Con tenacidad «imparcial y absoluta», Robert Menard, director de Reporteros sin Fronteras (RSF), se ha autopersuadido de que defiende la causa de la libertad de expresión en el mundo. Sus informes anuales dan cuenta de los atropellos a la prensa en Cuba, China y Venezuela; en Irak, Venezuela y Cuba; en México, Cuba y Venezuela; […]
Con tenacidad «imparcial y absoluta», Robert Menard, director de Reporteros sin Fronteras (RSF), se ha autopersuadido de que defiende la causa de la libertad de expresión en el mundo. Sus informes anuales dan cuenta de los atropellos a la prensa en Cuba, China y Venezuela; en Irak, Venezuela y Cuba; en México, Cuba y Venezuela; en Cuba, Colombia y Venezuela, y en Venezuela y Cuba también.
Empero días atrás, la obsesión de Menard por el «pluralismo informativo real» le jugó una mala pasada. Bastó que el asesor en asuntos latinoamericanos le comunicase que el gobierno de La Habana se había liberado de Marx para que Menard gritase con euforia:
-¡Hemos ganado!
Conocedor de su fama de irreflexivo y precipitado, Regis Bourgeat trató de contener a Menard:
-¡Robert! -Pero el jefe ya estaba sobre su lap-top redactando un informe similar al de Irak tras la caída de Saddam Hussein, cambiándole el sujeto: «Luego de tantos años de propaganda oficial -escribió- se abre una era de libertad nueva, llena de esperanzas e incertidumbres para los periodistas cubanos».
-Robert… ¡Eh, Robert! -musitó Regis con temor.
-¡Qué chingaos…! -le espetó Menard en francés.
-Aguanta… No es el Marx que piensas sino Gary, Gary Marx, corresponsal del Chicago Tribune en Cuba.
Menard quedó lívido. Desconcertado, miró el trofeo recibido en 2006 de manos del rey Juan Carlos de Borbón (cuarto Premio Antonio Asensio de Periodismo), del cajón central del escritorio tomó una bolsita de plástico y sobre el vidrio de la mesa esparció parte del contenido. En el vaso de lápices encontró un tubito de metal. Agachó la cabeza, se presionó una de las fosas nasales e inhaló con profundidad. Regis alcanzó a oír:
-Estás despedido.
¿Qué es RSF? En el voluminoso documento sobre Cuba presentado en 2004 por Colin Powell ante el Congreso de Estados Unidos, RSF es la única organización no gubernamental (ONG) que el ex secretario de Estado de George Bush cita como ejemplo de cómo proceder con los medios de comunicación en los gobiernos del mal.
Y es que en la causa universal del bien, los informes de RSF han sentado precedente jurídico: si en los países del mal una persona dispone de teléfono celular, un fax o una computadora conectada a Internet y empieza a transmitir mensajes a favor del bien y mentiras contra el mal… ¡ya está!, se convierte en «disidente» o «periodista independiente».
Lo ideal es que el «disidente» que trabaja en los países del mal sea requerido por las autoridades. Entonces, RSF se pone en acción, convirtiendo un asunto legal en «violaciones a la libertad de prensa». Tal fue el caso del periodista Gustavo Azócar, acusado en 2000 de estafa y desvío de fondos públicos en perjuicio de la Lotería de Táchira (Venezuela).
Sin embargo, cuando Tayseer Aouni, corresponsal de la cadena de televisión Al Jazeera, fue arrestado en España el 8 de septiembre de 2003 por «sospechas» de vínculos con Al Quaeda, Menard declaró que los periodistas no estaban por encima de las leyes, y que el corresponsal detenido por el juez Baltasar Garzón había sido arrestado por lo que había hecho y no por sus escritos.
Como Garzón no presentó pruebas ni la culpabilidad de Aouni fue probada, se supone que el corresponsal de Al Jazeera hacía lo mismo que el camarógrafo español José Couso y el reportero Taras Protsyuk (agencia Reuters), asesinados por un obús disparado por el tanque estadunidense que el 8 de octubre de 2003 destruyó el piso 15 del hotel Palestina de Bagdad, donde se hospedaba la prensa internacional desde antes de la invasión.
«Oh, la, la», dijo Menard. Hoy sabemos que el obús fue disparado por el sargento Thomas Gibson, de la compañía A del regimiento de blindados número 64 de la tercera división de infantería acorazada del ejército de Estados Unidos, y que el capitán Philip Wolford autorizó el disparo por orden del teniente coronel Philip de Camp, jefe del regimiento.
El mismo día en que Couso y Protsyuk murieron por obra del bien, la fuerza aérea de Estados Unidos bombardeó las cadenas árabes Al Jazeera y Abu Dhabis Tv, matando al periodista Tareq Ayub. Pero Menard no estaba para menudencias, sino dándole punto final al comunicado de RSF en el que se afirma que «el derrocamiento de la dictadura de Saddam Hussein puso fin…» bueno, lo mismo que más arriba para el caso.
RSF exoneró de toda responsabilidad a las fuerzas armadas estadunidenses. Y al día siguiente dedicó la portada de su página web a «la falta de libertad de expresión en Cuba».
Como periodista «independiente» Robert Menard goza de más impacto y poder que los misiles de la OTAN en la guerra de Yugoslavia, o los disparados por la coronela Kimberley Olson, de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, sobre los pueblos y ciudades abiertas de Asia Central.
En los «informes» de RSF no figuran el bombardeo al edificio de la radio y la televisión de Serbia (1999), o el número de periodistas muertos en la invasión a Irak (2003). En cambio, la coronela Olson fue acusada de utilizar su posición como segundo comandante del general (r) Jay Garner (primer administrador estadunidense de Irak, y luego «contratista» del Ejército), adueñándose de tres millones de dólares en contratos con una empresa de «seguridad».
¿Por qué los informes de RSF son vistos en Washington y la Unión Europea como paradigmas de «objetividad» y militares como Olson son acusados de actividad mercenaria por un tribunal militar (abril 2006)? ¿No trabajan ambos para la misma causa, los mismos patrones?
Podría conjeturarse que al transgredir ciertos principios de la institución que representa, la oficial Olson descubrió que en el proyecto de «fabricación de la democracia» (Bush dixit), la contratación de mercenarios resulta más eficiente que los juegos políticos de la diplomacia internacional.
El caso de Menard es distinto. Es un mercenario de carrera. Es por esto que RSF nunca ha dicho una palabra acerca de la concentración económica en los medios de comunicación en Estados Unidos, país donde según RSF «…existe una real libertad de prensa».
Así como los «soldados de fortuna», los periodistas «independientes» de Menard han convertido a RSF en un negocio que oferta «índices de libertad de prensa» de acuerdo a la demanda del cliente. Su «ética», por tanto, no parece diferir de la sostenida por Robert B. McKeon, presidente de la famosa empresa de mercenarios Dyncorp que apoya «…la privatización y re-diseño de facilidades de los gobiernos en todas partes del mundo».
McKeon reconoce: «Yo quería ser independiente. El deseo surgió de mi necesidad fuerte de ser mi propio jefe y no tener ningún límite con respecto a cuanto dinero podría hacer». Mas conviene ser periodista «independiente». Por lo general, los «contratistas» acaban mutilados o colgados de algún puente en los países del mal, y nadie puede reivindicar su nombre porque así lo estipula el contrato que firmaron en este valle de lágrimas.
En abril de 2000, sin pruebas, RSF implicó al presidente constitucional de Haití, Jean Bertrand Aristide, en las muertes de los periodistas Jean Dominique y Brignol Lindor. El 29 de febrero de 2004, cuando una invasión conjunta de Washington y París derrocó al gobernante Menard habló de «libertad de prensa recuperada…una esperanza que hay que mantener» (sic).
Sin embargo, RSF guardó silencio luego del asesinato del periodista Abdias Jean, de 25 años, corresponsal de la estación de radio WKAT de Miami, asesinado en enero de 2005 por agentes de policía del gobierno, mientras que el 19 de enero de 2006 tergiversó la muerte del cronista gráfico Jean Rémy Badio de SOS Journalists.
¿Qué ideales de «libertad» defiende RSF cuando recibe fondos de los magnates preocupados por la llamada «sociedad de la información»? Entre las compañías que venden los «informes» de RSF figuran la multinacional Publicis, agencia de publicidad número uno en Francia y Europa, y número tres en Estados Unidos, junto a su socia neoyorquina Saatchi y la francesa Vivendi. Investigaciones recientes revelan que por medio de la filial estadunidense Starcom Media West, Publicis es la responsable de haber lanzado al mercado la nueva imagen del ejército de Estados Unidos hacia Europa y el mundo.
Grupos como la Fundación Internacional para la Libertad y la Fundación para el Análisis y Estudios Sociales (FAES, presidida por José María Aznar), u organizaciones terroristas como la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA) y otras de igual tenor, figuran entre los contribuyentes de RSF: Comité para una Cuba Libre, Hewlett Packard, Fundación de Francia, Fundación Hachette, Fundación Real Network, Ediciones Atlas, Cadena SER, Open Society Institute, o de Serge Dessault, Francois Pinault y Jean Marie Lagardere, fabricantes de armas.
En 2004, la ONU suspendió la acreditación de RSF, luego de que irrumpiera en la apertura anual de la Comisión de Derechos Humanos con panfletos insultantes hacia la presidencia de Libia en dicha comisión. Meses después, durante la Cumbre de la Sociedad de la Información organizada por la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT, 2005), Robert Menard fue declarado «persona non grata».
RSF nació en París (meca de los personajes con tendencia a lanzar cargas de profundidad filosófica) a mediados del decenio de 1980, época en la que una generación de nuevos mandarines intelectuales retomaba la añeja idea de que el interés individual debe imperar sobre al bien colectivo.
«Por izquierda», RSF adhirió a la ofensiva liberal-conservadora contra el nuevo orden mundial de la información de la UNESCO (Declaración de Talloires, 1981) mas con un concepto de «libertad de expresión» tan amplio y discrecional que sólo ha conseguido justificarse a sí misma, sin importar contextos y circunstancias.
En todo caso, llama la atención que agencias de noticias, articulistas y medios de comunicación se hagan eco de los informes anuales de RSF, organización «independiente» que admite recibir fondos de la Agencia Internacional para el Desarrollo de Estados Unidos (USAID), la FNCA y la National Endowment Democracy (NED), organismo bipartidario creado durante el gobierno de Ronald Reagan (1983) para reactivar los programas de infiltración de la CIA en la sociedad civil, que el senador Frank Church había desmantelado en 1975.
La NED exige a los solicitantes la especificación del destino de sus fondos. Es decir que RSF nada hubiese recibido de haber declarado que su propósito constitía en denunciar la ofensiva mediática contra Venezuela, el bloqueo a Cuba, la situación del periodista afroamericano Mumia Abu-Jamal (20 años preso por un crimen que no cometió), el caso de los cinco cubanos presos en Estados Unidos a pesar de que la justicia los declaró inocentes, las andanzas del terrorista Luis Posada Carriles y el monopolio de las 5 agencias de noticias que concentran 90 por ciento de la información mundial.
Menard intuyó que las presunciones de una intelectualidad visceralmente amoral y deshonesta, justificaban sin más el negocio de l a desinformación de la realidad cubana en los medios europeos. Negocio que hasta entonces sólo había tenido éxito en los medios afiliados a la Sociedad Interamericana de Prensa.
En 1996, Menard se reunió en París con Stuart Eizenstat, embajador especial del presidente William Clinton para asuntos cubanos. Dos años después, el francés reclutaba a periodistas cubanos para la sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana. No le fue bien. Néstor Baguer, uno de sus principales colaboradores, era miembro de la seguridad cubana.
Con todo, la militancia proimperialista de Menard fue recompensada. RSF empezó a recibir dinero del Cuban Solidarity Center (organismo de fachada de la CIA) para insertar artículos anticubanos en los medios europeos, lo que a su vez le permitía el acceso a los fondos de la NED.
Luego, Menard conoció a Otto Reich, enviado especial en América Latina del Consejo de Seguridad Nacional, y cerebro del fallido golpe de Estado en Venezuela de abril de 2002. Reich vinculó a Menard con George Fauriol, vicepresidente del Instituto de Relaciones Internacionales del Partido Republicano y miembro del Center for a Free Cuba, del que recibió 220 mil 636 euros entre 2002 y 2005.
El 16 de enero de 2004, RSF firmó en Miami acuerdos con los mercenarios de la FNCA, ocasión que Menard aprovechó para abrir negocios con el agente de la CIA Frank Calzón (director de Freedom House), y con Leopoldo Fernando Pujals, ex capitán de «marines» conocido en España como el «rey de la Pizza» (Telepizza).
La defensa de la «libertad de expresión» exige de RSF un alto grado de inescrupulosidad, audacia y cinismo. RSF reconoce que China es «la mayor prisión de periodistas en el mundo», y Colombia «el mayor cementerio de periodistas». Pero en el portal de su web el único sitio en tres idiomas habla de Cuba, siendo el único país contra el que le exige sanciones a la UE. O sea, el país que desde 1959 no registra un solo periodista torturado, desaparecido o asesinado.
RSF asegura que 48 por ciento de su presupuesto (4 millones de dólares, 2003) proviene de la venta de «calendarios» y «álbumes fotográficos». No obstante, cuando Maxime Vivas reclamó a la UE con insistencia para que fueran investigados el destino de un millón 293 mil 300 euros entregados a RSF en 2003 y 2004, el auditor Nikiforos Dimandouros le respondió: «…no me pida más informarle sobre los contratos que firma la UE…».
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(Fuentes: investigaciones y artículos de Salim Lamrani (universidad Denis Diderot de París); Jean Guy Allard y Marie Dominique Bertuccioli (Québec); Diana Barahona y Jeb Sprague (Estados Unidos); Thierry Meyssan (Red Voltaire); Pascual Serrano (Rebelión); Maxime Viva, José Daniel Fierro, Ernesto Carmona y archivo del autor).