Editores y columnistas de los principales diarios de América Latina analizaron las relaciones entre prensa y poder y el desafío que plantean para la calidad del periodismo, en una mesa redonda que moderó Horacio Verbitsky en Monterrey, México. La organizó la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano que preside Gabriel García Márquez, quien también entregó los premios […]
Editores y columnistas de los principales diarios de América Latina analizaron las relaciones entre prensa y poder y el desafío que plantean para la calidad del periodismo, en una mesa redonda que moderó Horacio Verbitsky en Monterrey, México. La organizó la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano que preside Gabriel García Márquez, quien también entregó los premios a la producción del año pasado, a la redactora argentina Josefina Licitra y el reportero gráfico brasileño Mauricio Lima.
Horacio Verbitsky moderó en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey, México, el panel sobre las relaciones de la prensa con el poder político, en el que participaron editores y columnistas de los principales medios de América latina, organizado por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, que preside Gabriel García Márquez. También participó en la entrega de los premios Nuevo Periodismo, que otorgan la Fundación y la empresa multinacional del cemento Cemex. El columnista de este diario fue miembro del jurado que analizó 637 textos periodísticos de 21 países y premió a la periodista argentina Josefina Licitra por su extraordinario trabajo «Pollita en fuga», publicado en la revista Rolling Stone, sobre la vida de una adolescente de 15 años acusada de capitanear una banda de secuestradores. Como miembro del Consejo Rector de la Fundación, también participó en el otorgamiento del premio de Homenaje por la labor de toda su vida al periodista brasileño Clovis Rossi, del diario Folha de Sao Paulo. Las deliberaciones se clausuraron con un mensaje del presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa y de la empresa editora del diario estadounidense Chicago Tribune, Jack Fuller.
– Horacio Verbitsky: «La prensa en América Latina nació partidista y militante, de lo cual son buenos ejemplos Domingo Faustino Sarmiento y Bartolomé Mitre. El otro modelo predominante es el de la presunta objetividad y equilibrio de la prensa estadounidense. Llevado al extremo, consiste en escuchar con atención a un judío y un nazi y luego dejar que el público saque sus conclusiones. La crisis de este último modelo se ha hecho inocultable en los últimos años. De esto da cuenta el éxito de periodistas tan definidos y transparentes en sus opiniones como Bill O’Reilly y Michael Moore. Lo mismo ocurre en la Argentina, y con parecido ángulo de dispersión. Durante el gobierno anterior me preguntaron qué me gustaría preguntarle a Carlos Menem. Dije que nada, porque no me interesaba lo que pudiera responder y que para juzgarlo era mejor observar sus actos que escuchar su palabra. Desde mi columna en Página/12 y mis libros hice todo lo que estuvo a mi alcance para demostrar que Menem presidía una banda de saqueadores, cuyas consecuencias padeceremos por mucho tiempo. El año pasado el subdirector del diario La Nación, Claudio Escribano, le presentó al presidente Néstor Kirchner un pliego de condiciones: alineamiento incondicional con Estados Unidos, denuncia internacional de Cuba, relaciones especiales con el sector empresario, olvido de los crímenes de la guerra sucia y mano dura contra la inseguridad. Kirchner le dijo que no estaba de acuerdo y Escribano escribió que la Argentina había decidido darse gobierno por un año, profecía a cuyo cumplimiento dedica desde entonces sus mejores esfuerzos, pese a que se le venció el plazo. Son dos posiciones claras y ningún lector puede llamarse a engaño respecto de quién soy yo y quién es Escribano, qué es Página/12 y qué es La Nación. Esto no obsta para que me y les pregunte en qué proporción un medio con definiciones tan nítidas debe al mismo tiempo abrir sus páginas a posiciones adversas. Dicho de otro modo: ¿cada medio debe ejercer en alguna medida el pluralismo o basta con que se garantice que la sociedad reciba una pluralidad de opiniones que le permitan formarse su propio criterio?».
– Julio Blank, editor jefe de Clarín: «En 1995, luego de ser reelecto ante una oposición fragmentada, Menem dijo que les había ganado a los medios de comunicación. De ese modo nos instituyó como un actor político. Lo malo es que muchos pensamos que eso era bueno, que somos parte del poder, que contribuimos a establecer la agenda de la sociedad. García Márquez escribió que todo periodismo debería ser investigativo, que somos instrumentos de las fuentes, que nadie dice la verdad y que todos tienen algo que ocultar. Por eso siempre hay que dudar de todo. Es bueno recordarlo, ahora que a la hora del cierre en las redacciones argentinas se reciben cuatro o cinco llamados telefónicos por semana, para cuestionar algo que publicamos o sugerir que tratemos algún tema o cómo hacerlo. De hecho somos parte del poder, pero como auditores externos, y eso requiere de una gran integridad.».
– Juan Cristóbal Soruco, director de La Prensa de Bolivia: «Cuando se produjeron los acontecimientos de octubre de 2003 que culminaron con el alejamiento de un presidente, se produjo un vacío de poder que, por acción u omisión, los medios ocupamos. Los gobiernos siempre están convencidos de que hacen todo bien. Por eso, si los medios no lo aprueban la única explicación posible es que forman parte de una operación desestabilizadora. Entonces comienzan las presiones, el corte de publicidad, las acusaciones personales. Como escribió nuestro moderador, los periodistas debemos ser la piedra en el zapato de los gobernantes».
– Clovis Rossi, columnista y miembro del Consejo Editorial de Folha de São Paulo, de Brasil: «También en Brasil los diarios nacieron como parte de movimientos políticos y activaron a favor o en contra de la República o de la esclavitud. Esa fue nuestra historia hasta Collor de Melo, que fue un Menem empeorado. Hasta en esto los brasileños somos mejores que los argentinos. En el contexto de la guerra fría, cualquier cosa se justificaba por el anticomunismo, de modo que todos los medios apoyaron a Collor con tal de impedir la victoria de Lula. De este modo hicieron un gran daño a su propia credibilidad. La única excepción fue Folha de São Paulo, que desde hace muchos años se comprometió a ser un diario crítico, pluralista, apartidario y moderno. La experiencia de Collor y la caída del muro modificaron la actitud de los demás medios y en la última campaña diarios como O Estado por lo menos hicieron explícito su apoyo a José Serra. Folha, en cambio, no se inclinó por ningún candidato. Lula definió bien la función del periodismo cuando dijo que «noticia es todo aquello que queremos esconder. Lo demás es propaganda». Lo malo es que ahora ha hecho propio un proyecto de la Federación de Periodistas que propone «orientar» a la prensa. Esta es una tontería reglamentarista que rechazo, porque soy un fanático de la independencia.»
– Felipe Edwards, subdirector de El Mercurio, de Chile: «Creo en el modelo de equidad. Durante un vuelo el presidente Ricardo Lagos me invitó a conversar y me dirigió un largo reto. Dijo que la prensa no se había modernizado como el país, que éramos sesgados, con una actitud propia de la guerra fría, que representábamos a los adinerados y que nos referíamos a su gobierno con mala leche. Yo le repliqué que ser sesgado no era rentable porque ahuyentaba a los avisadores, pero él insistió: los apoya el empresariado, que es tan sesgado como ustedes. Esto me produjo un fuerte dolor de cuello, porque estuve varias horas mirándolo de costado en mi asiento y una gran frustración porque no pude convencerlo. Para los políticos sólo existe una versión de los hechos. Hay que tomarlo con calma, porque no es nuevo. Hace más de dos siglos, antes de la Primera Enmienda y en una época en que no existía la equidad informativa, Jefferson pronunció la frase que todos los periodistas repetimos, que puesto a elegir entre gobierno sin periódicos y periódicos sin gobierno prefería lo segundo. Es preciso actuar con honestidad intelectual y hacer justicia a otras posiciones en las áreas de legítimo debate. Nuestros clientes no son los grupos de presión ni los políticos, sino la masa de los lectores».
– Roberto Pombo, editor general de El Tiempo, de Bogotá: «También en Colombia la prensa fue partidista. En el edificio de El Tiempo está enmarcada la tapa del día en que fueron incendiadas las sedes liberales: «El pueblo y sus periódicos rodean a sus dirigentes», es el título. Se llegó al extremo de no publicar la noticia de la asunción de un presidente del partido contrario. A mediados de la década de 1960 terminó la beligerancia y se impuso la tesis de la objetividad. El resultado fue peor, porque los periodistas se convirtieron en reproductores del mensaje de sus fuentes, tal como éstas querían e instrumento de la manipulación de los políticos. El periodismo se oficializó. Dos opiniones contrarias no generan equilibrio sino incertidumbre. Hay una obligación educativa que cumplir. Los periodistas tienen la responsabilidad ética de distanciarse de sus fuentes, con capacidad de análisis y de síntesis, en vez de sumar informaciones parciales interesadas. Esto es especialmente importante en democracias de baja intensidad, donde los medios viven sometidos al ultimátum institucional y el respaldo al gobierno siempre se presenta como cuestión de vida o muerte».
– Roberto Rock, director general editorial de El Universal de México: «Los periodistas tomamos demasiados tragos con los políticos. Hacen falta controles éticos que marquen distancia. Faltan consensos fundamentales sobre el estado de derecho, el fortalecimiento del Poder Legislativo y su diálogo con el Poder Ejecutivo. Existe una cultura de la confrontación, la crispación del discurso y el fuego cruzado. El conflicto es noticia y así no construimos consenso. Claro que a la democracia le puede ir bien aunque al gobierno le vaya mal. El presidente Fox me preguntó cómo me iba con su vocero. Excelente, nunca hablamos, le contesté. El vocero se enojó conmigo, pero ésa es la mejor relación posible».
– Luis Enrique Mercado, director de El Economista, de México: «En las últimas elecciones presidenciales se presentó la llegada de Fox como fundacional. Con él llegaba la libertad de expresión. Igual que con los Clinton, obtuvimos 2 por 1, Fox y su esposa, Marta Sahagun. Muy pronto vimos cómo se enojaban con la libertad de expresión y se aliaban con la televisión para emitir sus mensajes. Fox cree que como consiste en imagen y sonido, la televisión no distorsiona los hechos. También acusan a los medios de negar el paraíso terrenal en que su gobierno convirtió al país. No se trata sólo de Fox. [El alcalde de la Ciudad de México y precandidato presidencial del PRD Andrés Manuel López Obrador] considera que la ley es un instrumento de la burguesía y que mejor es el referendo callejero. Pero los problemas no se reducen a los políticos. También los medios deben someterse a la crítica. Es imprescindible trabajar en códigos y principios éticos, que deben empezar por arriba. Las empresas periodísticas deben transparentar toda la información sobre su circulación, publicidad y política editorial».
– Sergio Ramírez, ex vicepresidente de Nicaragua: «Un cuarto de siglo después de la revolución sandinista Nicaragua vive la más larga sucesión de gobiernos electos de su historia, la libertad de expresión es absoluta y el Ejército está en sus cuarteles. Pero la democracia debe defenderse de los electos. Somos víctimas de la democracia de marketing, con promesas incumplidas y desengaño. Faltan acuerdos estratégicos que impidan que cada gobierno tire abajo la hilada del muro que construyó el anterior. Tenemos una democracia excluyente y confrontativa. De la economía de mercado hemos pasado a la sociedad de mercado y a los gobiernos de mercado. En casi todos los países de Centroamérica los presidentes son empresarios y la única esperanza empieza a ser que lleguen los más ricos, para que por lo menos no roben. A esto se suma el caudillismo, remanente de la cultura rural, por lo cual las personas son más fuertes que las instituciones. La corrupción es consecuencia de esto. También los poderes fácticos son enemigos de la libertad de expresión. El presidente de la conferencia episcopal ha llegado a decir que la libertad de expresión está acabando con la democracia, sólo porque los medios lo caricaturizan. En Centroamérica, además de auditores los periodistas deben ser procuradores, fiscales y jueces, porque la realidad lo impone. Sólo gracias a la fiscalización de la prensa, en los últimos diez años seis presidentes han sido llevados a los tribunales, de los cuales uno está preso y otro prófugo. Un aspecto positivo de esta situación es que han desaparecido los medios oficialistas, ya que basta que se huela esa posición para que el público los castigue».
– Miguel Henrique Otero, director de El Nacional de Venezuela y presidente del Grupo de Diarios de las Américas: «El presidente Chávez nos dedica insultos, improperios y descalificaciones. Como la televisión es opositora, Chávez contesta en cadena y en dos años ha transmitido durante quinientas horas. Es cierto que la televisión no ha sido muy objetiva, pero Chávez insulta también a los periódicos. Publicamos una investigación sobre una persona desaparecida y nos insultó. Lo convencimos de que fuera junto con la periodista a verificar los hechos y se convenció de que era cierto. La esposa de Chávez pidió que el periódico la entrevistara y opinó que el gobierno era ineficaz. Chávez dijo que la habíamos hecho hablar para perjudicarlo y que en la foto que publicamos estaba vestida de jogging, como si nosotros le hubiéramos elegido el vestuario. Volvió a insultarnos cuando dijimos que mientras él realizaba un acto en Catia, hubo un cacerolazo en los alrededores. Es cierto que el 90 por ciento de los habitantes de ese barrio son chavistas, pero hay un 10 por ciento que se opone y que se hizo escuchar esa vez. En su programa «Aló presidente» se presentó junto con el alcalde y dijo que el pueblo tenía que tomar medidas, luego de la cual 200 personas que llegaron en buses de la alcaldía apedreadon el periódico. Tenemos documentadas 750 agresiones en dos años, de las cuales sólo tres fueron en contra del Estado. Nos retiraron la publicidad y se la dieron a otro periódico, que es oficialista, porque además lo chantajean con un juicio. Hay más de un centenar de juicios por difamación en un sistema en el que el 85 por ciento de los jueces son provisorios. Ahora están proyectando una ley de contenidos y otra sobre la información veraz. ¿Quién decidirá qué es veraz y qué no lo es?».
– María Pilar Hernández, periodista de la Radio Unión y columnista del diario El Nacional de Caracas: «Desde hace mucho se usan los medios como instrumento de presión política y económica, pero esto se ha agudizado ahora porque Chávez no ha aceptado las negociaciones y los acuerdos usuales con los medios. Es cierto que no todos los medios son iguales y que hay que tener cuidado de no generalizar, pero hay muchos que insultan a Chávez y son alcahuetes de la oposición, a la que le justifican todo. Hay dueños de medios que participan en reuniones de la Coordinadora opositora, les bajan línea a los políticos y a quienes no lo aceptan les niegan espacio. La agenda de los medios es tan política, que ni siquiera transmitieron las olimpíadas porque todo su espacio estaba dedicado a la propaganda del referendo revocatorio. También ignoraron el incendio de una disco donde murieron 50 personas porque sólo se ocupaban del paro de la oposición. Chávez tiene su propio programa, en el que contrasta con la furia agresiva de los periodistas. Estos entran en un éxtasis de vanidad, en el que su opinión es más importante que la noticia. Otro problema es la autocensura de los medios impuesta por sus anunciantes. El 80 por ciento de la clase media votó en contra de Chávez. El 20 por ciento de chavistas de la clase media lo pasa muy mal, es objeto de todo tipo de agresiones, les rayan la pintura del auto, los hacen salir del restaurante. Hay un negocio del antichavismo fomentado por los anunciantes. No es democrático que los medios se constituyan en un suprapoder que sustituye a otros poderes. Deben ser críticos del poder, no sólo del presidente sino también del poder económico y de la oposición. Quien tenga una opción política debe decirlo en forma abierta y no reunirse a escondidas con la oposición. Se puede tomar posición sin ser tendencioso. Pero quienes publican direcciones de partidarios del gobierno para que sean caceroleados no pueden quejarse si después se los trata como políticos».
– Joaquín Estefanía, ex director de El País y director de su escuela de periodismo: «El debate sobre Venezuela me resulta demasiado familiar. Los españoles sabemos que de la intemperancia de la palabra es posible pasar a la de la guerra civil. Hay tantos mitos como realidades en nuestra transición después de la dictadura. Existió un pacto implícito entre políticos y medios, de apoyo a la democracia, la política exterior que implicó el ingreso a Europa y una política económica concertada. Esto se debió en buena medida a la memoria histórica de aquella guerra civil. También hubo una complicidad generacional entre periodistas y políticos. Esto tuvo su aspecto positivo pero hubo muchos abusos. Se tomaron demasiados tragos juntos. Pero es un mito que todos los periodistas y medios apoyaron la transición. En España hay una cierta amnesia sobre el papel de cada uno, ya que también hubo quienes apoyaron el golpismo»