Nosotros, ciudadanos libres y preocupados por el clima político en que se está sumiendo poco a poco la sociedad española; demócratas convencidos; afines a diversas ideologías políticas a derecha e izquierda; creyentes y no creyentes, ateos y agnósticos, católicos y fieles de otras confesiones, nos dirigimos a la Conferencia Episcopal Española para realizar las siguientes […]
Nosotros, ciudadanos libres y preocupados por el clima político en que se está sumiendo poco a poco la sociedad española; demócratas convencidos; afines a diversas ideologías políticas a derecha e izquierda; creyentes y no creyentes, ateos y agnósticos, católicos y fieles de otras confesiones, nos dirigimos a la Conferencia Episcopal Española para realizar las siguientes reflexiones:
1.El derecho a la información corresponde a todos y a cada uno de los ciudadanos y a la sociedad en su conjunto. La prensa, la radio y la televisión, así como quienes en ellos desarrollan su labor profesional son los mediadores de este derecho de la sociedad y tienen por ello una importantísima responsabilidad: contribuir a la formación de la opinión pública desde el ejercicio de la información.
2.La libertad de información es el contrapunto del derecho a la información. Si éste corresponde a los ciudadanos, la primera pertenece a los medios y a los periodistas. La correcta combinación de ambas es lo que da lugar a la una información realmente libre y eficaz. Sin el adecuado ejercicio de las libertades de información y expresión por parte de los periodistas y de los medios, la opinión pública queda secuestrada.
3.Sin renunciar en ningún caso a la libre expresión de sus ideas -que es derecho inalienable, pero también obligación ineludible, de los periodistas y de los medios de comunicación- los informadores deben tomar cierta distancia del objeto de la información para evitar implicaciones personales que les impidan realizar su trabajo con honestidad. Si la objetividad es inexigible por imposible, los ciudadanos sí podemos reclamar a quienes administran nuestro derecho a la información que lo hagan desde la honestidad y con veracidad, y que nos proporcionen todos los datos que necesitamos para formarnos libremente una opinión y poder comprender la actualidad.
Igualmente, estamos en situación de reclamar a los medios de comunicación y a los periodistas que no oculten los legítimos intereses que les mueven; que no utilicen prácticas propagandísticas para condicionar la formación de la opinión pública; que separen claramente la información de la opinión; que no empleen los medios de comunicación como instrumento meramente político; que no contribuyan a la división de la sociedad y al enfrentamiento entre los ciudadanos, y que no caigan en la difamación de las personas.
4.El Catecismo de la Iglesia Católica, entre su párrafos 2.493 a 2.499 se refiere al «uso de los medios de Comunicación Social». En el párrafo 2.494, hablando del derecho de la sociedad a una información «fundada en la verdad, la libertad, la justicia y la solidaridad» recuerda que «el recto ejercicio de este derecho exige que, en cuanto a su contenido la comunicación siempre sea verdadera e íntegra, salvadas la justicia y la caridad; además, en cuanto al modo, ha de ser honesta y conveniente, es decir, debe respetar escrupulosamente las leyes morales, los derechos legítimos y la dignidad de hombre, tanto en la búsqueda de la noticia, como en su divulgación». Un poco más adelante, en el párrafo 2.497, el Catecismo señala que los responsables de los medios de comunicación «tienen la obligación, en su difusión de la información, de servir a la verdad y de no ofender a la caridad. Han de esforzarse por respetar con una delicadeza igual, la naturaleza de los hechos y los límites y el juicio crítico respecto a las personas. Deben evitar ceder a la difamación». Más adelante, en el párrafo 2.498 se señala que «nada puede justificar el recurso a falsas informaciones para manipular a la opinión pública mediante los mass-media», mandato que si bien se dirige a la «autoridad civil» es trasladable, sin duda, a los responsables de los medios de comunicación.
5.El programa La Mañana de la cadena COPE, dirigido por Federico Jiménez Losantos, se caracteriza por el insulto y la bronca permanente contra todo aquel que no sea adepto a sus posiciones, así como por su tono siempre crispado y tenso. Además, el periodista utiliza todos los días un programa de carácter informativo como su tribuna política personal. Cualquiera que escuche habitualmente La Mañana de la COPE reconoce sin dificultad el ánimo de crispar a la sociedad y de crear enfrentamientos, calificando permanentemente de cómplices del terrorismo y de enemigos de las víctimas a los partidos democráticos que apoyan al Gobierno de la Nación y a todas las organizaciones y personas que no coinciden con sus postulados. Rectores universitarios, cargos públicos, organizaciones políticas y sindicales, y últimamente hasta el filósofo Fernando Savater, icono de la resistencia cívica contra ETA, son cada mañana blanco del periodista.
6.Entre el legítimo derecho a la libertad de expresión -que no lo olvidemos, no pertenece en exclusiva a los periodistas, sino que es patrimonio de todos y cada uno de los ciudadanos y ciudadanas- y el abuso de este derecho poniéndolo al servicio de sus intereses ideológicos y políticos personales, aprovechando para ello una tribuna a la que tiene acceso para cumplir con las obligaciones profesionales que, como periodista, tiene contraídas con la sociedad, hay un trecho muy largo, y Federico Jiménez Losantos lo ha recorrido con creces. Por otra parte, la práctica diaria que Jiménez Losantos hace del periodismo contradice todos los principios que sobre la comunicación social están recogidos en el catecismo de la Iglesia Católica y que hemos reseñado más arriba.
Por todas estas razones, los firmantes de esta petición solicitamos a la Conferencia Episcopal Española que, sin necesidad de variar la línea editorial de la cadena COPE, y sin tener por qué renunciar a la realización todas aquellas críticas que crea necesarias al Gobierno de la Nación, a los partidos políticos que lo apoyan o a otras instancias o instituciones que considere criticables, desautorice la práctica profesional de Federico Jiménez Losantos y le retire de la dirección del principal programa informativo de la cadena COPE.
Mientras esto no ocurra, quienes firmamos esta petición, pertenecientes al más amplio abanico de sensibilidades políticas, culturales y religiosas y conscientes de que una parte muy importante de la audiencia de La mañana de la COPE procede de quienes, con curiosidad morbosa, sintonizamos la emisora de los obispos para escuchar los exabruptos y las andanadas matinales de Jiménez Losantos, procuraremos no hacerlo en el futuro, lo que ponemos en público conocimiento para que tomen buena nota de ello los anunciantes de su cadena.
Ricardo Royo-Villanova y 330 firmas más (de momento).
Puedes apoyar esta iniciativa en http://www.royo-villanova.net/firmas.