Los que llegamos algo antes de la hora prevista nos encontramos en la tarde del jueves un «Anfiteatro Gabriela Mistral» abarrotado, a la espera ya del comienzo de la presentación. Mucha gente, muchos interesados, muchos ojos y corazones que miran a menudo hacia la Revolución Cubana. Por los aplausos que se oyeron, había muchos agradecidos […]
Los que llegamos algo antes de la hora prevista nos encontramos en la tarde del jueves un «Anfiteatro Gabriela Mistral» abarrotado, a la espera ya del comienzo de la presentación. Mucha gente, muchos interesados, muchos ojos y corazones que miran a menudo hacia la Revolución Cubana. Por los aplausos que se oyeron, había muchos agradecidos por un libro de éstas características, tan trabajado, y ello pese a que el libro «Fidel Castro. Biografía a dos voces» trajo polémica desde antes de, como se suele decir, su aparición en las librerías, como señaló más tarde Ignacio Ramonet, -al que los años en Francia, justo es decirlo, le cobran muy de vez en cuando algún simpático traspiés lingüístico-; y es que ciertos medios se han prestado de inmediato a criticar el libro aun antes de haberlo leído. Se llegó a comentar, dijo hoy Ramonet para comenzar -tras la magnífica introducción de Belén Gopegui-, que las entrevistas no tuvieron nunca lugar, o incluso que de por sí eran imposibles, ¡porque Castro llevaba tiempo secretamente muerto!
La entrevista sí existió, en el sentido de encuentro cara a cara entre ambos, aunque Ramonet subrayó varias veces que su intención no fue ésa en ningún caso: todo periodista sueña, al margen de su mayor o menor simpatía hacia la Revolución Cubana, con hacer una entrevista a un personaje histórico de la talla de Fidel, eso está claro, pero el libro creció como el proyecto de un libro escrito a cuatro manos, desde la perspectiva de una conversación intelectual, más que la de una entrevista directa, en su formato televisivo hoy consagrado.
Por ello mismo algunas de las preguntas de los periodistas presentes [1] parecieron ignorar lo que se había escuchado durante la tarde en el Anfiteatro de la Casa de América; la «sospechosa memoria de Fidel» para uno de los periodistas, y «los discursos anteriores introducidos en el libro ilegítimamente» para el otro, sólo podrían resultar reprobables en el marco de una entrevista en directo, con sus propios tiempo, ritmo, y concepción epistemológica correspondientes, si se me permite decirlo así.
Es decir, en un libro que se presenta desde el principio como una reescritura
Cuando Ramonet modestamente cedía el lugar preeminente en la elaboración del libro a Castro, estaba subrayando el hecho de que, sin desmerecer un trabajo fantástico del director de Le Monde Diplomatique, este libro es una obra colectiva, también porque algunas preguntas, en un ejercicio de honestidad que caracteriza a ambos, fueron sugeridas por colaboradores y amigos de Ignacio Ramonet, intentando no dejar nada sin decir, ninguna pregunta importante por hacer.
Respuestas y preguntas también para el pueblo Cubano, para que las oiga y lea: este libro se publicará
Razones, muchas razones: los enemigos de la Revolución Cubana, si leen el libro, encontrarán éstos y otros temas sostenidos por un diálogo sólido, porque, según el autor, Castro se apoya siempre en la reflexión y el análisis; y por lo visto parece que cuando recibe preguntas, y no ladridos ni acusaciones, tiene tiempo para dar razones. Razones para una revolución.
Nota:
[1]: Acabada esta breve crónica, compruebo con sorpresa las referencias ya aparecidas en prensa. Es curiosa la manera en que se fabrican los titulares, no las razones, eso sí, esas son, más que curiosas, demasiado obvias. Ignacio Ramonet no ha afirmado nada sobre el futuro gobierno de la Isla; de hecho (repasen sus notas, señores de Europa Press) aunque después haya intentado responder, dejó claro que no le parecía serio jugar a adivino. Sí, una conclusión razonable es que la revolución, por su «carácter endógeno», ha dicho, ha nacido desde abajo, desde el pueblo cubano mismo, y por tanto no se perderá por arriba. Pese a ello, señaló que una personalidad como la de Fidel ocupa un espacio muy grande, difícil de llenar, eso es innegable. Al oir el nombre de Raúl, Ignacio Ramonet sonrió esta tarde. Yo he pensado que algunos se olvidan de que la última palabra la tendrán los electores…