Traducido para Rebelión por Germán Leyens
El control moderno del pensamiento depende de la comunicación subliminal. Los mensajes que influencian las percepciones claves se entregan sin que se vean, sin que se noten, con una mínima conciencia pública de lo que pasa o por qué.
Por ejemplo hay periodistas que nos dicen que Hugo Chávez era «divisivo», que Julian Assange y Edward Snowden son «narcisistas», que George Galloway es «controvertido». Pero detrás de su significado literal, esos adjetivos comunican un mensaje oculto: que esos individuos son objetivos aceptables para juicios negativos en los medios; son víctimas fáciles.
Al contrario a Barack Obama nunca lo describen como «controvertido» o «divisivo». David Cameron no es un «primer ministro derechista». ¿Por qué? Porque se dice que las reglas del periodismo profesional aseguran que los periodistas sirven a la democracia al mantenerse objetivos e imparciales. Los periodistas simplemente deben describir, no juzgar, las palabras y acciones de los políticos importantes.
Crucialmente, esta deferencia solo se permite a protagonistas políticos considerados «de la línea dominante», «respetables». Por implicación, los individuos sujetos al juicio mediático son presentados como intrusos, fuera del redil democrático.
En The Times del 10 de octubre, David Aaronovitch comparó al editor del Guardian, Alan Rusbridger con el columnista del Guardian Glenn Greenwald:
«‘Rusbridger podrá ser un periodista ‘correcto’ (y ciertamente lo es), alguien como Greenwald es ante todo un activista. Sobre todo quiere cambiar el mundo, no solo informar al respecto. Por lo tanto, mientras podemos confiar en Rusbridger, ¿qué motivo tenemos para confiar a Greenwald con información de máximo secreto de GCHQ? O a su novio brasileño que podría haber estado yendo a cualquier parte y haber entregado el contenido de su ordenador a cualquiera».
Por lo tanto Aaronovitch pintó una inmensa etiqueta espeluznante: «activista». Hay que verlo como un seudoperiodista, un aficionado, una bala perdida. Rusbridger es un periodista «correcto», Greenwald no.
Las repetidas referencias al «novio brasileño» de Greenwald quien «podría haber estado yendo a cualquier parte», también tienen la intención de presentar a Greenwald como una personalidad caótica, poco seria, en el periodismo. De la misma manera, los intentos de asociar a Greenwald con el político estadounidense Ron Paul, cuyos puntos de vista políticos «están alejados de la realidad» (vea la respuesta de Greenwald a continuación). Por si fuera poco, Aaronovitch describió a Edward Snowden como un «fugitivo», como si se estuviera refiriendo a un convicto en fuga en lugar de un informante valeroso y de principios.
El mito de que el periodismo «correcto» solo quiere informar, no cambiar el mundo, es desenmascarado por el propio mitólogo.
En 1999, mientras las bombas de la OTAN destruían Serbia, Aaronovitch escribió en el Independent:
«¿Es esta causa, la causa de los albanos kosovares, una causa por la que vale la pena sufrir?… ¿Combatiría yo, o (de un modo más realista) aprobaría la posibilidad de que miembros de mi familia pudieran morir?»
Su respuesta: «Es mi opinión» (Aaronovitch, «Mi país me necesita», The Independent, 6 de abril de 1999).
La disposición de luchar y morir como parte de una campaña militar extranjera es la máxima forma de «activismo». No sabíamos que Greenwald haya amenazado alguna vez con invadir un país extranjero.
En febrero de 2003, Aaronovitch declaró hablando de Sadam Hussein:
«Quiero que se vaya, por el bien de la región (y por ello, eventualmente por nuestro bien), pero particularmente por el bien del pueblo iraquí que no puede librarse de este yugo por sí solo». (Aaronovitch, «Por qué la izquierda debe encarar los crímenes de Sadam: Con o sin una segunda resolución de la ONU, no me opondré a una acción contra Irak», The Observer, 2 de febrero de 2003).
¿No eran las palabras de alguien que por sobre todo quiere cambiar el mundo, no solo informar al respecto?
El título del artículo en el Times de Aaronovitch difamando a Greenwald también fue puro activismo:
«Cuidado: una peligrosa nueva generación de filtradores; la amenaza para los servicios de seguridad de jóvenes «libertarios» antigubernamentales con conocimientos técnicos, parece seria».
Greenwald nos comentó sobre el artículo:
«La posición que me atribuyeron respecto a Ron Paul es un puro invento, logrado mediante una obvia manipulación de las comillas.
«The Times permitió que dijera a los lectores que yo dije que ‘Paul fue… «el único candidato presidencial de importancia» que dijo las cosas correctas ante los temas que realmente importaban’. No solo no lo dije, sino dije lo contrario.
«Escribí que Paul era mejor que los demócratas de Obama en algunos temas claves, pero que los demócratas de Obama eran mejores que Paul en otros temas claves para los progresistas. Por ese motivo, escribí: ‘es perfectamente racional y razonable que los progresistas decidan que los males de su candidato son superados por los males del candidato republicano, sea Ron Paul o algún otro’.
«Logró su patraña citando un pequeño retazo de lo que escribí (que Paul era ‘el único candidato presidencial de importancia’ que decía las cosas correctas sobre algunos temas) y luego urdió algo que no dije (‘sobre los temas que realmente importan’) y lo colgó en la verdadera cita. Esa patraña se urdió para que pareciera que yo dije algo que no solo no lo dije, sino que repudié explícitamente, incluso en la primera docena de párrafos del artículo al que se refirió.
«Es no decir nada de la divertidísima, absurda ironía de que haya alguien que vitoreó públicamente a favor del peor crimen político de esta generación -el ataque a Irak- tratando de negar el estatus de «periodista» de otras personas sobre la base de que quieren ‘cambiar el mundo’ en lugar de simplemente informar.
«Asimismo, ¿salió de 1958? ¿Qué clase de baboso troglodita sigue usando el término trivial ‘novio’ para referirse a una pareja de gays con una relación conyugal de 8 años?
«Pero todo lo que se necesita saber sobre los estándares periodísticos de ese periódico es que imprime especulación vulgar, idiota y falsa como la siguiente: ‘Presumiblemente [Miranda] llevaba [los documentos], mediante intermediarios, de Snowden en Moscú a Greenwald en Rio’. Si se comienza una oración con «presumiblemente» y luego la continúa con una acusación profundamente seria que carece de toda evidencia, se puede ser muchas cosas. ‘Periodista’ no es definitivamente una de ellas». (Glenn Greenwald a Media Lens, 11 de octubre de 2013)
«Cambiando la música ambiental de la política británica» – ¿Militancia?
La idea de que el periodista «correcto» es divinamente indiferente a los asuntos humanos también es escarnecida por el hecho de que los propietarios están notoriamente ansiosos de utilizar sus posiciones, su inversión, para influenciar la política y la economía. Esto no solo es comprendido, sino también celebrado, y no solo por la derecha de los «medios dominantes». En el New Statesman del pasado mes, Jonn Elledge argumentó:
«Lo que el periodismo socialmente consciente necesita, por lo tanto, es un benefactor: un izquierdista acaudalado que esté dispuesto a intervenir y apoyarlo, no porque piensen que les hará ganar dinero sino porque quieren ayudar a conformar el debate. Al comprar uno de los tabloides más tóxicos, esta persona podría cambiar su mensaje sobre, oh, no lo sé, ¿madres solteras y solicitantes de prestaciones, tal vez?»
Evidentemente, el pensamiento de que el periodismo debe ser neutral, que los propietarios deberían dejar el periodismo a los periodistas, nunca cruzó la mente de Elledge. En su lugar, su súplica fue precisamente que J.K. Rowling -acaudalada autora de los libros de Harry Potter- debería crear un periódico para cambiar el mundo.
Elledge señaló que es bastante improbable que «ser propietaria» de un periódico la lleve a la bancarrota. Y le daría una oportunidad mucho mayor de cambiar la música ambiental de la política británica que lo que podría lograr un artículo ocasional.
«Por lo tanto Sra. Rowling, ¿qué le parece?»
Y consideremos la propia revista de Elledge. En 2009, el Guardian informó:
«Mike Danson ha tomado pleno control de New Statesman, el semanario político izquierdista, comprando la parte de 50% en el título del parlamentario laborista Geoffrey Robinson».
Danson hizo una fortuna multimillonaria en libras cuando vendió su negocio de información Datamonitor, y jugó un «papel clave en la contratación del editor del New Statesman, Jason Cowley… [quien] ha reclutado a nuevos escritores y planifica ampliar el alcance de la revista».
En otras palabras, el propietario elige al editor quien elige a los periodistas -gente como Elledge- dando al jefe «una posibilidad mucho mayor de cambiar la música ambiental de la política británica».
Esto convierte en un despropósito la noción del activista por la libertad Aaronovitch de lo que es periodismo «correcto».
Sobre el mismo tema, el pensador marxista Ralph Miliband señaló que «la mayoría de los periódicos» son «agencias de legitimación y órganos de propaganda conservadora» que operan bajo restricciones cruciales:
«La primera y más importante de esas restricciones es que los periódicos forman parte de la empresa capitalista -no solo negocios sino grandes negocios… [Una] segunda restricción importante es que los periódicos forman parte del mundo de los negocios también en un sentido diferente, es decir en el sentido de que dependen de la clientela de los anunciantes.
«Los propietarios podrían o no decidirse por ejercer una influencia directa sobre sus periódicos; y la influencia directa de los anunciantes puede no ser sustancial en todos los casos. Pero el hecho de que los periódicos forman parte intrínseca del mundo de los negocios fomenta un fuerte clima de ortodoxia para la gente que trabaja en ellos. Lo mismo ocurre con la preocupación de editores y periodistas de mayor categoría por mantener buenas relaciones con el gobierno y los ministros, empleados públicos, y otra gente importante en el establishment político y administrativo.
«Estas restricciones, sin embargo, no afectan fuertemente a la gente que está realmente a cargo de los periódicos y que ocupa posiciones influyentes en la jerarquía periodística, simplemente porque la mayoría de ellos, a pesar del estilo suelto y «populista» que proyecta gran parte del mundo de los periódicos, comparten las suposiciones y perspectivas del mundo de los negocios y del gobierno. Las probabilidades abrumadoras son que no llegarían a ocupar las posiciones que ocupan si no lo hicieran.» (Ralph Miliband, Capitalist Democracy In Britain, Oxford University Press, 1982, reeditado en 1988, pp.84-6).
Por adoptar puntos de vista de este tipo, Miliband -padre del líder laborista Ed Miliband- fue difamado como «el hombre que odiaba Gran Bretaña» por el Daily Mail. Sus ideas «deberían inquietar a cualquiera que ame este país».
El artículo del Mail generó un impresionante nivel de indignación liberal. Los críticos en su contra señalaron que el propietario del Daily Mail, Lord Rothermere, había escrito a Adolf Hitler en junio de 1939:
«Querido Führer, he contemplado con comprensión e interés el progreso de su grande y sobrehumano trabajo en la regeneración de su país…»
En realidad, el artículo del Mail fue un estúpido y trivial intento de difamar a Ed Miliband con los puntos de vista de su padre. El nivel de indignación liberal demostró sobre todo la capacidad de la izquierda laborista de defender a los suyos.
La base de datos mediáticos Lexis registra 269 aciertos en periódicos del Reino Unido que mencionan a «Ralph Miliband» y el «Daily Mail» durante el último mes; la lista de aciertos se extiende a 600 páginas. También hemos visto muchos cientos de comentarios indignados en Twitter de virtualmente todo periodista vagamente de izquierda-liberal.
Por contraste, Lexis muestra cero aciertos que mencionen el mucho más serio ataque de Aaronovitch a Greenwald, un valeroso, compasivo, periodista que enfrenta severas amenazas del poder estatal de EE.UU. y el Reino Unido, cuyo compañero ya ha sufrido acoso estatal, cuya casa ha sido allanada, etc.
Contrariamente a la versión de periodismo «correcto» de Aaronovitch, los medios del establishment se muestran muy dispuestos a intervenir para proteger sus intereses de esta manera. Sin embargo, responden regularmente con serena ecuanimidad cuando disidentes y Enemigos Oficiales son atacados.
El barón Finkelstein y otros monstruos activistas
Peter Oborne escribe en The Spectator que el colega de Aaronovitch en The Times, Lord Finkelstein, «es cercano al Primer Ministro»:
«Lord Finkelstein está, sin embargo, mucho más cercano a George Osborne. Un importante escritor del Times me dijo hace tres años que hablaba «seis o siete veces al día, probablemente más» con el Canciller. Se dice que el señor Oborne dijo que hablaba más a menudo con el señor Finkelstein que con su esposa».
Oborne suministra algunos antecedentes:
«Una persona bien informada me dijo que «lo que Danny escribe hoy, George lo piensa mañana». Es una inversión del orden normal de precedencia, en el cual artículos de periodistas reflejan lo que les han dicho los políticos. Pero el señor Finkelstein es el superior intelectual y moral (y exjefe) del Canciller, y la gente informada lo sabe.»
¿Es Finkelstein, por lo tanto, un periodista o un activista? Oborne concluye:
«Como reconocerá cualquier periodista, Daniel Finkelstein nunca ha sido verdaderamente un periodista. En el Times era una manifestación entusiasta y alegre de lo que todos nosotros ahora podemos reconocer como una desastrosa colaboración entre el más poderoso imperio mediático de Gran Bretaña y una clase política moralmente en bancarrota.»
Esta salida de un periodista como activista es por cierto algo fuera de lo común.
Pero el verdadero surrealismo de la crítica de Aaronovitch contra Greenwald fue sacado a la luz este mes cuando Public Accountability Initiative (PAI) publicó un informe indicando la medida en la cual los medios corporativos habitualmente disimulan el burdo sesgo como comentario neutral.
PAI señaló cómo un comentarista en los medios estadounidense, Stephen Hadley, «había argumentado vigorosamente a favor de la intervención militar» en Siria en presentaciones en CNN, MSNBC, Fox News, y Bloomberg TV. También escribió un artículo de opinión en el Washington Post titulado: «Para detener a Irán, Obama debe imponer líneas rojas a Asad».
PAI suministró algunos antecedentes:
«En cada caso, la audiencia de Hadley no fue informada de que sirve como director de Raytheon, el fabricante de armas que produce los misiles crucero Tomahawk que fueron ampliamente citados como el arma preferida en un potencial ataque contra Siria. Hadley gana 128.500 dólares al año en compensación en efectivo de la compañía y preside su comité de relaciones públicas. También es propietario de 11.477 acciones de Raytheon, que se vendieron al precio más elevado durante el debate por Siria (77.65 dólares el 23 de Agosto, haciendo que las acciones de Hadley tengan un valor de 891.189 dólares). A pesar de ese interés financiero, Hadley fue presentado a su audiencia como un experto en seguridad nacional experimentado e independiente.»
Hadley también fue asistente de George W. Bush y Consejero Adjunto de Seguridad Nacional desde el 22 de enero de 2001. En 2002, Hadley fue miembro del desacreditado Grupo Irak de la Casa Blanca, establecido en agosto de 2002 para vender la guerra de Irak al público estadounidense.
Los medios corporativos están repletos de activistas corporativos de este tipo. A menudo estos comentaristas son empleados por ‘think tanks’ cuidadosamente diseñados y denominados para parecer imparciales. PAI comenta:
«El informe describe siete destacados think tanks con importantes vínculos con la industria que influyeron a favor de una intervención en Siria… El comentario de Brookings Institution sobre la intervención en Siria fue citado en 31 artículos… Los donantes corporativos de Brookings incluyen algunos nombres destacados en la industria de la defensa.»
Incluyen a:
1 millón – 2,5 millones de dólares: Booz Allen Hamilton
$500,000 – 1 millón: Qualcomm Inc.
$50,000 – 100,000 dólares: Boeing, General Dynamics, Lockheed Martin, Northrop Grumman, Palantir Technologies.
En enero de 2012, Shadi Hamid, director de investigación de Brookings Doha Centre, escribió en The Atlantic:
«Fui un temprano partidario de la intervención militar en Libia. Pedí una zona de exclusión aérea el 23 de febrero, solo 8 días antes del comienzo de las protestas.»
Continuó:
«La comunidad internacional debe comenzar a considerar una variedad de opciones militares -el establecimiento de ‘zonas seguras’ parece la más plausible- y determinar quién goza de la mayor probabilidad de causar más bien que daño. Es ahora -casi después de un año de espera y esperanza- lo mejor que hay que hacer. Es también lo más responsable que hay que hacer.»
Finalmente, podemos reconocer que el pez gordo de la BBC y editor de asuntos mundiales, John Simpson, es ciertamente considerado periodista -Aaronovitch no soñaría con sugerir otra cosa. Y sin embargo Simpson comentó recientemente:
«EE.UU. sigue siendo la mayor potencia económica y militar del mundo, pero parece que ha perdido el sentido de misión moral que lo llevó a intervenir por doquier de Vietnam a Irak…»
¿Fue un apoyo a la afirmación de que EE.UU. ha estado en una «misión moral» una forma de activismo? Es interesante considerar una formulación alternativa:
«EE.UU. parece haber retenido el sentido de implacable indiferencia moral motivada por los beneficios que lo llevó a intervenir por doquier de Vietnam a Irak…»
Si esta versión de la historia parece ser activismo, ¿por qué no la de Simpson?
rCR