Vaya por delante algo que debería parecer obvio: estar contra la guerra no significa apoyar a Gadafi. Del mismo modo que las decenas de millones de ciudadanos de mundo que se movilizaron contra la invasión y la guerra en Iraq en 2003 no lo hicieron para apoyar a Sadam, sino en solidaridad con un pueblo […]
Vaya por delante algo que debería parecer obvio: estar contra la guerra no significa apoyar a Gadafi. Del mismo modo que las decenas de millones de ciudadanos de mundo que se movilizaron contra la invasión y la guerra en Iraq en 2003 no lo hicieron para apoyar a Sadam, sino en solidaridad con un pueblo que ocho años después aún sufre las consecuencias de esa invasión.
Sirva lo anterior como punto de partida para establecer una serie de similitudes y diferencias entre ambos conflictos…
En primer lugar, tanto libios como iraquíes viven sobre «un mar de petróleo». Algo que está en la raíz de la atormentada historia de los pueblos árabes desde los tiempos de Lawrence de Arabia. Esto es otra obviedad que también es necesario recordar ahora.
Como en todos los países árabes, libios e iraquíes desde hace siglos están divididos en tribus, circunstancia que ha sido aprovechada desde tiempos remotos por las potencias coloniales occidentales para ejercer su control sobre ellos (divide et impera). Muchas de sus fronteras actuales están «trazadas con tiralíneas» en virtud de un acuerdo entre los imperios británico y francés que lleva el nombre de los dos funcionarios que lo negociaron (Sikes-Picot, respectivamente); no hay más que echar un vistazo a un atlas.
En el caso de Iraq, esta rémora secular de la división tribal se ve agravada por la división sectaria y religiosa, algo que ha sido y es aprovechado por EEUU y su gobierno colaboracionista local para mantener su (relativo) control de Mesopotamia y sus recursos: kurdos al norte, suníes en el centro, chiíes al sur, que ahora sufren una guerra civil larvada fomentada por sus jerifaltes religiosos y sectarios.
‘Divide et impera’ y los caballos de Troya
En el caso de Libia -ironías de la historia- la división tribal se corresponde territorialmente con las antiguas provincias del Imperio de Roma. La Italia fascista de Mussolini (un chusco aggiornamento de la Roma imperial) aprovechó esta circunstancia para mantener su control sobre Libia en épocas no tan lejanas. En Iraq, los kurdos aliados de EEUU fueron la excusa para iniciar una política de injerencia armada y sanciones que provocaron más de un millón y medio de muertos -una gran parte de ellos niños según ONGs sanitarias- en el Iraq previo a la invasión. En Libia las tribus cirenaicas de la zona oriental del país (muy rica en recursos petrolíferos, como el Kurdistán iraquí) han sido el Caballo de Troya de la injerencia armada de EEUU y sus satélites… todo ello convenientemente travestido en los medios como «revolución». Una estrategia muy exitosa para sus promotores y financiadores, como se comprobó con las «revoluciones» televisivas (llamadas «de colores») de la Europa del Este y otras posteriores.
Al igual que en Iraq, los medios nos presentan como principal argumento para la injerencia «petrohumanitaria» en Libia a un malo muy malo y a un pueblo que espera con ansiedad la llegada del Séptimo de Caballería para salvarlos. Mientras, sus «revolucionarios» agitan banderas occidentales y monárquicas de tiempos pasados de su país y disparan flamantes armas humanitarias recién importadas.
Tanto en Iraq como en Libia, la injerencia de EEUU y aliados para captar sus recursos económicos comienza con la imposición de una «zona de exclusión aérea». A diferencia de Iraq, en Libia se ha promovido la guerra civil previamente a la invasión y no a posteriori. Por esta razón en Libia no es tan «necesaria» una invasión directa más allá de la del espacio aéreo… siempre y cuando sus rebeldes cumplan con eficiencia y celeridad la tarea que les ha sido encomendada y financiada.
Yacimientos e instalaciones de hidrocarburos en Libia. Obsérvese que los principales yacimientos de petróleo y gas, oleoductos, gasoductos y la mayoría de las reservas están ubicados en la región oriental del país (Cirenaica), la zona controlada por los insurgentes desde el principio de una rebelión cuyo foco principal ha sido la ciudad de Bengasi. [Fuente original: gráfico interactivo: «El petróleo de Libia» en elpais.com]
Rebeldes prooccidentales libios dotados con una batería antiaérea. De fondo, uno de los que fueron sus primeros y principales objetivos: las instalaciones petrolíferas. [Foto: John Moore]
Los rebeldes libios, bien dotados de equipos informáticos desde un principio, combinaron su ofensiva militar con una fuerte presencia en las principales redes sociales -como Twitter (en la imagen) o Facebook- e insistieron en que se les definiera como «revolucionarios». Otro de sus principales argumentos es que el gobierno Libio atacaba a sus partidarios «desarmados», algo que parece contradictorio con la imagen anterior a ésta y muchas otras publicadas o televisadas. No obstante, ese mensaje desmentido por una realidad bien visible, fue masivamente difundido por estas redes en miles de ‘post’ y ‘tweets’. Éste ha sido seguramente uno de los fenómenos más ‘inexplicables’ desde los inicios de la Red Internet.
‘War for oil’ 2.0
A diferencia de Libia en 2011, millones de ciudadanos se movilizaron contra la agresión imperial y la guerra en Iraq, en la que fue calificada como la primera gran movilización de carácter global. Ésta consiguió, sin duda, contrarrestar la propaganda de guerra de la mayoría de los medios corporativos, muchos de ellos controlados por los mismos (grandes corporaciones y entidades financieras) que hicieron y hacen pingües negocios en el Iraq ocupado, lo que fue calificado como el mayor expolio de la historia. A diferencia de Libia en 2011, en virtud de aquella gran movilización, no hizo falta convencer a nadie de que la de Iraq era y es una guerra por el petróleo (War for oil).
A diferencia de Iraq en 2003, el gobierno de Francia no está contra la intervención extranjera en Libia: el actual presidente de la República es uno de los más firmes partidarios del ardor guerrero y de la política de las cañoneras. Sarkozi ha demandado a la llamada «comunidad internacional» ataques con urgencia desde el mismo momento en que el gobierno Libio amenazó con presentar las pruebas que supuestamente demostraban que Libia financió la campaña del petit Bonaparte a la Presidencia a cambio de quién sabe qué… Pruebas que podrían acabar convertidas en cenizas por los bombadeos de Trípoli (¿Bagdad 2.0?) si los rebeldes pro-OTAN no toman pronto «el poder» en la capital Libia.
Al igual que en el caso de Iraq en 2003, en 2011 los mismos sujetos siguen manteniendo un control absoluto de los mismos medios de comunicación, con la diferencia de que ahora los medios públicos están más plenamente integrados que antes en las campañas de propaganda bélica en la mayoría de los países occidentales desarrollados, cuyos cables plagados de mentiras (que harían sonrojarse al Propagandaleiter Goebbels) son los que marcan a fin de cuentas la «realidad» publicada y el pulso de lo que se difunde en el resto del mundo; en los medios y en las llamadas redes sociales…
A diferencia de Iraq en 2003 -a la sazón internet cumplió un papel fundamental para difundir y propagar la movilización contra la guerra-, en el caso de Libia en 2011 existe un nuevo fenómeno llamado web 2.0 con sus redes sociales, que están cumpliendo un efectivo papel inconsciente (en todos los sentidos del término) de difusión de la propaganda de guerra…
A diferencia de Iraq en 2003, ya nadie sale a la calle para movilizarse contra esas guerras por el petróleo que tienen muchos muertos olvidados en su haber… debe ser más cómodo no pensar, no moverse y tuitear o postear desde el sofá «esas cosas» que dicen los telediarios.
P.s.: A diferencia de Iraq en 2003, el comandante en jefe de las tropas del Imperio -el mismo que iba a cerrar Guantánamo- es Premio Nóbel de la Paz.
Fuente original: http://ciudad-futura.net/2011/03/18/tv-2-0/