Recomiendo:
0

Resistencia cultural contra medios privados y el culturicidio permisado

Fuentes: Rebelión

Durante los últimos treinta años, la mayoría de los medios de comunicación privados de Venezuela vienen destruyendo la cultura nacional amparados por leyes permisivas y sus concesiones legales e ilegales. Un país virtual decadente e intelectualmente bajo se presenta en las pantallas y radioemisoras como reflejo de la «realidad» que vivimos, porque está «de moda»; […]

Durante los últimos treinta años, la mayoría de los medios de comunicación privados de Venezuela vienen destruyendo la cultura nacional amparados por leyes permisivas y sus concesiones legales e ilegales. Un país virtual decadente e intelectualmente bajo se presenta en las pantallas y radioemisoras como reflejo de la «realidad» que vivimos, porque está «de moda»; mientras que el «país alternativo» o verdadero sufre los embates desidiosos del ostracismo, estableciendo una ausencia de signos, símbolos y referentes propios hasta convertirlos en una lejana o extraviada cosmovisión de elementos obsoletos.

Relegada por el «marketing» voraz de la banalidad y la estupidez como mercancía de consumo, la cultura venezolana en su más amplia acepción, aún con la Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión, carece de primacía en las empresas privadas de comunicación y venta de publicidad. Para contrastar y avalar este diagnóstico, el lector puede someramente someterse a la tortura conciente de sintonizar canales de tv o diales de radioemisoras en sus hogares o lugares de trabajo y notará que la oferta de imbecilidad supera la de contenidos formativos a mil por ciento. Y eso, es un culturicidio permisado. Un Estado revolucionario debe velar por la soberanía cultural de su pueblo contundentemente.

Si bien el Estado no puede ni debe censurar ningún medio de comunicación, ninguna concesión debe otorgarse a prestador de servicio alguno, que destruya concientemente por intereses comerciales, la cultura de una nación. En este caso, la de Venezuela. El «talento venezolano» es talento en los medios privados, solo por ejercer un papel de moderador, actor, «cantante», comediante, balairín; en fin: artista, una palabra de mucho peso que define el ser esencial de un creador real que no se detiene nunca. «Artista», este prostituído sustantivo se le endosa a cuanta piltrafa connota más una rareza, que una simpleza con profundidad. Son la prueba de la decadencia, son quienes dictan la pauta a casi todos los medios privados de alienación con payola y palangre y quienes además con «las mayorías» atacadas con estrategias de embrutecimiento, reciben su respaldo masivo.

Hablemos más claro. Poetas… Ramón Palomares, «El catire» Hernández de Jesús, Luis Alberto Crespo, Gonzalo Fragui, Luis Moreno Villamediana, Andrés Eloy Blanco, Alexis Fernández, Gustavo Pereira y tantos otros, no estos berreadores de falacias que ganan «grammys» bailocoteando y diciendo babosadas que creen que cantan y se olvidan hasta de la letra y música del Himno Nacional. Artistas… Román Chalbaud, Rafael Guinand, Isaac Chocrón, José Ignacio Cabrujas, Omar Mesones, Régulo Díaz «Kuruvinda», Jesús Ávila, Guillermo de León Calles, Homero Montes, Fernando Perdomo, Alí Primera, Lilia Vera, Cecilia Todd, Gloria Martín, Guiomar Narváez, Yolanda Delgado, Amaranta Pérez y tantos otros, no estos farsantes del comercio y las aberraciones encumbradas por los nefastos en su mayoría, «medios de comunicación» privados.

Ante este panorama repetitivo, «intocable», «temido» y deprimente, no queda otra vía que la Resistencia Cultural. Pero se precisa más respaldo conciente del ente rector de las políticas culturales del país: el Ministerio del Poder Popular para la Cultura. Con sus grandes aciertos y sabidos errores, trata de construir un músculo más fuerte para lograr sus metas a corto, mediano y largo plazo. Pero una gestión revolucionaria jamás debe considerar el «gran esfuerzo» con suficiencia. Nada es suficiente para revertir la cultura capitalista sembrada por más de un siglo en la humanidad. Venezuela no es la excepción. Y este es el momento oportuno e impostergable para hacerlo. Recursos hay. Faltan orden, mayor claridad y eficiencia plena: desburocratizar el aparato cultural pasado, abolirlo. La realidad nacional es otra y demanda una batalla pacífica feroz, definitiva.

Se precisa así, la conversión de todo hecho cultural en sus diversas áreas: música, danza, teatro, cine, literatura, pintura, escultura; entre otros, como elementos trascendentes y necesariamente públicos y notorios masivamente. Los noticieros y programación de la mayoría de las radios y televisoras del Sistema Nacional de Medios Públicos, carecen de programación cultural. Solo refieren agendas, eventos. El hecho deportivo y los deportistas son tratados a gran escala, no así a los cultores ni las actividades que a diario desempeñan. En pocas palabras, los cultores nacionales, los defensores a ultranza de las tradiciones y vanguardias, deben ser convertidos en fenómenos mediáticos para multiplicar su incidencia en el caótico y patético «mercado» cultural impuesto por las empresas privadas de la comunicación.

La falta de claridad en este aspecto, hará más cuesta arriba la victoria de todo propósito revolucionario. En otras palabras, la Revolución Bolivariana Venezolana habrá triunfado cuando los medios privados (radio y tv), no posean los más altos niveles de usuarios y perceptores, cuando la música venezolana, hecha por venezolanos, respetando la diversidad de propuestas, se parezca al país y ayude a construirlo. El verdadero «talento venezolano» aún no se conoce. Si se crean las condiciones, la verdadera «Explosión Cultural», asestará un «gancho al hígado» de la industria cultural nacional y transnacional dominante que lacera diariamente nuestro patrimonio, lo asesina.

Por eso debe quedar claro que lo que ocurre cotidianamente contra la nación, es un «CULTURICIDIO». Lo que nos queda es seguir Resistiendo Culturalmente. Solo con cambios estructurales en el Estado, el terreno se abonará para rendir mejores frutos. Hace falta una revolución radical en ésta área. Un ejército de cultores venezolanos está dispuesto a dar y ganar esa batalla. Su victoria ayudará al engranaje de una nueva sociedad que sienta vergüenza de ser bombardeada con tanta basura y mediocridad. Será ineludiblemente crítica y no permitirá la incesante colonización de las mentes de los nacionales y la pérdida de soberanía que seguimos padeciendo en el mundo de lo simbólico con la permisividad más pasmosa e imperdonable.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.