Luis Alegre, que visitaba Barcelona para dictar alguna conferencia sobre el orden de El Capital o acaso para verse con amigos y dar una vuelta por la Rosa de fuego, no puedo precisar, me citó para vernos. Un honor, todo un honor; un placer desde luego. Conversamos sobre el Madrid resistente, sobre asuntos filosóficos marxianos […]
Luis Alegre, que visitaba Barcelona para dictar alguna conferencia sobre el orden de El Capital o acaso para verse con amigos y dar una vuelta por la Rosa de fuego, no puedo precisar, me citó para vernos. Un honor, todo un honor; un placer desde luego. Conversamos sobre el Madrid resistente, sobre asuntos filosóficos marxianos (yo tomaba notas más bien) y me presentó de paso a sus amigos. Entre ellos, a Iñigo Rejón. Yo mismo le había entrevistado hacía poco por correo electrónico sobre la situación en Bolivia y en otros países hermanos.
Eran tiempos del tripartito en Cataluña y del aguirrismo más soez y conservador en una ciudad que no merecía, nunca ha merecido, ese neofranquismo de chulería y certezas neoliberales relacionado además, inconsistentemente, con Gil de Biedma. Iñigo me comentó la muy distinta atmósfera político-cultural que se vivía en Barcelona y, en general, en Cataluña. Intenté señalarle algunos nudos menos deslumbrantes de aquel polígono aún no gobernado directamente por Trías y sus amigos. Sin negarme razones e informaciones, Iñigo me comentó que, más allá de eso, sin negarlo, la diferencia se observaba incluso en lo que Jorge Riechmann ha llamado (con certero acierto) los miedos de comunicación-intoxicación de masas. Bastaba ver Polònia, por ejemplo, me señaló. El lo veía, Luis también, y les parecía imposible que un programa de estas características pudiera emitirse en la televisión de la Comunidad de Madrid. Era prácticamente un imposible lógico, ontológico, político. Nada que ver con lo que se obligaba a emitir por los mandamases madrileños desde aquella televisión del Régimen. Tenían razón los compañeros y amigos de Madrid.
… Pero ha pasado el tiempo. Yo me he hecho más vieja y ellos se han transformado en dos de las caras más visibles del tiempo de resistencia, luchas y cambio real en el que estamos todos esperanzados. Pero Polònia tampoco ha permanecido inmutable: en algunas de sus aristas transita peligrosamente por los alrededores de la caverna más cavernosa. Como otros medios, desde luego, como otras publicaciones.
¿Exagero? No mucho o nada más bien. Basta ver en el programita en cuestión -dirigido por Toni Soler, su antiguo presentador, un independentista responsable o corresponsable de las celebraciones del tricentenario en 2014-, el espacio dedicado a tres representantes de Podemos: Pablo Iglesias, Iñigo Errejón y Juan Carlos Monedero. La gracia, el chiste, la broma, consiste en este caso en presentarlos como idiotas-muy-idiota, como chavistas plagiadores, como gentes que viven fuera del mundo sin orden ni razón, como indocumentados permanentes que hablan por hablar, a Iñigo, por supuesto, como un niño listillo sabelotodo de apenas 15 años, etc. El jueves pasado, 5 de marzo, apareció en escena además el ministro de finanzas griego, Yanis Varoufakis. El humor descendió entonces a los abismos insondables del mal gusto y el encefalograma plano: un chuleta con chupa negra, un motorista sin seso, un destroyer chillón,… El cuadro en su conjunto: los idiotas izquierdistas de siempre que nos conducen al desorden más inquietante desde profundidades de irracionalidad. Nada que ver con las tonterías inteligentes de Mas, Oriol y sus amiguitos. Sí, combaten por el poder, hacen reír en ocasiones, no tienen muchos escrúpulos, pero son otra cosa. Gentes normales, como todos, como ellos si pudieran.
No todo es eso en Polònia desde luego. Pero también es eso. Si le añaden que después de Polonia (¿a qué viene seguir usando ese nombre?), se emite el .Cat, programa fuertemente nacionalista-independentista, una verdadera y temible comida de coco, en el que a veces aparecen enemigos públicos como Boi Ruiz, las noches de los jueves en TV3 empiezan a ser prohibitivas para cualquier aproximación prudente a un medio público que debería estar al servicio de la ciudadanía, de toda ella, y de la formación crítica y no, en cambio, al servicio del poder y de la ideología de destrucción del demos común y crítico. Nada que ver, por ejemplo. con el «Singulars» dedicado a un hombre imprescindible: el psiquiatra, neurólogo y psicólogo socialmente comprometido Jorge Luis Tizón. ¿Para cuándo un homenaje popular a su larga trayectoria?
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