«No tengo miedo de que me maten», dijo la periodista egipcia Abeer Al-Askary, quien reiteradamente fue amenazada y golpeada por fuerzas de seguridad de su país. «El viaje hacia la plena libertad de expresión es largo y difícil», declaró Al-Askary a IPS. La reportera estuvo en Toronto el miércoles para recibir uno de los tres […]
«No tengo miedo de que me maten», dijo la periodista egipcia Abeer Al-Askary, quien reiteradamente fue amenazada y golpeada por fuerzas de seguridad de su país.
«El viaje hacia la plena libertad de expresión es largo y difícil», declaró Al-Askary a IPS.
La reportera estuvo en Toronto el miércoles para recibir uno de los tres Premios Internacionales a la Libertad de Prensa de este año, otorgados por Periodistas Canadienses por la Libre Expresión.
Otro reconocimiento fue para el periodista de prensa escrita y televisiva colombiano Hollman Morris. El asesinado escritor y fotógrafo pakistaní Hayat Ullah Khan recibió el tercer galardón, en forma póstuma.
La familia de Khan recibió su premio de 3.000 dólares. Él fue secuestrado el 5 de diciembre de 2005, y su cadáver fue encontrado en la región pakistaní de Waziristán del Norte, cerca de Afganistán, el 16 de junio de este año. Estaba esposado y le habían disparado en la cabeza.
Se sospecha la responsabilidad de los servicios de inteligencia pakistaníes en este crimen. Khan fue raptado cuatro días después de informar y difundir fotos sobre un ataque con misiles sobre Waziristán del Norte por un supuesto avión no tripulado estadounidense.
«Los ganadores de este año proceden de algunas de las regiones más difíciles para hacer periodismo. Son personas verdaderamente destacables, comprometidas con denunciar y contar las historias de los ciudadanos más vulnerables del mundo», señaló la presidenta del comité de premiación, Carol Off.
Periodistas Canadienses por la Libre Expresión promueve y defiende la libre expresión y la libertad de prensa, y destina miles de dólares para ayudar a reporteros perseguidos en América Latina, África, Asia y Europa oriental.
A menudo, los periodistas constituyen la única vía para que indígenas, campesinos y otras personas oprimidas puedan hacer oír su voz, explicó Hollman Morris.
«Deberíamos ir donde están las personas más humildes y concederles su derecho a hablar», dijo a IPS.
Morris se desempeñó como periodista y editor de un periódico, y más recientemente como director y productor de Contravía, programa televisivo que investigó atrocidades cometidas por los paramilitares de derecha y las guerrillas de izquierda en Colombia.
«Es muy difícil practicar esta clase de periodismo. Hay intolerancia, intimidación y amenazas», afirmó.
Morris se vio obligado a esconderse en España, recibió amenazas de muerte e incluso fue criticado por el presidente colombiano Álvaro Uribe, quien sugirió que el periodista tenía información previa de un ataque de la guerrilla contra las tropas del gobierno. Luego Uribe se retractó de su declaración.
Pero el periodista señaló que sus temores personales quedan a un lado ante la preocupación de no decir la verdad de lo que le ocurre a los habitantes de su país.
Contravía ya no está en el aire, por falta de fondos y de espacio de transmisión. Las redes colombianas de televisión son dominadas por dos grandes empresas privadas que colman su programación con telenovelas y «reality shows», indicó.
«No puedo comprender cómo en un país con el peor drama en materia de derechos humanos –25 millones de pobres y tres millones de desplazados– no hay espacio para la opinión, el debate o documentales», dijo Morris.
«Los medios tienen una responsabilidad social, especialmente considerando las condiciones en las que vivimos», añadió.
La cobertura mediática estadounidense de lo que ocurre en Colombia no es mucho mejor, pues se centra casi enteramente en las guerras del narcotráfico, indicó.
«Constantemente me preguntan sobre los señores de las drogas. En Colombia hay historias mucho más espectaculares –y hermosas– que cubrir», añadió.
Abeer Al-Askary documentó sin temor los poco difundidos abusos a los derechos humanos en Egipto. Durante los últimos cinco años, escribiendo para periódicos y sitios web independientes, informó sobre oficiales de seguridad del Ministerio del Interior que supervisaron torturas contra activistas y prisioneros.
Sus artículos contribuyeron a revelar casos de fraude durante las elecciones egipcias, involucrando especialmente a Gamal Mubarak, hijo del presidente Hosni Mubarak, y planes para legarle la presidencia.
A Al-Askary fue agredida el 11 de mayo de 2006, tras cubrir protestas organizadas en solidaridad con jueces egipcios.
Se disponía a entrevistar a abogados y jueces en la Asociación de Magistrados cuando fue detenida por la policía. Fue acusada de adulterio y agredida, le confiscaron su teléfono celular y le dijeron que dejara de escribir. Quedó en libertad tres horas más tarde, con numerosos moretones y un ojo hinchado.
Ella también se dedicó a informar sobre los derechos de los oprimidos egipcios de la fe bahai, en el marco de un pensamiento extremista islámico difundido en Egipto.
Al-Askary sabe que las autoridades egipcias pueden estar esperando su regreso.
«El trabajo del periodismo está cargado de problemas. Es el trabajo de decir la verdad. Ésta es mi responsabilidad y deseo continuar con ella, afirmó».
En lo que va de este año, 65 periodistas fueron asesinados y 131 encarcelados, según Reporteros Sin Fronteras.
En septiembre, la Federación Internacional de Periodistas y otras organizaciones por la libertad de prensa y los derechos humanos lanzaron una nueva iniciativa global que aspira a impulsar los esfuerzos internacionales para hacer que el periodismo sea un trabajo más seguro en todo el mundo.