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Queipo de Llano, un asesino de masas avalado por «El Mundo»

Fuentes: Kaosenlared

Si uno no viviese en España y no conociese el proceder inculto y prepotente de la burguesía española no comprendería como desde la prensa «democrática» se avala la figura de un asesino de masas como Queipo de Llano. El periódico «El Mundo», del martes 30 de septiembre, en su página 41 dedicada a la «cultura», […]

Si uno no viviese en España y no conociese el proceder inculto y prepotente de la burguesía española no comprendería como desde la prensa «democrática» se avala la figura de un asesino de masas como Queipo de Llano.

El periódico «El Mundo», del martes 30 de septiembre, en su página 41 dedicada a la «cultura», nos cuenta que «La Esfera de los libros publica los escritos del militar, en los que vierte numerosas críticas a Franco». Debe ser que este periódico no sabe que Queipo de Llano fue un general del ejército fascista que además de los crímenes en que está directamente implicado tiene que responder ante la Historia por los crímenes que el conjunto del régimen cometió porque él perteneció por conciencia y acción a ese régimen que asesinó sistemáticamente a miles de trabajadores. Las críticas a Franco fueron por no retirarse del poder y dejar paso a la monarquía y no por asesinar trabajadores. Franco y Queipo estaban hermanados en la matanza, aunque pudiesen diferir en elementos tácticos, lo que aquí es irrelevante. Los dos fueron asesinos conscientes de la clase trabajadora, en esto no tuvieron discrepancias.

Continúa el periódico «democrático» con más decires y nos cuenta: «Y Queipo quedó envuelto en una leyenda más bien negra que lo pintaba como una especie de virrey de Andalucía, entregado a la propaganda radiofónica y a las feroces amenazas a los republicanos», las cursivas son nuestras. En un Estado donde mentir a sabiendas fuera un delito este periódico tendría que vérselas con un proceso judicial. Llamar propaganda radiofónica a los insultos y amenazas emitidos desde la radio por Queipo de Llano y amenazas a los crímenes sobre los trabajadores perpetrados por las órdenes directas de este asesino es un ejercicio de bajeza intelectual repugnante.

Para cometer esta bajeza intelectual «El Mundo» cubrió la presentación del libro «Queipo de Llano, memorias de la Guerra Civil», de la autoría de Jorge Fernández-Coppel y con prólogo de un nieto de Queipo de Llano. La editorial es «La Esfera de los Libros». Esta presentación contó con el concurso activo de personajes de la intelectualidad reaccionaria a la que se unió el progre Juan Pablo Fusí.

Dice «El Mundo» que el nieto de Queipo de Llano «añade al retrato una pincelada sobre su simpatía hacia las clases desposeídas, un sentimiento teñido de populismo y paternalismo, pero sincero». Estas palabras son un insulto, una burla a la memoria de los trabajadores asesinados por órdenes directas del general. Que aún por encima de asesinarlos se diga que tenía simpatías sinceras hacia ellos es más que grotesco, es un ejercicio demagógico premeditado.

Otra perla de la reaccionaria historiografía española, César Vidal, aquel que escribió, entre otras lindezas, que el «Manifiesto Comunista» era una justificación del exterminio, no se le ocurre nada mejor que decir, según el «democrático» periódico, que la «toma de Sevilla, narrada por Queipo, es como un thriller». Esto es lo que le parece a César Vidal las matanzas de los obreros sevillanos, un thriller, todo un ejercicio historiográfico.

No dice nada «El Mundo» sobre los comentarios del director de la Academia de Historia, Gonzalo Anés, aunque ya es significativo del papel de la Academa de Historia en el mundo de la historiografía que estuviese presente, no olvidemos que esta magna institución publicó en su día un libro tan «reflexivo» como «España. Reflexiones sobre el ser de España«.

«El Mundo» sí cita al historiador antaño progre Juan Pablo Fusí: «El debate es una muestra más del cuidado con que, al decir de Juan Pablo Fusí, hay que acercarse a todo lo relacionado con la Guerra Civil, aquel episodio en que los españoles sufrieron, según, Azaña, una alucinación colectiva». Es una vieja tesis de la historiografía presuntamente progre que la Guerra Civil y la Revolución fue un enfrentamiento «fratricida», algo así como una guerra entre hermanos y no entre clases sociales. Ya escribí hace años que meter en el mismo saco a explotados y explotadores nada tiene que ver con el rigor histórico pero sí con la imperiosa necesidad de la clase dominante de alienar a la clase trabajadora para perpetuarse en el poder, y para alienarla, comerle el coco coloquialmente hablando, ya están los periódicos «democráticos», entre otros aparatos ideológicos. Que un historiador se preste a justificar a un líder del Golpe de Estado de 1936 es ya un claro indicio de lo que nos pueden aportar sus textos.

Realmente, sólo se puede entender el proceder de «El Mundo» y de estos «intelectuales» en un Estado donde la incultura y prepotencia de la clase dominante va a la par que el lacayismo de sus intelectuales y de sus medios «democráticos».