«La Hojilla» [1] es una serie televisiva emblemática, al mismo tiempo necesaria y contradictoria, que expresa patente y latente, las urgencias nuestras en el escenario de la Guerra Mediática latinoamericana, especialmente en la no poco compleja lucha venezolana por la emancipación comunicacional. «La Hojilla» es hija del ensayo y del error, obra del empirismo involuntario […]
«La Hojilla» [1] es una serie televisiva emblemática, al mismo tiempo necesaria y contradictoria, que expresa patente y latente, las urgencias nuestras en el escenario de la Guerra Mediática latinoamericana, especialmente en la no poco compleja lucha venezolana por la emancipación comunicacional. «La Hojilla» es hija del ensayo y del error, obra del empirismo involuntario y de cierta improvisación en la que se combinan, entre otros ingredientes, la investigación periodística, el ensayo editorial, la pedagogía revolucionaria, la formación política y el pleito de callejón. Un poco de todo para gustos y necesidades muy diversos… y no pocas críticas. De propios y extraños.
«La Hojilla» es una serie televisiva dificilísima de realizar, y de sostener, especialmente cuando se trata de poner nombres y apellidos a los protagonistas del golpismo, la corrupción y las conspiraciones variopintas contra la Revolución venezolana, y cuando se trata de soportar amenazas a la vida, acosos y peligros, producto de decir y probar verdades en la televisión. Mario Silva, productor y conductor de la serie, paga un costo altísimo por la osadía revolucionaria de asumir un rol televisivo, inédito frecuentemente, ansiado por muchos históricamente. Es la voz y es la audacia valiente que pocos, como Mario Silva, son capaces de esgrimir en las condiciones que le han tocado. Algunos lo critican fraternalmente, otros soterradamente… algunos lo detestan, lo acusan de brabucón y lo descalifican. A diestras y siniestras. Era de esperarse.
Hay países en los que es inimaginable un programa como «La Hojilla», inimaginable la cantidad e inimaginable la calidad de casos y aportes que ha expuesto, en sus años de existencia, para el desmontaje de canalladas y para entender los entresijos de la antidemocracia. La historia de «La Hojilla» contiene episodios extraordinarios en la batalla de las ideas. A veces repetitivo, a veces sorprendente, pero siempre ejemplar en la contundencia de sus denuncias. Sus expedientes son un arsenal poderoso, y pasmoso, de testimonios y documentos demoledores cuya utilidad no se agotará ni terminándose la serie. Quizá acostumbrados a mirar cada noche «La Hojilla» muchos, en Venezuela, hayan perdido capacidad de asombro ante la inteligencia y la ejemplaridad de un programa televisivo tan claro, y tan esclarecedor, de no pocos episodios turbios y negros contra la Venezuela que camina hacia el socialismo. Eso se agradece y se respeta.
Un programa que combate las monstruosidades del capitalismo, como «La Hojilla» enfrenta riesgos y debe intentar creativamente muchas estrategias con el formato que se ha dado y con la premura de las ofensivas que aparecen a diario. Eso tiene, por razones propias y ajenas, deficiencias diversas y logros remarcables. Una de esas deficiencias es que, acaso, depende demasiado del accionar opositor para lucir sus armas de defensa y construcción. Algunos piensan que nada sería «La Hojilla» sin los opositores golpistas. No obstante, en la asimetría de la Guerra Mediática, contamos con una sola «Hojilla» y con unos cuantos programas y medios, insuficientes todos hasta el momento, contra un ejército de especialistas en Guerra Psicológica y golpes de estado, contratados por la oligarquía. Y no hay muchos «Mario Silva» dispuestos a ponerse los zapatos necesarios, porque no los tienen. Que a algunos no les guste, aun teniendo razones con peso, no invalida la utilidad y aportes que «La Hojilla» ha prestado en la guerra mediática y en las etapas que ha de cubrir hasta que consolidemos una comunicación nueva que supere lo que hoy tenemos. No obstante bien le vendría «La Hojilla» algún ejercicio de renovaciones estratégicas sin que, por eso, pierda su carácter combativo.
A muchos que estudiamos «La Hojilla», desde fuera de Venezuela, nos resulta extraordinario cómo se mantiene el vigor, la profundidad y la puntualidad en la lucha diaria contra los aparatos mediáticos burgueses y sus personeros serviles. Sorprende enormemente la capacidad de entrar a una lucha contra la oligarquía, aun teniendo debilidades grandes, pero con un arrojo y valentía singular y envidiable. «La Hojilla», que no llena todas las necesidades comunicacionales de la Revolución, contribuye sí con una parte pionera y dificilísima de la que tenemos la obligación de aprender, respetuosamente, en muchos países que no han llegado ni al uno por ciento de sus logros. Vemos todos los días el descaro obsceno de las mentiras burguesas y nada, o muy poco, podemos decir en países silenciados por el secuestro burgués de los mass media, pero «La Hojilla» dice con nombre y apellido, sin tapujos y con claridad política revolucionaria, cosas que se parecen mucho a lo que quisiéramos que fuese dicho y no podemos decir por censura, porque no tenemos los medios o porque tenemos mucho miedo.
Todas las noches Venezuela cuenta con un espacio de fortalecimiento para las ideas y para moral de combate. Contrario a lo que ocurre en la televisión burguesa nocturna, que derrama sangre, amedrentamiento, desmoralización y mentiras a raudales, en la televisión Venezolana brilla con fulgor propio un modelo comunicacional naciente que está por desarrollar sus mejores potencias. Se trata de un espacio que la Revolución ha hecho realidad ante los ojos de unos y otros, se trata de una experiencia de emancipación que, con sus faltantes incluso, nos hace mucho bien. ¿Lo vemos?
http://www.vtv.gov.ve/actualidad/la-hojilla
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