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Entrevista con Karen Maron

«Prefiero decir que soy periodista»

Fuentes: La Jiribilla

La argentina Karen Maron forma parte del diez por ciento de mujeres periodistas en zonas de guerra. Asegura que solo trabaja por la paz. Aunque la primera impresión que de ella se tiene, muestra a una mujer con cierta delicadeza y sensualidad en sus maneras. No hay que hacer mucho esfuerzo -comenzada la conversación- para […]

La argentina Karen Maron forma parte del diez por ciento de mujeres periodistas en zonas de guerra. Asegura que solo trabaja por la paz.

Aunque la primera impresión que de ella se tiene, muestra a una mujer con cierta delicadeza y sensualidad en sus maneras. No hay que hacer mucho esfuerzo -comenzada la conversación- para imaginársela en medio de las tensiones en que ha estado involucrada: Oriente Medio, la Entifada, Colombia, Perú, Chipre. De ahí su necesidad de contar historias sobre la gente.

Durante el IV Encuentro de Corresponsales de Guerra, que sesionó en La Habana, entre el 18 y 21 de octubre, La Jiribilla ha tenido la oportunidad de dialogar sobre el periodismo en misiones de riesgo con la colaboradora de importantes órganos de prensa como Radio Francia Internacional; El Universal, de México; El espectador, de Colombia, entre otros.

¿Pudiera hacer un balance entre la guerra en Iraq y la opinión pública?

Hubo muchos medios cubriendo la guerra en Iraq y hubo otros tantos cubriendo la guerra después de la guerra porque no considero que esto sea una etapa de recuperación: el conflicto continúa.

Todavía se siguen deteniendo en la noticia del día, mostrando cuántos muertos hubo en un atentado o en un carro bomba, lo que hace que en realidad se tenga la noticia del momento, pero no la información suficiente. Afortunadamente ya se conocían las causas de esta guerra y eran muy caras, pero de lo que se está hablando poco es de las consecuencias. El periodismo tiene que trabajar mucho más sobre eso porque las consecuencias son múltiples. Generalmente nos detenemos en la noticia del día, en la noticia del momento. Mirá el caso de Colombia que de lo único que te enterás es de los enfrentamientos y de cuántos muertos hubo, pero no se habla de las causas objetivas del conflicto, del porqué se produce. Esto nos dice que la información sigue siendo superficial y más aún, aunque algunos periodistas al inicio de la guerra se han tomado el trabajo de explicar el ámbito geográfico y cultural, todavía se desconoce la verdad.

Convengamos que nosotros estamos en occidente y todo lo que es el mundo árabe, zona del Golfo y Oriente Medio con otra cultura, otra idiosincrasia, otra organización social, nos es desconocido, eso solo es un buen motivo para seguir hablando, para llegar a tener una comprensión del conflicto, a pesar de que sus causas son muy claras y todo el mundo sabe que son económicas: el petróleo y las cuestiones de posicionamiento estratégico.

También sucede que en esta guerra se ha trabajado mucho con el terror -ejercido por aquellos que la han hecho- sobre sus propias gentes y si se instaura el miedo hacia lo desconocido, hacia lo diferente, la gente va a querer combatirlo. Por eso, esta guerra es considerada por muchos símbolo del enfrentamiento entre Oriente y Occidente.

Aunque ha habido casos como los de Abu Ghraib, que fíjate vos, no tuvo que ver con una investigación periodística -paradójicamente las fotos e imágenes que vimos fueron tomadas precisamente por un miembro de la coalición. Es muy interesante saber cómo fue que se dio a la luz este caso, pero como ese hay miles y no se está trabajando en eso.

Después sí, se investigó mucho, se habló, se dio pie para contar la historia de Abu Ghraib que había sido siniestra desde Sadam Hussein.

Lo general es que los de Occidente temen a los del Oriente por desconocimiento, entonces tachan a todos los árabes o musulmanes de terroristas; también sucede que para los de Oriente todos los occidentales son infieles y merecen la muerte.

Mostrar la otra parte del mundo donde hay personas iguales que vos, que sufren lo mismo que vos, genera empatía. Da la posibilidad al diálogo, a que las cabezas se abran, a que se pierda el miedo y con eso, el acercamiento y el aporte del periodista a la paz.

¿Qué actitud te exige la situación mundial? ¿Ser un punto neutro para tratar de ser objetivo?

Mucho se ha debatido sobre si ser neutral o tomar partido. Por otra parte, no creo en la objetividad del periodismo porque, indudablemente, de como vos encares tu artículo o dirijas una investigación, tu forma de trabajar parte de un sujeto. Lo que cuenta en estos casos es la honestidad del periodista relatando lo que ve, o sea, la objetividad tiene que ver con esa porción de la verdad observada, porque incluso estando mucho tiempo y trabajando de manera seria y responsable, las verdades son parciales.

Una de las premisas del periodismo es, por encima de todos los conflictos, no tomar partido, parece que para no violar, entre comillas, el tema de la imparcialidad.

En un conflicto influyen diferentes factores, y si tengo que hacer algún trabajo periodístico ―aun cuando a mí no me gusten o haya personajes que me desagradan porque he visto las cosas que han hecho―, me parece que desde el punto de vista periodístico, la cuestión está en no trabajar sobre una porción, sino trabajar sobre una totalidad. Como justamente creo en la inteligencia de los lectores, sé que no hay que llenar de sangre ni de amarillismo nuestras crónicas. Haciendo hablar a diferentes personajes, solo con su manera de hablar se van mostrando y justamente porque no menosprecio al lector, él puede sacar sus propias conclusiones. Además, no quiero ser una formadora de opinión, muestro un lugar, y la gente que medite.

¿Cuántas víctimas ves en este conflicto? ¿Son solo la población civil?

Cuando empecé en el periodismo me aprendí el lema: «la primera víctima de la guerra es la verdad». Durante el transcurso de los conflictos, comprendí que las primeras víctimas eran la población civil, esa es la verdadera víctima. Luego, y sobre todo después de la guerra en Iraq, me di cuenta de que en ella, las víctimas somos todos.

Una guerra es una guerra y nadie se salva de sus conflictos.

Víctimas de estos conflictos son tanto las madres con sus hijos como los que llevan a cabo toda esa planificación siniestra por obtener, como siempre, recursos económicos.

Iraq es un drama humanitario -afirmado en su momento por el director de la Media Luna Roja iraquí- por todo lo que pasa allá en los enfrentamientos entre chiítas y los elementos de la coalición, o en Fallujha al oeste de Bagdad, sitiada durante tres semanas. Siempre cuento el caso de Alí, un niñito de cuatro años que perdió un brazo y una pierna, además de nueve miembros de su familia en un mercado; pero lo peor es que como él hay cientos en Iraq y esto tiene que ver también con la desinformación.

Están los casos de las mujeres violadas, secuestradas, de la presión del fundamentalismo islámico, de los abortos espontáneos, de los nacimientos prematuros, del crecimiento de los casos de cáncer por el uranio empobrecido, del desastre ecológico, de la contaminación de las aguas, de la falta de gas, de energía eléctrica, del crecimiento del desempleo, de la destrucción de los tesoros antropológicos y arquitectónicos. Esto como parte de lo que no se habla mucho: la destrucción de la guerra con consecuencias para todos.

Y estos ejemplos de los que te hablo, en muchos casos son víctimas de otras víctimas. Sería una posición muy transigente decir que solo hay blancos y negros, realmente hay muchos grises en esta historia.

Yo trabajé con soldados hispanos dentro de las fuerzas de la coalición, eran de Texas, de México, República Dominicana, Puerto Rico y algunos no sabían dónde quedaba Iraq o no lo tenían bien claro. No sabían por qué estaban allí y hablando con ellos casi automáticamente me di cuenta de que tenían una escasa educación, una mínima formación. Cuando les preguntaba por qué habían escogido el ejército, la respuesta tenía que ver con el desempleo, por tener un status, insertarse en un sistema de salud, asegurar sus necesidades básicas insatisfechas o porque querían estudiar. Ninguno me hablaba de convencimiento ideológico, la generalidad demostraba que muchos habían ingresado casi para poder comer. Otros decían que habían ingresado para no sentirse ciudadanos de segunda, pero cuando se metían en el ejército bajo esas condiciones, reafirmaban que eran ciudadanos de segunda.

Decían: «Nosotros venimos acá para liberar a los iraquíes, para liberarlos del dictador». Me sucedió que al mirarles a los ojos sentía que estaban siendo sinceros con lo que decían. A eso agrégale, para unir partes de ese gran rompecabezas, que ellos y los afroamericanos son los situados en los puntos de observación, en los puntos de control, los que tienen los patrullajes más complicados. También son víctimas de la maquinaria bélica. Uno pudiera decirse, debieron haber escogido otro camino, pero creo que nadie puede juzgar eso.

Se están dando muchos casos de Objetores de conciencia que no quieren regresar porque saben que esta guerra es injusta y que están matando a inocentes.

Estando en Irak, conocí el caso de un soldado que le confesó a un civil trabajador en Seguridad que nunca se iba a perdonar lo que hizo en Fallujah porque cumpliendo órdenes de sus superiores mató a personas inocentes.

Recordemos lo que sucede cuando se regresa de una guerra con cargos de conciencia, que hacen caer en la drogadicción, en el alcoholismo, en patologías psiquiátricas graves. Te aseguro que los que más están tomando conciencia dentro de los soldados americanos, son los heridos en combate.

También las madres que no querían que sus hijos fueran a la guerra, hoy luchan contra ella. El tema es, ¿quién las está escuchando?

La maquinaria bélica y el poderío económico son tan fuertes que aún antes de empezar los combates, millones de personas se manifestaron en su contra. Entonces, más allá de las consecuencias de este conflicto hay que preguntarse cuánta efectividad tiene la democracia, cuántos países como, por ejemplo España ―donde se han declarado millones de personas contra la guerra―, el gobierno de Aznar antidemocráticamente, aun en contra de la opinión pública, mandó a sus soldados a una guerra que no le pertenecía, que produjo consecuencias como las del 11-M.

¿Cree que eso pudo cambiar a partir de la decisión de España sobre la retirada de los soldados españoles de territorio iraquí? ¿No le parece que otros países debieron pronunciarse a favor de retirar su apoyo a la guerra?

El tema económico tiene mucho que ver con todos los gobiernos que han enviado tropas allá, por su participación en los contratos que están fragmentando a Iraq de una forma obscena, excede el negocio del petróleo. Se están repartiendo transacciones millonarias en dólares relacionadas con la reconstrucción de Iraq. La han destruido para obtener negocios propios. De esto hay que seguir hablando porque aunque sea denunciado constantemente, sobre todo después de la ocupación, nunca es suficiente.

También demuestra la complicidad -porque ya se puede llamar así- la ineficacia e ineficiencia de las Naciones Unidas, y aunque no aprobaron la invasión, la han legitimado posteriormente de una manera o de otra, porque allí se ha violado todo el derecho internacional.

Entonces me parece que hay demasiados cómplices en esta ocupación. También son cómplices de las muertes y del sufrimiento del pueblo iraquí. No es solamente quién disparó, el que legitimó con su silencio también es cómplice.

¿Qué garantías tiene un corresponsal de guerra si sus derechos a ser respetados son los mismos que la población civil en una zona de conflicto como Iraq?

Eso tiene que ver con el derecho internacional humanitario de los periodistas en zonas de conflicto. En realidad es una cosa muy idealista.

Digamos que hay varias categorías. Antes a los periodistas nos llamaban corresponsales de guerra, ahora apareció la figura del periodista en Misión Riesgosa. La diferencia es que se es corresponsal de guerra cuando se va justo con una de las partes del conflicto y puedes ser tomado como prisionero de guerra porque estás junto con las tropas, mientras que el periodista en Misión Riesgosa -es lo que soy yo- es un civil que solamente tiene su acreditación de prensa, en algunos casos el Comité Internacional de la Cruz Roja, que es el que domina en todo este tema del derecho internacional, da un carnet que te identifica como periodista en Misión Riesgosa. Hay situaciones en las que sí ha marcado una diferencia, pero en cuanto al tema de riesgo y de seguridad no hay ninguna.

En el caso de que te tomen como prisionero podés alegar, por ejemplo, sucedió durante la ocupación después comprobaron que eran periodistas en Misión Riesgosa y los soltaron afortunadamente. Pero los misiles, los morteros, los carros bombas, en medio de la balacera, no preguntan.

Eso es desde lo legal, desde lo jurídico. Pues por otra parte el concepto de corresponsal de guerra se utiliza para hablar de los periodistas que cubren conflictos. En lo personal prefiero decir que soy periodista.

¿Existe alguna sensibilidad o conexión especial entre las mujeres corresponsales de guerra y la mujer que vive en los lugares en conflicto?

Creo que sí, pero quiero extender el tema y referirme al género.

Las corresponsales de guerra no excedemos más del 10 %. Empezaron a ser enviadas sobre todo en la guerra de Los Balkanes porque decían los editores que las mujeres contaban la historia de una manera más sensible. Así y todo no quiero dividirlo por género porque hay mujeres muy belicistas y hombres muy sensibles. Eso tiene que ver con la calidad del ser humano, y aunque somos iguales en cuanto a la obtención de nuestros derechos, mucho más en una guerra donde si hay que dormir en el piso, o refugiarnos durante el ataque, somos exactamente iguales.

He trabajado mucho con mujeres en zonas de conflictos, cubrí el Oriente Medio, la Intifada 2000, 2001; Colombia 2001 y 2002, Perú 2003, con las madres de los que habían desaparecido con la violencia política y con mujeres que habían pertenecido a Sendero Luminoso; Chipre, con las grecochipriotas, desplazadas por la guerra y me doy cuenta de que hay que tratar de ser cautos, prudentes, no violentar, hay que entrar muy despacio en la historia de la vida de esa gente.

También creo que entre la mujer iraquí y la mujer reportera existen muchos puntos en común. Puede haber diferentes formas de vida, diferentes formas de verla, de celebrarla o de sufrirla; pero el punto en común pasa por la humanidad, absolutamente.

Y pese a todas las diferencias, lo que te une es la humanidad. Esta gente que está al otro lado quiere criar a sus hijos, quiere vivir tranquila, quiere tener buena salud, quiere que sus derechos sean respetados, quiere tener su casa. Nos unen muchas cosas que es la búsqueda de la felicidad, de la paz, de criar a nuestros niños, cosas muy básicas, pero absolutamente imprescindibles. Ahí está mi forma de hacer periodismo. Escribo crónicas sobre la gente y aunque parezca un discurso idealista eso de alguna manera aporta la paz.