Si todas las radioemisoras venezolanas tienen sus concesiones vencidas, es un deber inapelable e impostergable del Estado, estudiar, ponderar y decidir revocárselas a aquellas que sistemáticamente infringen las leyes y la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Durante más de medio siglo las emisoras de Amplitud Modulada (AM) y luego, hace apenas alrededor de […]
Si todas las radioemisoras venezolanas tienen sus concesiones vencidas, es un deber inapelable e impostergable del Estado, estudiar, ponderar y decidir revocárselas a aquellas que sistemáticamente infringen las leyes y la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Durante más de medio siglo las emisoras de Amplitud Modulada (AM) y luego, hace apenas alrededor de treinta años, las de Frecuencia Modulada (FM) han atentado contra la soberanía de la patria de Bolívar, enajenándola y convirtiéndola en laboratorio de guerra psicológica, embruteciéndola y aniquilando todo signo, referente y símbolo de identificación cultural que nos represente.
La deuda social de Venezuela, no sólo debe resarcirla el nuevo Estado bajo la filosofía bolivariana y sus propósitos socialistas, debe ser resarcida también por sus mediocres medios de comunicación, encargados de mancillar nuestra memoria histórica y deseos de verdadera democracia, la que apenas está naciendo. Las frecuencias de las «radiobasuras» a las cuales se les han vencido sus concesiones, deben dar paso a una nueva generación de comunicadores comprometidos con la nación y su construcción. Deben ser concedidas a verdaderos venezolanos, estudiantes, técnicos, trabajadores, profesionales, comunidades organizadas, a quienes desde sus diversas posturas y criterios, apuesten por el crecimiento espiritual y cultural del pueblo.
El proyecto político de construcción del socialismo bolivariano muy poco lograría si por omisión, permisividad y displicencia institucional, el Estado les renueva concesiones a los traidores, a los emporios, monopolios y oligopolios que jugaron, juegan y seguirían jugando a la destrucción del país. Es una oportunidad legal de oro que se le presenta al Estado Venezolano y sería lamentable, perderla o no percibir la magnitud y trascendencia del hecho, que en sí mismo incidiría notablemente en la nueva sociedad venezolana. La «libertad de expresión» no puede seguir siendo el pretexto manipulado de empresarios de la comunicación y sus asalariados y consabidos malpagados periodistas.
La radiobasura tiene gran culpa o enorme dosis de responsabilidad en torno a los niveles de ignorancia y aculturación de nuestro pueblo. Como ella ha sido implacable contra la sociedad, el Estado debe ser implacable contra sus desmanes, acudiendo a la herramienta legal, jurídica y contundente que refiere el vencimiento de sus concesiones, tal y como hizo cuando se le venció al antiguo y deplorable canal RCTV, que desde finales de mayo de 2007, sigue saliendo vía cable, por lo tanto, hablar de su «cierre» es y será una soberana estupidez. La radiobasura riega mensajes de desinformación, ocultando verdades o mintiendo con olímpica desfachatez. La nueva versión de la «Operación Peter Pan» en Venezuela es un elemento nada despreciable, para considerar revocarles la concesión.
La práctica incesante del rumor, de la atemorización de los conciudadanos, la incitación a delinquir, al agavillamiento, al falaz discurso de la «pérdida de la propiedad privada», del «adoctrinamiento», de la «cubanización», llamados velados y persuasivos a guerras fraticidas; a disturbar el orden público, a desconocer resultados electorales; en fin, su terrorismo comunicacional como estrategia política, son aristas de un problema massmediático con connotaciones psiquiátricas demostradas a través de la disociación psicótica que padecen algunos venezolanos, lo cual tampoco es despreciable para considerar revocárselas.
La ausencia cuasi total en la radiobasura del talento musical venezolano verdadero en todos sus géneros, sus cultores, compositores, instrumentistas, cantores, intérpretes, difusores, comentaristas, locutores y no locutores contra su difusión avasallante de la música extranjera de moda, impuesta por los sellos disqueros transnacionales de la industria cultural capitalista, hueca, estúpida, repetitiva, estupidizante, ofensiva, infame, irrespetuosa, nacida de los malditos «reality shows» entre otros mecanismos de alienación, son también, elementos poco despreciables para revocarles las concesiones.
Los medios de comunicación, entre ellos las radiobasuras, las cuales padecemos comúnmente en la actualidad con sus mediocres contenidos, han realizado análogas o peores invasiones que las de los «marines» norteamericanos en cualquier nación. Sin echar un tiro, han cercenado las mentes de muchos nacionales apoderándose luego de ellas. «El primer territorio que invade una guerra, es la mente» y aquí las radiobasuras lo saben. Luego de revocarles las concesiones, deben estudiarse y encauzarse los casos que ameriten hacer denuncias y abrirse los expedientes judiciales correspondientes para realizar juicios en contra de sus dueños, periodistas y operadores que hayan transgredido las leyes, la soberanía, seguridad y defensa de la nación. El caso de Ruanda entre los Hutus y los Tutsis y el papel que jugaron los medios es un precedente ejemplificante para luchar contra la impunidad.