De la lucha callejera a la participación en gobiernos a los que caracterizan de transformadores. Un caso en la provincia de Buenos Aires, el Movimiento Evita.
En la Argentina de principios de siglo, los movimientos sociales, en particular los de desocupados urbanos, se trasformaron en sujetos ineludibles del escenario político. Fueron, junto a la propia crisis objetiva de la versión más fundamentalista del modelo neoliberal, los factores decisivos para la instalación de un nuevo tablero, y sobre todo de una nueva agenda, inclusiva del gran objetivo de integración latinoamericana.
Al poco tiempo de instalado en el gobierno, el presidente Néstor Kirchner y otros dirigentes y funcionarios de administraciones provinciales de su mismo espacio político lograron con éxito convocar a un sector importante del conglomerado de movimientos sociales, siempre ubicados en las primeras filas de la lucha contra el neoliberalismo y sus políticas de exclusión.
Si bien ese fenómeno de incorporación a las filas del kirchnerismo no se registró en todas las organizaciones piqueteras – quedaron fuera de ese entramado el Polo Obrero y la Corriente Clasista y Combativa, entre otros que optaron por mantener el perfil opositor, desde la izquierda más tradicional -, otras fuerzas sí se incorporaron al proyecto liderado por el presidente y, en muchos casos, pese a mantener disputas frente a sectores gubernamentales ligados a la vieja política neoliberal.
Entre las organizaciones ahora oficialistas se destacan la Federación Tierra y Vivienda (FTV), conducida por Luís D´Elía, el movimiento Barrio de Pie, encabezado por Jorge Ceballos y el Movimiento Evita, que tiene como figura más visible a Emilio Pérsico, actual vicejefe de gabinete del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Felipe Solá.
«A diferencia de otros movimientos sociales incorporados al proyecto del presidente Kirchner, el nuestro optó por sumarse a ese espacio, con la convicción de que el mismo representa a las fuerzas de cambio en nuestro país, pero sin plantearse disputas internas. Eso fue lo que nos permitió crecer como organización y llevar adelante, dentro de las estructura del Estado, los puntos cruciales de nuestra agenda», dijo Pérsico en entrevista con APM.
En ese último sentido, Pérsico destacó que, en la provincia de Buenos Aires – la de mayor peso territorial, económico y político del país – el gobierno incluyó en cada ministerio un espacio institucional aplicado a gestionar temas de la agenda de los movimientos sociales, sobre todo en áreas como salud, educación, vivienda y generación de empleo genuino, y mediante un hecho que el dirigente y funcionario público caracterizó de especial importancia: la participación activa de militantes de las organizaciones sociales en la determinación, administración y aplicación de esos programas gubernamentales.
La participación de esas fuerzas en la gestión del Estado significa además un aporte decisivo en cuanto a la recuperación de lo político y de su práctica con sentido militante y social, subrayó Pérsico.
«El modelo neoliberal instaló una cultura que puso el acento sobre el político individual, tratando de convertir así a la sociedad en una masa de clientes y no de activos protagonistas. Nuestra irrupción recupera la práctica de ideas, de estrategias y, lo que es más importante, de prácticas políticas colectivas. En ese sentido trabajamos para la recuperación y la ampliación del concepto de democracia», señaló el dirigente.
El Movimiento Evita se asume como una parte más del espacio social y político que encabeza el presidente Kirchner porque entiende que el mismo es «el mejor instrumento para el logro de nuevo tipo de Estado, con acento en la recuperación del mismo como agente de construcción social y política y con una clara práctica distributiva de la riqueza».
En ese sentido, Pérsico destacó que, de cara al proceso electoral abierto para este año en Argentina – comicios presidencial, legislativo y provinciales – la organización social a la que pertenece dará todo su apoyo a los candidatos que se identifican con Kirchner.
También subrayó la importancia estratégica que adquirió el proceso de integración regional y sostuvo que «el mismo es imprescindible y debe construirse a través de acciones gubernamentales y políticas concretas».
«Hay que materializar el proceso de integración energética, como el del Gasoducto del Sur y la creación de un banco regional, para reconducir los flujos financieros hacia los países latinoamericanos y terminar con el control que sobre ellos tiene el aparato corporativo de Estados Unidos», concluyó el dirigente social y funcionario gubernamental de la provincia de Buenos Aires.