Algo que deberíamos estar analizando en esta etapa, es la forma en que podemos enterarnos de qué nos pasa como sociedad. Una sociedad atomizada y sin lazos fraternos como la que tenemos, más allá de las proclamas nacionales o deportivas que enarbolamos, no cuenta con vasos comunicantes que nos permitan saber qué sucede en la […]
Algo que deberíamos estar analizando en esta etapa, es la forma en que podemos enterarnos de qué nos pasa como sociedad. Una sociedad atomizada y sin lazos fraternos como la que tenemos, más allá de las proclamas nacionales o deportivas que enarbolamos, no cuenta con vasos comunicantes que nos permitan saber qué sucede en la casa de al lado sino a través de intermediarias. Las empresas periodísticas gozaban de ese rol hasta hace no mucho, pero su parcialidad y su carácter habitualmente mercenario las dejó en evidencia dentro del ideario social producto del constante señalamiento de la militancia al respecto. Luego del kirchnerismo creer en los medios de comunicación es un ridículo, antes ya lo era en muchos sectores (todos aquellos que sufrieron dictaduras), pero el señalamiento constante y las pruebas que aportó al respecto (tapas de diarios denunciando que no hay libertad de expresión, por ejemplo) colaboraron profundamente con lo que muchas sosteníamos desde hace años: las empresas periodísticas venden su silencio y comercian a su público. Eso no puede ser un negocio, ni mucho menos debe ser el negocio. Nada hay de malo en obtener ingresos por trabajar, el tema está cuando nuestro negocio se basa en la ignorancia ajena, nuestra credibilidad y rol nodal combinados con el poderío económico y la capacidad de penetración.
Este escenario, junto con el auge de las redes anti sociales como Facebook o Twitter -con WhatsApp a la cabeza en el último año- llevó a que muchas personas, testigos de cómo las empresas periodísticas silenciaban (y silencian) las denuncias respecto de la terrible realidad en que vivimos, se refugiaran en redes para comentar lo que sucede, sabiendo que estas empresas sólo dan difusión a lo que consideran viral (porque buscan visitas, no buscan informarnos). Así, el kirchnerismo comenzó a activar fuertemente en Facebook, ya que esta red tiene un carácter más cercano a los gustos de los sectores a los que esa fuerza política aspiraba a llegar, y el macrismo en twitter. Ambos usan robots, pero sólo el macrismo quedó en evidencia al respecto (a pesar de que se comprueban casos a diario desde cualquier fuerza política), ya que el kirchnerismo cuenta con una base popular que la fuerza por la que Macri pone la cara no. Las militantes K ponen la cara y el cuerpo. La militancia MM sus avatares. La respuesta fue llenar las redes de noticias falsas o exageradas buscando generar desinformación en el lugar donde las personas iban a buscarla. Envenenar el agua, le dicen, es una estrategia de guerra.