«La primera de todas las fuerzas es la opinión pública«. Simón Bolívar (1° de noviembre de 1817). Guardadas todas las proporciones, tuvimos condiciones y oportunidades concretas para generar una Revolución Comunicacional sin precedentes. Tuvimos una insurgencia semiótica parida por los pueblos, su Historia y sus luchas. Tuvimos «viento a favor» en la lucha de clases. […]
Guardadas todas las proporciones, tuvimos condiciones y oportunidades concretas para generar una Revolución Comunicacional sin precedentes. Tuvimos una insurgencia semiótica parida por los pueblos, su Historia y sus luchas. Tuvimos «viento a favor» en la lucha de clases. Tuvimos líderes probados en la lucha. Tuvimos herramientas para consolidar la organización. Tuvimos en las manos un programa de acción y sus derivados incluso tuvimos el «Informe MacBride». Tuvimos millones de voluntades dispuestas a sumarse. Tuvimos leyes, legisladores y jurisprudencias. Tuvimos la conciencia y el consenso de los pueblos. Tuvimos la prerrogativa de la crítica y de la auto-crítica. Tuvimos los medios y los modos. Tuvimos y aún tenemos mucho. ¿Qué faltó? ¿Qué falló?
No faltaron las advertencias, los avisos, las amenazas ni los ataques de las oligarquías armadas, también, con ejércitos mediáticos golpeando y destruyendo todo, desde los estados de ánimo hasta los estados democráticamente constituidos. No faltaron las marrullerías, la corrupción ni las extorsiones que aceleraron el proceso de monopolización mediática a pasos agigantados y demoledores. No faltaron las bases militares ni sus compañeras las bases mediáticas. No faltó el espionaje, la siembra de pruebas falsas (y de muertos) ni el linchamiento mediático. La burguesía hizo su tarea.
Pasó ante nuestros ojos el capítulo íntegro de una ofensiva mediática sin precedentes mientras soñamos con desactivarla e impulsar (al mismo tiempo) luchando por la nueva comunicación emancipada y emancipadora que la Historia nos exige. Y sin embargo, no. Muchos de los grandes pasos dados, de los logros y de los saltos cualitativos se nos quedaron cortos, breves o efímeros. Muchas de las tareas necesarias no se hicieron, muchas de las trincheras teóricas no se tocaron, muchos presupuestos y gastos no se ejercieron. Muchos productos se quedaron en bodega, en silencio o en papales. Muchos llamados a la unidad quedaron en el vacío, muchas asambleas olvidadas, muchos acuerdos congelados. Muchas soluciones creativas no se idearon, no se aplicaron, no florecieron. Nos ahoga nuestra crisis de dirección revolucionaria y estamos como atónitos. ¿Es esto un fin de ciclo? Sálvense las excepciones.
La burguesía acelera sus relojes llevada por sus ansias de usura, de odio y de venganza buitre. Resulta que las contradicciones se agudizan, que el saqueo avanza y que la explotación abofetea a los pueblos en horario «prime time» entre anuncios de «empresarios» que ocuparon los gobiernos. Resulta que la «Libertad de Expresión» de los pueblos está más amenazada que nunca, que tenemos un «solo mundo con voces hegemónicas», que el «Nuevo Orden de la Información y la Comunicación» sigue siendo un buen deseo esclerotizado entre papeles… y, también, resulta que la Historia insiste en que demos respuestas correctas y prontas… que saquemos el diagnóstico y el pronóstico, de la etapa actual, porque resulta que no debemos ni podemos quedarnos silenciados ni resignados.
¿Y qué podemos hacer con lo que nos queda?
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Agendas propias capaces -desde las luchas y los frentes- de combatir todo lo que resta visibilidad a los logros a la organización y la movilización social.
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Apoyo económico y político a todo frente de emancipación comunicacional y comunicación emancipadora.
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Apoyo económico y político a todo frente científico para la emancipación epistemológica de la comunicación.
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Apoyo económico y político a las escuelas de cuadros en materia de comunicación.
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Salir de los estereotipos y de los acartonamientos; revolucionar las metodologías del relato, la ética y la estética revolucionaria.
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Sistematizar la auto-crítica. Reconocer nuestras zonas ciegas y nuestras debilidades teóricas y prácticas.
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Combatir las egolatrías, los individualismos, los reformismos y los sectarismos.
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Habilitar tecnológicamente a las luchas mediáticas contra-hegemónicas.
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Democratizar la semántica.
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Garantizar la experimentación de tácticas y estrategias en medios de comunicación.
Todo se sintetiza en no repetir los que se ha hecho mal y garantizar que se haga bien aquello que no se dejó progresar. Ahí donde abandonamos nuestra responsabilidad y nuestra lucha recuperar terreno y recuperar militancias. Ahí donde nos ganaron presentar combate nuevo. Ahí donde somos fuertes, asegurar que no se nos torne en debilidades. Ahí donde somos repetitivos, exagerados y acartonados propiciar lo creativo, la frescura, el humor y la alegría inteligentes. A estas horas debemos debatir la expropiación de las herramientas de producción y distribución, medios y modos, en comunicación, discutir organizadamente la expropiación en todas las modalidades posibles. Provechar lo bueno críticamente
Llamar a un Referéndum Continental sobre el papel de las oligarquías y sus medios, discutir leyes pertinentes para garantizar que nunca más, una actividad social estratégica y prioritaria como es la comunicación, quede en manos de capitales privados manipulados transnacionalmente. No repetir las fórmulas y los modelos burgueses, aprovechar lo mejor existente e impulsarnos desde ahí, en cantidad y calidad. Capacitarnos permanentemente, democratizar el discurso y cambiar la estética. Multiplicar los medios, formar comunicadores mejor habilitados para una praxis técnicamente, poéticamente superior y más compleja. Consolidemos un Frente Internacionalista para la Comunicación Emancipadora que cambie las relaciones de producción en comunicación. La derecha avanza, no seamos espectadores. «¿Quién dijo que todo está perdido?»
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.