La matanza masiva de trabajadores de los medios de comunicación es un horror dentro de otro horror, ¿dónde está el clamor de la comunidad periodística mundial?
La embestida de Israel contra Gaza es una muñeca rusa de horrores, con muchas atrocidades escondidas una dentro de la otra. Descrita por Naciones Unidas como un “cementerio para miles de niños”, en el que más de la mitad de los edificios del norte de la región están destruidos o dañados y el 70% de una población traumatizada ha perdido el acceso al agua potable, Gaza tiene horror de sobra, pero carece de lo indispensable para vivir.
La matanza de periodistas es uno de esos horrores. Según el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ), se trata del conflicto más mortífero para los trabajadores de los medios de comunicación del que se tenga registro. Al menos 61 periodistas —54 palestinos y 7 extranjeros— han muerto de forma violenta. Otros 100 han resultado heridos. Todo ello en solo dos meses. Para poner estas cifras en perspectiva: de acuerdo con la Federación Internacional de Periodistas, un total de 68 trabajadores de los medios de comunicación fueron asesinados en todo el mundo durante 2022.
Cabe preguntarse dónde está la solidaridad periodística. Cuando Israel prohibió a los reporteros extranjeros entrar en Gaza, los periodistas palestinos tuvieron que arriesgar sus vidas para poder dar testimonio al mundo. Sin ellos, ningún medio de comunicación dispondría del material necesario para informar con precisión sobre esta catástrofe. En palabras de Reporteros sin Fronteras, Israel está “al borde de imponer un ‘apagón informativo’ total en Gaza”. Los reporteros palestinos son lo único que se interpone ante este objetivo, y una a una, sus voces han sido silenciadas para siempre. ¿Dónde están las cartas vehementes condenando esta inaudita masacre dentro de otra masacre?
Los nombres
A principios de noviembre, Benjamin Netanyahu dijo a civiles y soldados israelíes que “recordaran lo que Amalec les ha hecho”, remitiendo a un pasaje de la Biblia en el que Dios ordena a los israelíes vengar un ataque de los amalecitas dando “muerte a hombres y mujeres, bebés y niños”. Los misiles israelíes han puesto en práctica este mandamiento una y otra vez. Mohamed Mouin Ayyash era periodista y fotógrafo independiente: murió el 23 de noviembre, junto con 20 miembros de su familia, cuando un ataque aéreo israelí destruyó su casa.
La misma suerte corrieron Alaa Taher Al-Hassanat, otra periodista asesinada junto a su familia el mes pasado, y Mohamed Abu Hassira, reportero de una agencia de noticias, asesinado junto a 42 miembros de su familia. Wael Al-Dahdouh, jefe de la oficina de Al Jazeera en Gaza, perdió a su mujer, sus hijos y su nieto en un ataque aéreo israelí después de haber obedecido la orden de evacuar el norte de la Franja. Volvió al trabajo al día siguiente.
Es fácil llegar a la conclusión que este espantoso nivel de desgaste es un mero indicador de una embestida militar singularmente asesina. De hecho, 130 trabajadores humanitarios de la ONU han muerto en el conflicto, el mayor número de víctimas en un solo conflicto en la historia de Naciones Unidas; y estimaciones creíbles sugieren que más de 20.000 gazatíes están atrapados o muertos bajo los escombros. Dado que Israel afirma que solo ha matado a entre 1.000 y 2.000 combatientes de Hamás, la naturaleza indiscriminada de su ofensiva no puede ser disputada de forma creíble.
“Intento deliberado de desviar la mirada”
Pero debe tenerse en cuenta que, incluso antes de la matanza actual, el fuego militar israelí había matado a 20 periodistas a lo largo de casi 22 años, sin que los autores fueran acusados o responsabilizados por sus actos. El ejemplo más célebre es el de Shireen Abu Akleh, corresponsal palestina-estadounidense de Al Jazeera, asesinada por un disparo en la cabeza de las tropas israelíes, que inicialmente negaron su responsabilidad, lo que no sorprende dado su extenso historial de mentiras. Una investigación posterior de Forensic Architecture y Al-Haq concluyó que el asesinato de Abu Akleh había sido deliberado.
También ha de tenerse en cuenta cómo, hace un mes, las autoridades israelíes dijeron a las empresas de medios de comunicación que no podían garantizar la seguridad de sus periodistas. Téngase en cuenta cómo 50 oficinas de medios de comunicación han sido total o parcialmente destruidas. Téngase en cuenta también cómo las autoridades israelíes afirmaron falsamente que periodistas independientes que trabajaban para el New York Times y Reuters tenían conocimiento previo de que Hamás iba a perpetrar ataques. La ONG proisraelí que formuló las acusaciones las retiró, pero no antes de que el ministro de Comunicaciones de Israel pusiera una diana en la espalda de los reporteros al calificarlos de “terroristas disfrazados de periodistas” que debían sufrir las consecuencias correspondientes.
Con tanta sangre derramada, puede parecer difícil demostrar que se está atentando directamente contra los periodistas. Pero cuando el mes pasado fueron asesinados en Líbano un reportero y un cámara, en condiciones menos caóticas, Reporteros sin Fronteras llegó a la conclusión de que habían sido “objetivo explícito” de los ataques israelíes. No es de extrañar que muchas organizaciones de defensa de los periodistas así lo crean. Al condenar la “matanza de periodistas más espantosa y horrible” de la que tenía conocimiento, Tim Dawson, de la Federación Internacional de Periodistas, expresó su “temor real de que exista un intento deliberado de desviar la mirada del mundo sobre Gaza”. La presidenta del CPJ, Jodie Ginsberg, también se ha declarado “profundamente preocupada” por las afirmaciones de que los periodistas están siendo atacados deliberadamente.
No es ningún pensamiento conspirativo creer que Israel se beneficiaría de silenciar a los periodistas de Gaza. El medio estadounidense Politicoha informado de que el Gobierno de Biden temía que una “consecuencia no deseada” de la tregua del mes pasado fuera que los periodistas obtuvieran “un mayor acceso a Gaza y la oportunidad de arrojar más luz sobre la devastación de la zona y de hacer que la opinión pública se vuelva contra Israel”.
Es inevitable que los dirigentes israelíes compartan esta preocupación. Al fin y al cabo, dependen de las armas, la ayuda y el apoyo diplomático de Occidente. Si la opinión pública europea y estadounidense se vuelve contra ellos, todo eso peligrará. Cerrad los ojos y los oídos de Gaza, y las atrocidades cometidas por las fuerzas armadas de Israel permanecerán en la sombra. Sin un equipo de cámaras sobre el terreno, por ejemplo, Sky News nunca podría haber informado sobre los francotiradores israelíes que dispararon contra una multitud desarmada.
Entonces, una vez más, ¿dónde está la solidaridad periodística de masas? Aunque los grupos internacionales de defensa de los periodistas se han manifestado de forma encomiable, no cuentan con suficiente visibilidad en la esfera pública. ¿Dónde están los encendidos editoriales de los periódicos condenando esta atrocidad, los boletines de televisión poniendo los hechos en el ojo público, las eminencias del periodismo pidiendo solidaridad y protección?
Los reporteros y fotoperiodistas de Gaza son los más valientes de todos, y sobre muchos de ellos pende una sentencia de muerte: tras el fin de la tregua, más carreras periodísticas tendrán un final violento. Los líderes de Occidente y numerosos medios de comunicación ya han enviado un mensaje claro al mundo: el valor de la vida palestina es casi insignificante. Esto también aplica a los periodistas de Gaza asesinados, que arrojaron luz sobre horrores que de otro modo habrían permanecido en la oscuridad, incluso cuando iban siendo exterminados, uno a uno.
Traducción de Julián Cnochaert.