contundencia. Nadie produce imágenes e imaginarios inocentemente por más inconsciente que se sea de los faltantes y los vicios teórico metodológicos. Uno juzga el Trabajo, su extensión, amplitud, profundidad y aporte. Uno juzga la ética y la estética… la belleza de la ética. La fuerza reflejante y movilizante, el tratamiento del conflicto, las virtudes narrativas, la respuesta histórica y su pertinencia. Todo junto en un amasijo de emociones, experiencias y responsabilidades acorraladas en un plazo corto y en lucha contra la saturación que se tiene a la hora de evaluar mucho y pronto, el Trabajo de otros. Esfuerzo cuantitativo y cualitativo nunca a salvo de errores. Literalmente se hace lo que se puede con la experiencia que se tiene… a veces incluso sin método.

Como en todo, hay trabajos de producción más elaborados que otros. Unos con mejores recursos (narrativos, económicos, técnicos) no siempre con mejores resultados… otros con limitaciones sin fin y resultados magníficos. Algunos en equilibrio sorprendente, otros en asimetrías interesantes… Hay trabajos respaldados por instituciones variopintas y hay trabajos respaldados sólo por las convicciones y el sudor. Los hay nostálgicos, los hay apocaliticos y los hay (no pocas veces con razón) furibundos. Siempre hay emociones y razones desiguales y combinadas. Siempre está ahí eso que se entendió por «realidad» e «Historia» y eso que se inventó como tal, también. Y los jurados no son (ni sus ideas ni sus emociones) impermeables, inmaculadas ni intocables.

Juzgar implica pues, no hacer como que se borran provisionalmente los vicios y tendencias del Juez para convencer, o auto convencerse, de trances «objetivos» o «imparciales» eso es imposible. Juzgar implica poner en cuestionamiento dialéctico tales vicios y tendencias para escalar algún aprendizaje colectivo signado por otros modos y medios de pensar y hacer producciones con la imagen. Es lógico que un jurado exprese en sus elecciones todas sus predeterminaciones y prejuicios… no es lógico que lo ignore o que lo esconda y menos aun que no lo argumente con rigor. Y en eso suele ser clave la formación, experiencia, militancias, sensibilidad y autocrítica del juez y el jurado. Juntos y/o separados.

Una decisión de un jurado deberá comprometerse con el estado actual de la producción de imágenes e imaginarios, con la necesidad del desarrollo basado en los mejores logros. Y no vale sólo la subjetividad vale también el consenso crítico de los trabajadores que son productores de imágenes e imaginaros. Una decisión de jurado deberá ponderar aportes formales y conceptuales sin ignorar la realidad social que envuelve al concurso y al concursante. Una decisión de jurado debería ser (sin dogmatismo) un compromiso de compañeros… de trabajadores rumbo a una declaración política. Eso es un dictamen, nada menos.

Al placer (a veces masoquista) de ser jurado, que ofrece la delicia de conocer, en un plazo breve, gran cantidad de Trabajos, con diversidad de problemáticas y contribuciones, a ese placer ha de sumarse, el placer de producir un trabajo analítico y cualitativo comprometido con el desarrollo de los trabajadores de la imagen y los imaginarios. Si no, no sirve, jamás ha servido. Un jurado formado para evaluar trabajos de imagen e imaginarios será herramienta para el desarrollo del trabajo en todos sus sentidos, para su dignificación, consolidación y enriquecimiento. Un Jurado será auxiliar e impulso en movimiento comprometido; será instancia de reflexión para producir acción; será intervención productiva que contribuya a modelar criterios y a debatirlos hacia relaciones de producción de imagen nuevas y justas o será nada. Juzgue usted.