La oleada de revueltas y revoluciones que se extiende por el arco mediterráneo del Norte de África, han abierto un debate sobre el papel de las redes sociales para cambiar el mundo. Algunos las han señalado como herramienta indispensable para explicar el éxito de las movilizaciones argumentando que los mensajes y convocatorias compartidos desde Facebook […]
La oleada de revueltas y revoluciones que se extiende por el arco mediterráneo del Norte de África, han abierto un debate sobre el papel de las redes sociales para cambiar el mundo. Algunos las han señalado como herramienta indispensable para explicar el éxito de las movilizaciones argumentando que los mensajes y convocatorias compartidos desde Facebook y Twitter marcaron el principio del fin de Ben Ali y Hosni Mubarak en Túnez y Egipto respectivamente. Otros, sin embargo, las menosprecian asegurando que constituyen nuevos y sofisticados mecanismos de control social.
El control social es inherente al mantenimiento de cualquier sistema de clases y la posibilidad de interceptar las comunicaciones humanas ha existido siempre. A nadie debería extrañar que en plena revolución Hosni Mubarak decidiera cortar las comunicaciones. Divide y vencerás ha sido durante siglos una norma a seguir para las clases dirigentes y posiblemente no exista mejor forma para ello que anular la posibilidad de comunicarse. Pero ésto tampoco explica que las redes sociales fueran el origen de las revoluciones.
Las nuevas redes sociales en internet se caracterizan por el hecho de que cualquiera de nosotros puede compartir e interactuar con otros usuarios. Muchos las usamos de formas muy distintas. A veces porque permiten comunicarnos fácilmente con amigos, familiares o conocidos. A veces simplemente las usamos para compartir nuestro ocio o nuestra rutina: unas fotos por aquí, tu canción favorita por allá, el libro que estamos leyendo o un simple «me aburro».
Razones no faltan para creer que estas redes sociales fomentan la competitividad y la alienación. Partiendo del «tengo más amigos en Facebook que nadie» hasta la propia represión a compartir cualquier asunto ante el miedo al «¿qué dirán?». Existe también un paralelismo con las lógicas de la sociedad actual. Las redes más concurridas son redes sociales flexibles, de conexiones interrumpidas y mensajes breves como si nos estuvieran educando a aceptar unas relaciones sociales flexibles, sin continuidad y de corta duración, saltando de unas a otras. Casi como nuestras propias vidas laborales.
Las redes sociales son un reflejo de la sociedad en la que vivimos, de nuestras vidas reales, con sus virtudes y defectos. Pueden ser un espacio de negocio y mercantilización para las empresas, pero también un espacio para dar visibilidad a las protestas, revueltas y revoluciones sociales. Por lo tanto un espacio más de lucha contrahegemónica.
Las revoluciones en Túnez y Egipto no surgieron de unos cuantos miles de mensajes en redes sociales. Sin embargo, reflejaban la rabia y la ira acumulada durante décadas de dictadura. La novedad radica en que difundieron miles de noticias e imágenes que de otra forma hubieran sido de muy restringido acceso.
Pero para dar sentido a un proceso revolucionario es necesario buscar las causas materiales que lo propiciaron. Y eso pasa por analizar y extraer las lecciones oportunas del motor de la historia, la lucha de clases. Es impensable que Facebook o Twitter fueran más decisivos que el despotismo de sus dictaduras durante décadas, la crisis global, el paro masivo, la extensión de la pobreza y las luchas que se dieron en su contra para explicar las revoluciones en Túnez y Egipto.
Las redes sociales no han conseguido substituir a los usuarios por las personas que hay detrás de cada pantalla. Y son ellas las que han participado en sentadas, manifestaciones, bloqueos, huelgas y ocupaciones hasta derrotar a sus dictadores.
Enric Rodrigo es militante de En lucha / En lluita.
Artículo publicado en el Periódico En lucha / En lluita
http://enlucha.org/site/?q=node/15795
[VERSIÓ EN CATALÀ: http://www.enlluita.org/site/?q=node/3389]
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.