Los lectores de Tercera Información han decidido que esta semana analicemos un texto del diario El Mundo sobre la huelga en Metro de Madrid. Recordemos que los trabajadores de Metro decidieron ir a la huelga después de que la empresa, de titularidad pública, rompiese de manera unilateral y salvaje el convenio colectivo vigente. Tras la […]
Los lectores de Tercera Información han decidido que esta semana analicemos un texto del diario El Mundo sobre la huelga en Metro de Madrid. Recordemos que los trabajadores de Metro decidieron ir a la huelga después de que la empresa, de titularidad pública, rompiese de manera unilateral y salvaje el convenio colectivo vigente. Tras la imposición patronal de unos servicios mínimos considerados abusivos, los trabajadores se rebelaron y acordaron en varias asambleas masivas ir a la huelga total.
Sin duda, el tratamiento informativo que se está dando a los trabajadores de Metro durante este conflicto acabará por estudiarse en las Facultades de Comunicación. Pocas veces los medios de comunicación se han posicionado de manera tan clara contra una decisión asamblearia de un colectivo laboral que se limita a defender sus derechos y los derechos del resto de los trabajadores: por ejemplo, que los convenios colectivos sean respetados como cualquier otra ley y que una empresa que gasta en cuatro años más de 50 millones de euros en publicidad (a pesar de no tener competencia) pretenda usurpar 7,9 millones de los bolsillos de sus empleados.
Tras el linchamiento mediático al que han sido sometidos los empleados de Metro, el diario EL MUNDO presenta como noticia la pataleta de algunos periodistas al ser expulsados de la asamblea por las protestas de los trabajadores. Durante semanas, los grandes medios han humillado a los huelguistas con todo tipo de descalificaciones y tergiversaciones. Ahora, EL MUNDO se presenta como una víctima «insultos y amenazas». Según el relato de EL MUNDO la asamblea los recibió «gritando todo tipo de improperios hasta llegar a la coacción física colocando las manos en los objetivos de las cámaras de los periodistas». Es inútil buscar una redacción detallada de las supuestas «amenazas»; tan solo los términos «hijos de puta» y «manipuladores» son claramente referenciados. El primero, desde luego, entra en la categoría de insulto, como bien saben las madres de los huelguistas y sus representantes democráticos. El segundo, definitivamente, no.
Lo que parece pretender EL MUNDO es tener derecho a meter el dedo en el ojo de los trabajadores y romper a llorar cuando los trabajadores se lo apartan. Sin quererlo, la noticia de EL MUNDO pone de relieve la extraordinaria transparencia con la que los trabajadores han desarrollado sus asambleas hasta que el bombardeo mediático agotó su paciencia, ya que el redactor revela que en anteriores ocasiones «unas veces se permitió la entrada de los medios y otras esperaron a las puertas de la Avenida de Asturias» a que comparecieran sus portavoces.
La huelga de Metro ha alarmado a los estamentos neoliberales de la sociedad (incluyendo, claro, las empresas informativas), poco acostumbrados a la irrupción explícita de conatos de rebeldía y desobediencia civil. Eso explica la aparente unanimidad de criterio en una opinión publicada que, salvo raras excepciones, ha cerrado filas en defensa del orden vigente. Sencillamente, los dos días de huelga total en Metro de Madrid han asustado a la clase política, financiera y empresarial.
Fuente original: http://www.laboratoriodenoticias.es/spip.php?article104