Está indignado Pierluigi Battista, el vicedirector del Corriere della sera. Un «ex» del Manifesto en tiempos lejanos (¡también él!) que, de mayor y tras sentar cabeza, al igual que aquel otro cuyo nombre es preferible callar, cada vez que oye pronunciar la palabra cultura -si de cultura de izquierdas se trata-, siente la tentación de […]
Está indignado Pierluigi Battista, el vicedirector del Corriere della sera. Un «ex» del Manifesto en tiempos lejanos (¡también él!) que, de mayor y tras sentar cabeza, al igual que aquel otro cuyo nombre es preferible callar, cada vez que oye pronunciar la palabra cultura -si de cultura de izquierdas se trata-, siente la tentación de echar mano a la pistola. Su pistola metafórica son los indignados artículos disparados contra presidentes, líder, escritores, personajes de más o menos relumbre y gente más o menos común que, tal como ha sucedido en Venecia, se postran «a los pies del caudillo».
En esta ocasión Battista se las tiene con el venezolano Hugo Chávez, con el director de cine Oliver Stone, con «la gente del cine que reverencia al dictador en ciernes» y, acogido en su dulce manida, acude solícito a secundar la deriva berlusconiana que ha adoptado también el viejo Corriere del «ex» Ferruccio de Bertoli, arremetiendo contra la «cultura de izquierdas que aquí grita contra el régimen, pero no sabe ver la liquidación de todo contrapeso democrático en Venezuela».
El hecho es que el Corriere fue el único diario italiano que «abrió portada» con el escándalo del festival: «Venecia se postra ante Chávez». El prestigioso Corriere les siega la hierba bajo sus pies a periodicuchos del tipo Libero y Periódico de familia.
Con una novedad. En otro tiempo el Corriere creaba escuela, al menos en lo tocante a seriedad. Siempre desde una determinada toma de partido, pero estaba informado y era creíble. No hasta el grado del Times de Londres, que era artículo de fe ante los mismos tribunales, pero casi. Actualmente no le queda ya credibilidad alguna. Battista delira al hablar, y también al escribir, soltando una impresionante retahíla de chabacanerías. Habla de «una historia trágica que permanece, muda en el fondo», y pasa por alto que en Venezuela la totalidad de los principales medios de comunicación escritos y televisivos sigue en manos de la oligarquía «de antes», aquella que había hecho de la «Venezuela saudita» un país con un 80% de pobres.
Habla de «una pequeña burguesía reducida al hambre, como consecuencia de la expropiación revolucionaria», omitiendo que en Venezuela la única que no ha padecido hambre jamás es la burguesía, pequeña o grande, y que las expropiaciones cuyo fin es recuperar parte de los recursos saqueados durante los años del neoliberalismo que a Battista (y a Vargas Llosa, uno de sus ídolos) tanto le gusta, han sido religiosamente pagados hasta el último céntimo a sus propietarios, a menudo a precios superiores a los del mercado. Habla de «la liquidación de todo contrapeso democrático en Venezuela», cuando existen todavía, en aquel país, televisiones privadas que incitan lisa y llanamente a asesinar al presidente de la República (y esto vale también para Staino que, en l´Unità, se atreve a presentar en la viñeta al viejo y afónico Bobo diciendo: «Hugo Chávez en Italia», y la nenita le responde: «¿Cómo crítico cinematográfico o como experto en libertad de prensa?»). Pero volviendo al Corriere, ¿Battista y los demás saben, acaso, qué es Venezuela? ¿Saben qué es lo que ha sucedido durante estos años en América Latina? Puede que no lo sepan. O puede que sí. Y resulta que no les gusta.
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Maurizio Matteuzzi es el editorialista para asuntos internacionales del cotidiano comunista italiano Il Manifesto.
Traducción para www.sinpermiso.info: Joaquín Miras
Fuente original: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=2765