En el período inmediatamente anterior a la Segunda Guerra Mundial, y durante el transcurso de la misma, Europa fue escenario de uno de los episodios más abominables de la historia de la humanidad.
Bajo la batuta de Adolf Hitler, los nazis de Alemania llevaron a cabo asesinatos programados y ejecutados con tanta crueldad y perversidad que horrorizarían incluso a los más insensibles. La saña de los nazi-hitlerianos masacró sin piedad a millones de las personas que ellos consideraban indeseables e inservibles.
Entre las principales víctimas de la furia bestial del nazismo, podemos enumerar a los gitanos, a los discapacitados, a los acusados de estar vinculados a sindicatos obreros y organizaciones comunistas, a los judíos y a decenas de millones de hombres y mujeres de nacionalidades eslavas (rusos, polacos, etc.), así como a varios otros grupos humanos.
No obstante, a pesar de la inmensa cantidad de pruebas y evidencias que confirman la ocurrencia de estas monstruosidades, todavía hay gente que persiste en no reconocer, o en darle el debido peso, a esta macabra obra de la maldad humana. Aquellos que se comportan de esta manera son los llamados negadores del Holocausto.
Como sería de esperarse, la casi totalidad de la humanidad dotada de sano juicio siempre ha expresado su resoluto repudio y condena a todos aquellos que han osado externar tanta insensibilidad ante el cruel sufrimiento ocasionado a tantos seres humanos en esa tenebrosa fase de la historia.
Sin embargo, la negación del Holocausto europeo, que a lo largo del tiempo ha sido mantenida nada más que por un reducido número de personas, y, por regla general, divulgada a través de medios ajenos al llamado “mainstream” informativo, está siendo suplantada por la de otra tragedia similar, que está en pleno desarrollo en este mismo momento. Nos referimos al Holocausto del pueblo palestino.
Pero los negacionistas del nuevo Holocausto no se limitan tan solo a un puñadito de personas alienadas y vinculadas exclusivamente a medios de poca relevancia. Hoy, aunque las pruebas y los detalles de los atroces crímenes que se están cometiendo contra el indefenso pueblo palestino estén disponibles en todavía más abundancia (fotos, grabaciones en videos, informes presenciales, etc.), la abrumadora mayoría de los medios corporativos de los países hegemónicos del capitalismo occidental, así como los subordinados a ellos, se niegan a admitir que uno de los ejércitos mejor armados del planeta, las mal llamadas Fuerzas de Defensa de Israel, está perpetrando uno de los más horrendos genocidios de todos los tiempos.
Lamentablemente, quienes dirigen los medios corporativos occidentales, así como sus cómplices en otros países, no se conmueven ante la inmensa cobardía desatada contra niños, mujeres y la población civil indefensa de Palestina. Ni los videos y fotos de los bombardeos a hospitales y lugares de residencia, con el consiguiente despedazamiento de miles de seres humanos, nada de esto ha sido suficiente para que el régimen sionista del Estado de Israel pase a ser por ellos retratado como genocida.
Ni siquiera las escenas con miles de niños esqueléticos en busca desesperada de comida han logrado romper la insensibilidad de esos medios. No parece haber ninguna repulsa al hecho de que esta hambruna generalizada sea consecuencia de que el sionismo israelí haya bloqueado el ingreso de agua y alimentos a Gaza como una forma de exterminar a su población también a través del hambre.
Este es el Holocausto de nuestros días. La mayor diferencia en relación con el que tuvo lugar bajo el nazismo es que éste cuenta con un número mucho mayor de negacionistas, quienes están ampliamente incrustados en los medios hegemónicos de los países capitalistas. Con todo, no podemos albergar dudas: desde un punto de vista humanitario, nadie puede alegar coherencia si condena vehementemente el negacionismo del Holocausto practicado por los nazis, pero se mantiene callado respecto al de su versión sionista de la actualidad.
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